Una gran chapuza

Todo lo relacionado con la última crisis de Gobierno llevada a cabo por Zapatero puede ser resumido perfectamente con el titular de este artículo y pone de manifiesto que después de cinco años donde al actual Presidente le salía todo bien, su suerte ha empezado claramente a cambiar y poco a poco el deterioro del “proyecto” que el encarna, va a ir en aumento.

De gran chapuza se puede calificar la filtración en los medios supuestamente “amigos” de Zapatero, -El País y la SER, aunque los que son realmente amigos, los que le “ponen” son “Público” y “la Sexta”- cuarenta y ocho horas antes del día previsto para el anuncio del cambio de gobierno de una parte muy importante del mismo. Con el agravante de que el día que se produjo dicha filtración era el de la histórica foto, tanto tiempo perseguida, del actual inquilino de la Moncloa con Barack Obama. Es absolutamente comprensible el enorme enfado que se cogió el Presidente cuando le comunicaron en Turquía, que alguien en España se había ido de la lengua.

La experiencia indica que los cambios de gobierno hay que hacerlos en horas, exactamente en las estrictamente necesarias para hablar con los salientes, con los entrantes y para comunicárselo al Rey. Eso se puede hacer en una tarde. Al parecer Zapatero cometió el error de ir “cocinando” la crisis desde comienzos de marzo y además se fue a una gira internacional de siete días sin dejarla cerrada. Es decir, un error de principiante o de quien se cree que controla todo.

Pero también ha sido una “gran chapuza” la mayor parte de los cambios llevados a cabo. Ha dado la impresión de que han primado criterios de amiguismo, de pago de favores, de proporcionar salidas honrosas a quien ya estaba muy quemado en su Comunidad Autónoma. ¿Cómo se puede explicar, si no es desde el “amiguismo” el nombramiento del inefable Pepiño Blanco para un Ministerio tan importante como Fomento? Ya no es que el nuevo ministro sea una persona que no tiene una titulación universitaria, sino que no se le conoce una actividad anterior en su vida que pueda dar la mas mínima muestra de confianza a los ciudadanos sobre sus aptitudes para gestionar una gran empresa como es Fomento. A no ser que Zapatero se haya creído la boutade que el propio Blanco decía este pasado domingo en una entrevista en El País: “mi master en empresas ha sido gestionar el PSOE”.

¿Y que decir de Trinidad Jiménez, la que hace muy pocas fechas, en un arrebato de feminismo cutre, dijo que las críticas a la ministra de Defensa, Carme Chacón, eran puro machismo? Por no hablar de la nueva ministra de Cultura, Ángela González Sinde, una de las “titiriteras” de esa progresía del celuloide español que vive del presupuesto público y que no han dudado en movilizarse y en apoyar en todo momento a Zapatero, pero que nunca han estado, por ejemplo, con las víctimas del terrorismo y con quienes han sufrido la falta de libertad en el País Vasco.

Pero donde la “pérdida del norte” por parte de Zapatero ha quedado mas patente ha sido en los nombramientos de Elena Salgado y de Manuel Chaves, como Vicepresidentes del Gobierno del área Económica y de Relaciones con las Autonomías, respectivamente. ¿Qué méritos tiene la primera para echar sobre sus espaldas esa responsabilidad? ¿Qué confianza ha suscitado entre los empresarios, banqueros, inversores, el nombramiento de una persona absolutamente desconocida en el mundo económico? A lo mejor resulta que se convierte en una auténtica revelación, pero de entrada, parece muy poco serio confiar el área más sensible e importante del ejecutivo a alguien a la que no se le conoce oficio ni beneficio en ese campo.

En cuanto a Manuel Chaves, su vuelta al Gobierno, ¡después de haberlo dejado hace diecinueve años!, sólo puede ser interpretado en clave de dar una salida política a alguien que ya estaba muy “quemado” en Andalucía. Uno se pregunta, ¿no conciben este tipo de personajes, que hay vida fuera de la política? ¿Qué hace una persona como Chaves, cuya trayectoria política está ligada al felipismo, siendo ahora el Vicepresidente Tercero de un Gobierno de Zapatero?

Políticamente, el cambio de gobierno era una necesidad acuciante para Zapatero, pero tanto su gestación como su plasmación han sido muy decepcionantes. El Presidente explicó los cambios en clave de la necesidad de imprimir un nuevo ritmo al Gobierno en este periodo de grave crisis económica. Está muy bien como eslogan, pero no parece que los cambios vayan a cambiar, y perdón por la redundancia, absolutamente nada. Habrán servido para pretender mejorar la maltrecha imagen del jefe del ejecutivo, pero tengo la impresión, que ni eso se ha conseguido.

 
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