Yo tuve el gusto de conocerte, Pepe

Pepe era un hombre de campo. Amante de su tierra. ¡Qué digo amante! Era quizás el mejor patriota que ha tenido ese ‘su’ territorio, al cual defendía allá por donde iba. Un humanista de los píes a la cabeza al que un día se le ocurrió meterse en política. Él no quería, pero lo hizo bien. Bastante bien.

Pepe defendió a Aragón desde la tribuna del Congreso como nadie lo había hecho nunca. Se metió en ‘fregaos’, en bastantes. Criticó a unos y a otros (por los tiempos que le tocó vivir, ‘azotó’ más al PP). Pero lo hizo con respeto, con dedicación, con franqueza y con entusiasmo.

Pepe es el zaragozano más universal de los últimos años. Alguien merecedor, sin duda, de tener un club de fans. En los colegios, las futuras generaciones deberían estudiar su obra. Porque Pepe nos ha dejado un legado muy valioso.

Nos conocimos una tarde desapacible, en unos pasillos fríos, como son los de la carrera de San Jerónimo. Él estaba de salida y yo era entonces un ‘pipiolo’ que cada vez que entraba en el hemiciclo todavía buscaba con la mirada los impactos de bala que un 23 de febrero unos golpistas dejaron en aquellos techos.

Me habían dicho: “Si quieres saber de política, acércate a Pepe”. Afable en el trato, cercano, no dudaba en echarte la mano al hombro si lo consideraba necesario. Así era Pepe. Una persona sencilla, amable.

Me ha llamado la atención cómo todo el mundo, desde todos los partidos políticos, ha recordado a Pepe con cariño. Él era el poeta del pueblo, un amigo de todos. Así, voces tan opuestamente enfrentadas como las de Zapatero y Jiménez Losantos, del cual fue profesor, le han definido como un hombre ejemplar.

Pepe fue capaz de echarse a todo un país en su mochila.

Así era, José Antonio Labordeta.

 
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