El heroísmo según Hillary Clinton

Hillary Clinton iba a ganar las primarias demócratas de la misma manera que la Bastilla iba a durar para siempre. No eran cosas de las que se dudara. Esta derrota de Hillary Clinton ha tenido la grandeza de los designios fatales, con el público que tomaba asientos para verla ascender a sabiendas de que poco después habría caída. Es posible que Hillary Clinton hiciera pasar su convicción por arrogancia. Es posible también que una retórica en deuda con el puritanismo progre estuviera fuera de momento ante un electorado demócrata que en buena parte apuesta por la post-política: el cambio, la ilusión, la esperanza, palabras clave de Obama en la otra orilla.

La disintonía con la audiencia demócrata era previa pues –según David Brooks- las apetencias no iban por el lado de la autoridad. Tampoco era fácil competir humanamente con un Obama al que ya casi otorgan el poder de sanar niños y dar luz a los ciegos. Para señalar los paradigmas cambiantes de lo viejo a lo nuevo basta ver con el poder de convocatoria cibernética de cada candidatura. Suma ironía, el ‘bleeding heart’ del Partido Demócrata ha tenido que forzar su bondad para echar a una mujer o a un afroamericano.

En términos de meritocracia, Hillary tiene motivos para pensar que la del mundo es una justicia bien amarga. Ella era el acumulado de la experiencia por contraste con un Obama en pose de hombre nuevo. Decir que la ambición de Hillary era fáustica y que su avatar político ha sido shakesperiano será menos exagerado y menos bobo que otras veces. Hillary daba un perfil de amplitud biográfica, desde la ilusión ideológica por el conservador Goldwater a la adscripción izquierdista a finales de los sesenta, no muy lejos del espíritu de los tiempos.

Su ambición era ya descomunal, quizá como su inteligencia: a su marido le dijo ‘no’ en muchas ocasiones pero ambos se sentían convocados por la historia. Lo raro es que consiguieran protagonizarla, en un matrimonio que ha sido llamado ‘el club más exclusivo del mundo’, con Hillary en el sacrificio femenino de ser número dos e intentar aún brillar por cuenta propia. Un periodista señaló que la clave del vínculo es que cada uno se ve en exceso indigno del otro. Si Hillary era la voluntad, Bill era la gracia. A Bernard Nussbaum, su superior en la investigación del caso Watergate, Hillary le profetizó que su marido llegaría a presidente. Nussbaum rió. Hillary trabajó durante un tiempo enlatando salmón pero tendría una carrera laboral como un cursus honorum capaz de toda respetabilidad y admiración, con un último transcurrir de hiperactivismo en el Senado. También se ha dicho que Hillary siempre ha tenido el deseo mientras que Bill tenía la suerte. Ese Bill charmeur ahora no ha podido con la prensa. Como fuere, Hillary era de izquierdas pero no según los modos de la izquierda irresponsable.

Hay motivos para la especulación ajedrecística sobre el candidato a la vicepresidencia con Obama pero se da por bueno que Obama no querrá a ese dos por uno que son los Clinton. Ahí no se estaría contando con la capacidad de Bill para el far niente. En segundo término quedaría el trato con Hillary, que en sí misma es toda una bravura de mujer. Se espera que Hillary encienda velas negras para que gane McCain y ella pueda presentarse en 2012, con el aliciente de darle al mundo una nueva lección. Para las autoestimas públicas heridas, queda el recauchutado de personalidad de Al Gore como éxito imitable aunque de Hillary no se sabe si es capaz de tanta demagogia.

 
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