O son inconscientes o se sienten intocables

Esta semana, los franceses, angustiados con los efectos de la crisis, han desayunado cada día con un nuevo escándalo de distribución de bonus o stock options entre los dirigentes de empresas que consideran que recibir ayudas del Estado no les obliga a prescindir de esas primas, ni siquiera para guardar las formas.

En 1971, Mitterrand hablaba del « dinero que pudre hasta la conciencia de los hombres ».  Lo menos que se puede decir hoy es que, al menos, los ciega.

La Société Générale, que perdió hace un año 5.000 millones de euros por las inversiones arriesgadas de uno de sus empleados, ha recibido 1.700 millones dentro del plan de salvamento de los bancos. Esto no ha impedido a sus cuatro principales dirigentes atribuirse 320.000 stock-options. La indignación general y la presión del ejecutivo han llevado a los dirigentes a renunciar a la distribución de las stock-options.

El martes, el diario Libération revelaba que el presidente de Valeo no se marchaba con un paracaídas dorado, sino de oro macizo: 3.200 millones de euros, cuando la empresa, también ayudada por el Estado en estos tiempos de crisis, va a suprimir 1.600 empleos.

Sarkozy, viendo que la situación se estaba caldeando, pronunció un enésimo discurso, reclamando un capitalismo moral. Utilizó la célebre fórmula “Yo acuso”, con la que Emilie Zola dirigió una carta al presidente de la República negándose a hacerse cómplice de la condena de Dreyfus. Sarkozy acusó a los que “se comportan de forma deshonesta y destruyen los valores en los que se basan nuestros principios”.

Pero no hay peor sordo que el que no quiere oír. Esta vez Les Echos, publicaba el viernes que Natixis, que ha recibido 1.900 millones de euros del plan de apoyo al sector bancario, con un déficit de 2.800 millones de euros, no ha tenido problemas en encontrar 90 millones para repartir primas entre algunos de sus empleados.

Con todo esto, no puede extrañar que algunos comiencen a tomarse la justicia por su cuenta. En Francia, varios dirigentes de empresas ya han sido secuestrados por algunos trabajadores que querían obligarles a negociar, y otros han sido recibidos a huevazos. Cuando el director general del FMI, Dominique Strauss-Khan, habla de los disturbios sociales que puede provocar la crisis, no lanza palabras en el aire.

 
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