Me llamo Josep Lluis

No fue una simple anécdota de un programa de televisión. Fue algo más. Fue una demostración práctica de hasta que punto de estupidez humana e intelectual puede llegar quien coloca en el frontispicio de su existencia cuestiones referidas a la lengua, al lugar de nacimiento, a los apellidos, al tipo de sangre o de raza. En una palabra, el nacionalismo exacerbado.

Ante una pregunta de un estudiante de 28 años natural de Valladolid, que se dirigió a Carod Rovira llamándole “Señor José Luís”, el líder de Ezquerra Republicana y actual número dos del Gobierno de la Generalitat le cortó de forma abrupta diciéndole: “Me llamo Josep Lluis” a lo que el joven interpelante respondió: “es que no se catalán”. “Da igual –replicó Carod Rovira- Me llamo Josep LLuis aquí y en la China Popular y usted no tiene ningún derecho a llamarme de otra manera”.El episodio se volvió a repetir mas tarde con otra pregunta de una señora, natural también de Castilla-León, que volvió a recibir la reprimenda del político catalán por dirigirse a él llamándole José Luís.

Es evidente que Carod Rovira, con ese comportamiento altivo, maleducado, prepotente, estaba pensando en su público, en sus votantes, en los televidentes que le pudieran estar viendo en Cataluña. No le importaba nada lo que pensaran en otros puntos de España. Pero su actitud, el tono empleado, no ayudó nada a superar esa imagen de una Cataluña, al menos la política, encerrada en si misma, sectaria, despreciativa hacia todo lo que suponga ser español.

Uno tiene curiosidad en saber cual fue el tono empleado por Carod Rovira en su ignominiosa reunión con la cúpula de ETA en enero del 2004 en Persignan, de la que al poco tiempo salió la tregua que la banda terrorista declaró para Cataluña. Estoy seguro que estuvo mucho más amable con los terroristas de ETA que con estos dos ciudadanos del programa de televisión. Es lo de siempre: se es fuerte con los débiles y débil con los fuertes.

O también uno tiene curiosidad de cómo alguien que es tan exigente a la hora de que le llamen de una determinada manera, no pensó en la afrenta que podía suponer para muchas personas que se hiciera una fotografía en Jerusalén con una corona de espinas en la cabeza. Ya se ve que las varas de medir en torno al respeto que se debe a todas las personas y creencias son muy distintas para el líder de ERC.

Carod Rovira es el exponente clásico de ese nacionalismo rancio, insolidario, trasnochado, al que tantas alas ha dado el actual Presidente del Gobierno. Un nacionalismo que no quiere saber nada con España, desleal con el marco constitucional, que solo busca sus propios y cortos intereses. Mal le irá a Cataluña si la fuerza política que lidera Carod sigue condicionando tanto su vida política y social. Y tampoco le irá mucho mejor a España si Zapatero y el PSOE se siguen apoyando en ERC para poder continuar en la Moncloa.

 
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