¿Está ya la mafia en el umbral de la Unión Europea?

Estos días, los colegas de The Sun han asombrado a sus lectores anunciando que, a partir del año que viene, la Unión Europea “abrirá de par en par sus puertas a la mafia”. El desembarco coincidirá con el ingreso en la UE de Rumania y Bulgaria el próximo 1 de enero.

A propósito de esto surgen varios interrogantes. ¿Será una opinión particular? ¿O es que los periodistas han captado de manera sutil el agotamiento experimentado por los viejos europeos a causa de la afluencia de nuevos miembros a la UE? De ser así, ¿quién resolverá los problemas vitales de la democrática Unión Europea: la población o la burocracia?

Yo fui siempre firme partidario de una Europa potente, ya que soy consciente de los riesgos que entraña un mundo unipolar en el que Washington lleva la voz cantante: Irak, “cárceles volantes” de la CIA y otras cosas por el estilo. En estas circunstancias, se echa de menos la voz de una Europa fuerte y democrática. Pero, claro, antes es imprescindible conseguir el prestigio político, económico y militar, ya que, en principio, la mera ampliación de la Unión no suscita sino perplejidad.

De momento, Europa se está mostrando torpe y glotona a la hora de devorar las tajadas que se le ofrecen sin preocuparse mucho de que el resultado sea la obesidad, el aumento de la musculatura o de la barriga. ¿Quién sabe? Tal vez junto a los manjares se trague bacilos que afecten a sus intestinos, lo que traerá consigo un largo y caro tratamiento.

Por ejemplo, con el ingreso de Letonia, la Unión Europea se hizo cargo de sus problemas: neonazismo, rusofobia y violación de los derechos de centenares de miles de personas, puesto que ese país es el único lugar de Europa en el que desde hace años viven un grupo numerosísimo de “no ciudadanos”. El Derecho Internacional ignora ese término, y esa gente no tiene derecho a participar en las elecciones. ¡Pero el fenómeno existe! ¡En Europa!

La UE admitió también a los polacos. Incluso en la Edad Media se contaban anécdotas sobre la “altanería polaca”, no es ninguna novedad. Polonia, deseosa de convertirse en líder de una Europa nueva, se puso primero a la cabeza del bando pronorteamericano en vísperas de la invasión en Irak, y por eso también tiene manchadas las manos con la sangre de las víctimas inocentes sucumbidas en ese país. Luego se convirtió en la “cárcel secreta”, casi principal, de la CIA. Por último, ha colocado en una situación embarazosa a todos los miembros de la UE en las conversaciones con Rusia sobre la futura cooperación estratégica, al anteponer su venganza por el veto impuesto por Moscú sobre sus productos cárnicos a los intereses comunitarios. Tengan por cierto que no será ésa la última sorpresa polaca.

Procede señalar que todo lo dicho atañe al condominio europeo, en el que aún se ha de decidir la distribución de los apartamentos entre los vecinos.

Para un espectador ruso, el examen de este asunto habría de ser provechoso, pues en la actualidad hay varios pueblos, en particular, Osetia del Sur y Abjasia, que quieren cobijarse al abrigo de Moscú. Dejemos a un lado los aspectos jurídicos en litigio, porque vale la pena enfocarlo desde la óptica del hombre de la calle y responder a la más elemental pregunta: ¿y qué me importa a mí?

Al parecer, eso es precisamente lo que tuvieron en cuenta los colegas de The Sun cuando publicaron una información tan alarmante sobre la llegada de una nueva mafia a la Unión Europea... como si las viejas estuvieran disminuidas. Pregúntenselo a cualquier agente de la Interpol.

 

¿Qué nuevas aventuras esperan a la población de la UE tras el Año Nuevo? En lo que respecta a Bulgaria, no he descubierto nada original; sin embargo, Internet está colmado de datos sobre la mafia rumana. Leo, por ejemplo, la noticia difundida por la radio Deutsche Welle: “Aprovechando el acuerdo sobre el suministro de mano de obra firmado con España, el mundo del crimen de Rumania convirtió la capital española en su feudo. Todo esto se produjo muy rápidamente, en un plazo de pocos años. Las informaciones policiales atestiguan que los rumanos no tardaron en desplazar del negocio criminal de la capital española incluso a los mafiosos colombianos mundialmente conocidos, sin hablar ya de los propios españoles. Tienen bajo su control el comercio de drogas sintéticas y la prostitución callejera, extorsionan a sus propios conciudadanos residentes en España, se dedican a la falsificación de documentos y al robo, y cometen asesinatos por puro interés material. En el madrileño parque Casa de Campo hasta 500 prostitutas atienden a sus clientes durante las 24 horas del día; allí mismo trafican con prostitutas los grupos rivales de rufianes procedentes de Rumania. Este negocio proporciona pingües beneficios: de cada prostituta obtienen a razón de hasta 200 euros diarios. En sus enfrentamientos semanales, los rumanos recurren a las armas de fuego. Los mafiosos se portan de manera especialmente atrevida en el distrito adyacente a la terminal sur de autobuses de Madrid, adonde llegan autocares con inmigrantes. Disfrazados de guardias civiles, los criminales despojan a sus conciudadanos del dinero y de todos los objetos de valor”.

Y así todo.

Algo semejante sucede en Francia. He aquí lo que dicen los testigos: En el verano de 2001 acudió a París un numeroso grupo de niños rumanos de 8 a 12 años. Los jóvenes rateros venían excelentemente entrenados, y en París hicieron alarde de su gran pericia, tan grande que aprecian el valor de los billetes en la cartera de la víctima al tacto, según testimonio de los agentes de policía. Por lo regular, sus clientes son turistas norteamericanos y japoneses: los japoneses porque llevan consigo mucho dinero, y los estadounidenses porque sus pasaportes están muy solicitados en el mercado negro. Conviene señalar que en los alrededores de Trocadero, los avezados policías no lograron descubrir a rumanos adultos: es el campo de acción de los niños. Según evaluaciones de expertos, cada uno de esos pequeños ladroncillos robaba a razón de 25 mil francos al día (unos 4 mil dólares). Nadie ha visto que los niños gasten el dinero en comestibles, ni que alguien les dé de comer. Cuando uno es cogido con las manos en la masa, surge el problema: ¿qué hacemos con él? Los pequeños aparentan no dominar el idioma francés (tal vez es verdad), y en Francia se prohíbe castigar a los niños menores de 13 años, sólo se puede castigar a los padres. Pero ¿dónde están?

¿Vale la pena continuar? Creo que no. Al parecer, los colegas de The Sun no exageran diciendo que la Unión Europea ha vuelto a tragarse algo indigerible. Entretanto, a sus puertas llaman nuevos pretendientes. Y lo único que quieren todos ellos es trasladarse a Londres, París y Madrid.  

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