El mal perder del PNV

Transcurridos cuatro meses desde la celebración de las últimas elecciones vascas, hay que concluir que el PNV todavía no ha asimilado bien su desalojo del poder por parte del PSE, después de casi treinta años ininterrumpidos de permanencia en el.

Solo así se explica algunos comportamientos que están teniendo los dirigentes del PNV, a mitad de camino entre el infantilismo y la rabieta. El último “numerito” ha sido el de organizar el pasado sábado una marcha al mítico –para el nacionalismo- monte Gorbea con el objetivo de colocar unas ikurriñas, en respuesta a lo sucedido hace pocas semanas, cuando tras unas maniobras militares, miembros del Ejército tuvieron la “osadía” de colocar en la cruz del citado monte vizcaíno una bandera de España.

“Euskadi no es Perejil, ni un punto estratégico en el que clavar estandartes como signo de conquista” dijo un patético y sudoroso presidente del PNV, Iñigo Urkullu, ante sus compañeros de partido en la cima del Gorbea. Este es el PNV en estado puro: una formación política, un movimiento mas bien, que ha patrimonializado durante décadas todo lo que tocaba: el himno, la bandera, las Instituciones, confundiendo en definitiva, el País Vasco con sus intereses partidistas. Lo definió perfectamente al comienzo de la transición un alto cargo nacionalista, José María Makua, que llegó a ser Diputado General de Vizcaya: “lo que es bueno para el partido es bueno para Euskadi” dijo un día en un arrebato de sinceridad. No hacía falta ninguna aclaración, ya que todo el mundo entendía que el “partido” no era otro que la formación política fundada por Sabino Arana.

El tiempo ha demostrado que no, que esa relación causa-efecto, además de demostrar muy poco talante democrático y de respeto a la pluralidad del pueblo vasco, no era cierta. Después de treinta años, Euskadi sigue teniendo un gran problema de falta de libertad para los que no comulgan con las ruedas de molino del régimen nacionalista. Y para la resolución de ese vital problema, la contribución del PNV ha sido francamente escasa.

Por ello, el nuevo tiempo que se ha abierto en el País Vasco con la llegada, por primera vez en su historia, de un lehendakari no nacionalista a Ajuria-Enea ha llenado de esperanza a muchos vascos y, por supuesto, a muchos españoles que desean ver como la paz y la libertad llegan también a esa parte de España.

Y el PNV, lo que tendría que hacer es aceptar que, aunque haya sido el partido mas votado en las últimas elecciones autonómicas, ha sido desalojado legítimamente del poder, mereced a un pacto, también legítimo, entre la segunda y la tercera fuerza política, es decir, entre el PSE y el PP. El PNV puede seguir enrabietado y lamiéndose las heridas que le ha producido dejar las “poltronas”; puede seguir subiendo al monte Gorbea cuantas veces quiera para colocar tantas ikurriñas como le plazca, pero si persiste en esa actitud de fondo, demostrará muy poca madurez democrática, que es una forma más fina de decir que lo que pasa es que no sabe perder.

 
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