La masonería no va a la playa

En principio, nada que no hagan muchos otros, en grupo o en solitario. Lo que les diferencia, la gran novedad que ha introducido la masonería en la historia, es su capacidad para arrimar la sardina al ascua, en caso de que no sea posible hacerlo al revés. Y todo ello sin quemarse, sin necesidad de hacer grandes esfuerzos. Basta un movimiento de ceja, como en las películas de suspense. Cuanto más poblada sea la ceja, más eficaz es el guiño.

La distancia más corta entre dos dirigentes políticos moderados, buenistas, y centristas es siempre la que va de una a otra baldosa de la logia. Y allí, a la sombra de los juegos de luces, ante la muda elocuencia de la escuadra y el compás, varios de los personajes clave del mundo financiero, político, y social del momento arriman posturas, en un sentido bastante más trascendente de lo que podrían arrimar, por ejemplo, en una lujosa discoteca de Ibiza a las cinco de la madrugada, donde también a veces arriman posturas y cierran negocios, o incluso los abren.

La vida política española y europea, en estos días de zozobra, está también marcada por la influencia de esta sociedad secreta, dulcemente autoproclamada discreta. No pocos observadores se apresuran a buscar indicios de conspiraciones masónicas detrás de las desdichas de nuestra nación, al borde del derrumbe. Hay datos interesantes para quien quiera estudiarlo, y vienen unos días fabulosos de playa y tiempo libre para el que guste de sumergirse en las grandes teorías de los hilos que mueven el mundo. Sin embargo, no creo que sea necesario ir tan lejos. Basta acudir a cualquier reunión de mi comunidad de vecinos para comprender que la hipotética existencia de un gobierno universal en la sombra auspiciado por masones es tan improbable como que Mourinho decida dar un golpe de efecto y ficharme como centrocampista estrella del Real Madrid para la temporada que viene. Sobre todo, sabiendo que no juego de centrocampista, sino de delantero.

En contraposición a las grandes maquinaciones, nos encontramos otras menos ambiciosas, conspiraciones de andar por logia. Tan simples de entender y de asumir, como ver que un ministro recibe en secreto en su coche oficial a un empresario en una gasolinera. El hecho de que haya saltado a la prensa lo convierte en un caso excepcional, pero en realidad, de pequeños enjuagues está la vida política llena. Hoy más que nunca. Y los masones, acostumbrados a moverse en lo secreto, disfrutan de esos claroscuros con alegría.

Así, al borde de la explosión de la nación, los movimientos de los masones para aumentar su poder, e imponer por debajo de la alfombra su visión del mundo son tan notables hoy como lo fueron en los años de gobierno de Zapatero, donde la masonería era tan universal y abundante que se desparramaba por las ventanas y puertas de todos los ministerios y caía ostensiblemente por sus fachadas hasta pringar la calle de su discreto veneno, asumido por una opinión pública previamente sedada. Desde la escuela hasta la Sanidad, todo plan de Zapatero fue antes masón que socialista, fue antes violentamente anticristiano que razonablemente laico, y fue antes profundamente perverso, que improvisado.

Escribo todo esto después de leer que varias logias han emitido contundentes comunicados contra los recortes del Gobierno, llegando a advertir enigmáticamente que “ponen en peligro la convivencia ciudadana”. No sé si se trata de un vaticinio, de una esperanza, o de una amenaza en toda regla, para volver por donde solían transitar: a la izquierda incendiaria y buenista, a la derecha acomplejada y centrista. Ambos, unos en la oposición y otros en el entorno del Gobierno de Rajoy, ya están haciendo las maletas por lo que pueda pasar en los próximos meses.

Si antes de formarse el primer Gobierno de Rajoy se celebró en España una gran tenida masónica con la presencia de al menos un conocido ministrable, tal y como informó entonces este confidencial, podemos estar seguros de que en estos días clave para el devenir de nuestra nación, no pocas de las cosas que están ocurriendo están siendo manoseadas por los oscuros intereses masónicos.

Al fin, el plan de los políticos masónicos no ha cambiado en absoluto desde la época de Zapatero, y desde mucho antes de tan insigne dirigente socialista: ganar poder, despojar a la derecha de sus raíces cristianas, hacer de la división un arma, y vender al mundo su paz, su fraternidad, y su misión, que es precisamente eso: sumisión. Un plan que hoy, con España al borde de la ruptura, es más factible que nunca.

Así que no creo que vean este mes de agosto a la jet masónica española en Ibiza tostándose al sol, despojados de sus mandilones y capuchas.

 

Itxu Díaz es periodista y escritor. Ya está a la venta su nuevo libro de humor «Yo maté a un gurú de Internet». Sígalo en Twitter en @itxudiaz

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