Una nueva decepción

No es que el fervor revolucionario sea grande, ya apenas existe debido a tantas frustraciones, sino que se esperaba que el Presidente Raúl Castro anunciara las reformas urgentemente requeridas por Cuba para emerger de la asfixiante crisis.

El General ni siquiera habló. Encargó el discurso a José Ramón Machado Ventura, primer vicepresidente del Consejo de Estado, cargado de viejas citas y consignas para destacar que continuarán “el estudio, el análisis y la toma de decisiones que conduzcan a superar nuestras insuficiencias en todos los ordenes, y perfeccionar nuestra sociedad.” 

Por tanto se sigue dando largas a las reformas, después de que el 26 de julio de 2007, hace tres años, en acto similar en Camagüey, Raúl Castro reconoció la necesidad de reformas estructurales y de concepto.

El veterano funcionario añadió: “No nos conduciremos por campañas de la prensa extranjera. Proseguiremos con sentido de responsabilidad, paso a paso, al ritmo que determinemos nosotros, sin improvisaciones ni precipitaciones. 

Cambiando lo que deba ser cambiado en este momento histórico, pero sin aceptar jamás presiones externas ni menoscabo alguno a nuestra soberanía.” Como si no fuéramos los cubanos los primeros interesados en aplicar transformaciones que nos saquen del atolladero al que nos ha conducido un sistema disfuncional, y el obstinado egoísmo de personas sólo interesadas en preservar el poder absoluto por tanto tiempo disfrutado, aunque ello signifique miseria y sufrimiento para el pueblo.

Resulta contradictorio que se siga hablando de defensa de la soberanía nacional, cuando el país está en bancarrota y ni siquiera se puede reintegrar el dinero depositado en cuentas nacionales por entidades extranjeras, lo cual ha llevado la nación a un completo descrédito, y la ha hecho más dependiente del   desgobierno de Hugo Chávez, con los compromisos y peligros resultantes para nuestra soberanía.

Cuba, precisamente por la absurda política económica mantenida durante 51 años, ha quedado aislada en el contexto internacional, con la única opción de la “unión económica” con el país que tiene uno de los índices de inflación más alto del mundo -el mayor de Sudamérica, más del 30,0%-, desabastecimiento generalizado, impactante inseguridad ciudadana, y tres años consecutivos de decrecimiento del PIB. Con colosales recursos petroleros en momentos de altos precios del oro negro, es una increíble paradoja, que refleja el nivel de estulticia e incapacidad de la administración de Chávez.  

La desesperada crisis económica iniciada a comienzos de la década de 1990 ha lanzado a los cubanos al regazo de este Juan Vicente Gómez del siglo XXI. 

Esperamos que en la sesión de la Asamblea Nacional a celebrarse el 1 de agosto, las autoridades cubanas despierten de su letargo y comprendan que ya se acabó su tiempo. Es hora de actuar ante una crisis que incluso amenaza nuestra existencia como nación. 

 

La Habana, 27 de julio de 2010

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