¿Una nueva etapa?

No es bueno ni recomendable, en ningún orden de la vida, confundir los deseos con las realidades. Desde la noche electoral del pasado 9-M, cuando se confirmó el triunfo de Zapatero y la derrota de Rajoy, la poderosa maquinaria de propaganda gubernamental -que no hay que perder de vista que es, efectivamente, muy poderosa y que tiene mucho de propaganda-, puso en marcha una campaña destinada a instalar en la opinión pública la idea de que las cosas iban a cambiar y que se abría una nueva etapa política que iba a estar presidida por el diálogo y el consenso.

Como planteamiento teórico no está nada mal y además es lo que seguramente conviene a nuestro País y lo que desean la mayoría de los ciudadanos, que han acabado bastante hartos de la crispación y bronca permanente que presidió la anterior legislatura, aunque eso no fuera óbice para que acudieran masivamente a votar el pasado 9-M.

Sin entrar ahora a valorar quien crispó más en los últimos cuatro años, si el Gobierno o el principal partido y único que ejerció como oposición, habrá que aceptar, pensando ya en la nueva legislatura que se acaba de estrenar con la elección en segunda vuelta de José Bono como Presidente del Congreso de los Diputados, que a quien corresponde tomar la iniciativa para que las cosas cambien, para que realmente se abra una nueva etapa en la vida política es a quien está en el poder. Es a el a quien le toca ir por delante, ser generoso, ofrecer pactos, llegar a acuerdos. También debe de colaborar la oposición, pero sus recursos son mucho más escasos.

La cuestión es por tanto saber si el Presidente Zapatero quiere cambiar, va a cambiar, puede cambiar, las principales coordenadas que presidieron su acción política durante sus primeros cuatro años en la Moncloa. Por ejemplo, ¿va a seguir apoyándose preferentemente en los grupos nacionalistas o no? ¿Va a seguir intentando aislar política y socialmente al PP o por el contrario va a procurar llegar con el principal partido de la oposición a acuerdos en las cuatro o cinco cuestiones que se denominan de Estado y que fundamentalmente son las referidas a la lucha antiterrorista, la política exterior, la inmigración, la educación y tal como están las cosas, las medidas para hacer frente a la situación económica?

Teóricamente, los resultados electorales le permiten a Zapatero gobernar sin tener que recurrir tanto a los grupos nacionalistas. La opinión pública demanda de forma mayoritaria un entendimiento entre los dos grandes partidos nacionales –que suman entre ambos, no lo olvidemos, 21,5 millones de votos y 323 diputados- sobre las cuestiones apuntadas anteriormente. Pero, ¿quiere el Presidente ese acuerdo? o, por el contrario, ¿sigue instalado en su idea de llevar a cabo una segunda transición en España, para lo que le estorbaría el PP?

Como Zapatero es un mago de las palabras, no se si su intervención y su proclamación de intenciones en el Debate de Investidura que comenzará el día 8 nos va a sacar de dudas. Porque además, como ya tiene sobradamente acreditado, puede decir una cosa y hacer la contraria. Por lo tanto, habrá que esperar seguramente a los hechos, no sólo a las palabras. Y tengo para mí que no pasará mucho tiempo sin que todos sepamos a que atenernos y el primero de todos, Mariano Rajoy, que es de suponer estará ya muy escaldado de las veces que en la pasada legislatura el Presidente jugó con él. De los errores también se aprende.

 
Comentarios
Envíanos tus noticias
Si conoces o tienes alguna pista en relación con una noticia, no dudes en hacérnosla llegar a través de cualquiera de las siguientes vías. Si así lo desea, tu identidad permanecerá en el anonimato