La nueva nómina por resultados en Cuba

Recientemente en la prensa cubana han aparecido entrevistas al Sr. Carlos Mateu Pereira, viceministro de Trabajo y Seguridad Social, sobre la Resolución No.9 adoptada el 2 de febrero por ese ministerio para centrar los pagos a los trabajadores y empleados en función de los resultados laborales obtenidos. Un principio que durante muchos años fue rechazado con vigor por altos niveles del gobierno, a tal punto que personas que lo defendieron a fines de los años sesenta, fueron castigadas a realizar trabajos forzados, acusadas de supuestas desviaciones ideológicas.

Esta nueva legislación podría juzgarse como un paso correcto para la incorporación de Cuba a una posición más actual y socialmente justa de la retribución al trabajo. La Resolución tiene por objetivo que quien más aporte sea el mejor remunerado, lo cual pone término a los sistemas de pagos vigentes, en su mayoría vinculados a indicadores generales (ventas, utilidades, ingresos, entre otros). Ahora se busca implantar en la mayor medida posible el pago a destajo u otras fórmulas que relacionen el ingreso de los trabajadores con los resultados laborales.

Así, se piensa que deberá producirse un incremento notable de la productividad y la eficiencia, con una sensible reducción de los costos de producción y servicios. Como se conoce, los niveles de productividad en Cuba son sumamente bajos. Entre los años 2000-2007, la productividad creció en un 39,5%, lo cual no es totalmente confiable por calcularse sobre la base del crecimiento de un Producto Interno Bruto (PIB) sin crédito alguno. Al mismo tiempo, en ese período el salario medio mensual aumentó en un 71,0%, para establecer una proporción absolutamente desfavorable, que debió afectar extraordinariamente los costos de las producciones y los servicios en sentido general.

En este contexto, los propósitos que persigue la Resolución No.9 pueden calificarse como positivos, independientemente de que algunos de sus aspectos, como los mecanismos reguladores de la estimulación de los dirigentes y otro personal indirecto podrían no estar a la altura de aquellas personas que están directamente vinculadas a la producción, a las que se les pretende pagar por todo lo realizado, sin limitación alguna.    

No obstante, los preceptos contenidos en la Resolución son de difícil aplicación en empresas sin la suficiente autonomía, sujetas a un modelo de gestión exageradamente centralizado, obsoleto y disfuncional; regidas en muchas oportunidades por decisiones “políticas”, apartadas de la racionalidad económica. Todo parece indicar que pudiera tratarse de una medida parcial a implantarse en un contexto cargado de contradicciones y absurdos. Un escenario que deberá reformarse radicalmente para que este sistema de pagos pueda alcanzar los propósitos deseados. 

En primer término existe el obstáculo de la doble moneda. La abrumadora mayoría de los trabajadores cobra en el depreciado peso cubano, que el propio Estado rechaza en casi todas sus tiendas, por lo cual será muy difícil que con esta moneda puedan surgir estímulos reales. Al mismo tiempo, se conoce que la mayor proporción de las empresas cubanas carece de contabilidad confiable, y consecuentemente será también muy complicado el establecimiento de normas confiables y realistas para medir el trabajo y, en especial, para controlar el complejo entramado a implantar.

A estos factores se suma que las empresas no tienen control sobre el aseguramiento de los insumos necesarios para trabajar, pues reciben los recursos de otras organizaciones y no resulta novedosa la falta de suministros para cumplir las tareas. A esto se añade el estado desastroso de los medios de producción, realidad que imposibilita garantizar una producción continuada. No es un descubrimiento que la organización y la disciplina del trabajo en los centros laborales son altamente ineficientes. Por lo regular las plantillas de trabajadores están infladas en proporciones muy elevadas, lo cual impide una adecuada organización. Esto también es un enorme obstáculo, difícil de vencer sin transformaciones integrales del conjunto de la economía. 

Por otra parte, el problema no radica sólo en elevar la producción, sino en producir artículos de calidad o brindar servicios necesarios, o sea, no se trata de producir por producir, sino para satisfacer un consumo con los requerimientos exigidos por el mercado. 

La solución no es hacer masivamente techos que se filtren, paredes mal repelladas y pintadas, cortar marabú para que pasados unos días rebrote con más fuerza y otras chapucerías, como ocurre usualmente. Incluso si no hubiera el control necesario, estos problemas podrían incrementarse con el nuevo sistema, unidos a otros, como incidir en el aumento del ya elevado nivel de circulante financiero, sin una contraparte real en la oferta de bienes y servicios, generándose así nocivos efectos inflacionarios.

 

 Como se puede apreciar, la Resolución No. 9 del Ministerio del Trabajo y la Seguridad Social podría ser una buena idea, basada en loables propósitos, pero en la práctica con poca connotación para el incremento de la productividad y la eficiencia, si no se acompaña de otras reformas que con urgencia requiere la economía cubana.

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