La “penitencia” del PP en Cataluña

La mala salud política del PP de Cataluña no es culpa en exclusiva del recién dimitido Josep Piqué. Los problemas arrancan de mucho antes, exactamente de 1996 cuando Aznar, que acababa de ganar las elecciones generales, de forma absolutamente incomprensible entregó a Pujol en bandeja de plata la cabeza del entonces líder del PP catalán, Alejo Vidal Cuadras, para de esa forma tener asegurado el apoyo de Convergencia i Unió en su investidura. Craso error, como el tiempo ha acabado por demostrar. Y en el pecado, como dice el refrán, se lleva la “penitencia”.

Desde entonces, los populares catalanes no han dejado de dar bandazos, fundamentalmente en su posicionamiento ideológico y político en una Comunidad Autónoma, no ciertamente fácil para el PP, debido a la fuerte implantación del nacionalismo en su doble cara, moderada y radical, CIU y ERC, y a la del PSC.

Pero cuando, también con el visto bueno de Aznar, Piqué volvió a Cataluña –después de haber sido Ministro de Industria, Portavoz y de Exteriores, en los Gobiernos del PP- para liderar el proyecto de los populares en aquella Comunidad, se vio inmediatamente que el fracaso estaba asegurado.

Es prácticamente imposible hacerse un hueco en una Comunidad Autónoma donde el nacionalismo es fuerte, si uno juega también a nacionalista. Entre el original y la fotocopia, normalmente la gente se queda con el primero y eso es lo que ha pasado en estos años al PP en Cataluña. Piqué, seguramente con buena intención pero de forma equivocada, ha querido “centrar” a su partido en Cataluña, a base de hacer continuos gestos a ese supuesto electorado moderado de CIU que, también supuestamente, podría estar un poco hastiado de la radicalidad de algunos planteamientos de sus dirigentes.

El resultado, en términos electorales, está a la vista... Pero es que en las elecciones autonómicas, el resultado del PP En las elecciones generales del 2004, el PP sacó sólo 6 diputados en Cataluña, 15 menos que el PSC. Con esa diferencia es muy difícil que se pueda conseguir ganar en el cómputo global de unas elecciones en toda España. Tampoco fue mucho mejor el resultado en las autonómicas y en las recientemente celebradas elecciones municipales, el partido liderado entonces por Piqué quedó en quinta posición en el cómputo global de Cataluña, bajando el 20% de votos respecto a las municipales de hace cuatro años.

Por tanto, el fracaso de Piqué, en términos electorales, ha sido estrepitoso y desde ese punto de vista, las medidas tomadas desde la dirección del PP en Madrid, se pueden considerar lógicas. Lo que ya no ha sido tan lógico, ni sobre todo elegante, fue la forma en que desde la dirección nacional del PP se “vendieron” esas medidas en términos bastante dañinos para Piqué y que convenientemente destacadas por algunos medios de comunicación, fue la gota que colmó el vaso del político catalán.

Queda por ver cual es el rumbo que toma ahora la barca del PP catalán. Si se limitará a un cambio de personas, el problema de fondo no se solucionaría. Si junto a ese cambio de dirigentes hay un discurso y una estrategia política más acorde con lo que los populares defienden y predican en toda España, entonces es probable que el PP vaya recuperando espacio electoral en Cataluña.

¿Habrán aprendido los máximos dirigentes del PP nacional la lección de estos años? ¿Por qué no toman nota de lo que ha sido un ejemplo de hacer política del PP en otra Comunidad Autónoma difícil, con una fuerte implantación del nacionalismo y además con la amenaza de la violencia, como es Euskadi? En esta Comunidad el PP lleva actuando hace años sin complejos, haciendo frente de forma democrática al nacionalismo y manteniendo un discurso de defensa de la Constitución y de lo que representa España. Los resultados están a la vista.

 
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