Quienes no quieren ver

Nos decía Benedicto XVI, en el contexto de encontrar un referente común para todos los hombres en el área de la bioética, que “En el contexto actual, aún surgiendo con cada vez mayor insistencia la justa reclamación a los derechos que garantizan la dignidad de la persona, se nota que no siempre estos derechos son reconocidos a la vida humana en su desarrollo natural y en los estadios de mayor debilidad. Una semejante contradicción hace evidente el compromiso que hay que asumir en los diversos ámbitos de la sociedad y de la cultura, para que la vida humana sea reconocida siempre como sujeto inalienable de derecho y nunca como objeto sometido al arbitrio del más fuerte. La historia ha mostrado cuán peligroso y deletéreo puede llegar a ser un Estado que procede a legislar sobre cuestiones que tocan a la persona y a la sociedad, pretendiendo el mismo ser fuente y principio de la ética.”

Parecería un poco contradictoria esta referencia a la dignidad humana como punto de encuentro común intercultural cuando en una sociedad, aparentemente no muy heterogénea como la española, es imposible encontrar un acuerdo sobre la dignidad humana que salvaguarde la vida en sus fases iniciales e impida la autorización y promoción del aborto. Pero el texto nos da la clave que define la pretensión del Estado en estos momentos, no se refería el autor específicamente a España, pero bien pudiera haberla tenido en mente. La pretensión del Estado de definir la verdad moral es incompatible con la democracia representativa y con el derecho de cada ciudadano de encontrar su propio camino moral. Así como las democracias debieron superar las pretensiones jacobinas de la religión democrática se deben superar las pretensiones del Estado radical que definir el conjunto de lo correcto. Máxime cuando se constata que la afirmación de derechos encubre principalmente la razón política y la búsqueda de la afirmación sádica del derecho del más fuerte.

Por eso, presente la dignidad humana como posible punto de encuentro, esta verdad moral es negada por quienes encuentran en ella un límite a su “voluntad de poder”. Claro que un buen número de diputados y diputadas, y senadores y senadores, ven la dignidad en riesgo con la brutal norma que están aprobando; pero con palabras falsas encubren para todos nosotros y para ellos mismos lo que no quieren ver. Ya lo dijo Bibiana con esa frivolidad que envidiaría Nietsche, un ser vivo pero que no es un ser humano.

 
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