El senador bebe

Escandalera global: el senador estadounidense Marco Rubio... ¡bebe! Dicho así, apeado el complemento directo y con ese matiz frecuentativo que adquiere el verbo, podría pensarse que lo que bebe por antonomasia es alcohol, y que lo hace asiduamente. No sabemos. Lo que sí parecemos saber todos los habitantes del ancho mundo es que bebe a destiempo y con cierta compulsión. Cuando menos le conviene, ante las cámaras y en mitad de una intervención solemne, se atiza a gollete un trago. De agua, bien es cierto, pero diríase bourbon atendiendo a la que se ha liado.

Ya saben. Estaba el buen chaval todo trajeado, encorbatado, envarado, con barras y estrellas detrás, metido en la réplica al discurso de Obama sobre el Estado de la Unión. En un intervalo de cinco segundos, poco más que una secuencia subliminal, se ve cómo el senador mira de reojillo a su izquierda y se va inclinando mientras termina una oración: «... the ones that the president laid out tonight». Aprovechando el punto final, coge un botellín y, tras pasarse rápidamente la lengua por los labios ya casi cuarteados, da un sorbito a morro. Traga —queda registro sonoro de la deglución: glup—, se agacha otra vez a fin de dejar el botellín, sin desviar la mirada más que lo justo para un brevísimo atisbo del punto de apoyo, y continúa: «The choices are just...». Pues, chico, la risión. Que si la abuela fuma, que si Marco Rubio bebe.

Obvio que bebe. La sed nos ataca a todos. Aquí el asunto que ha dado que hablar ha sido el porqué y el cómo, indicios de nervios en los dos casos. El porqué: la bisoñez ha hecho que se le quede la boca estropajosa y árida. El cómo: la forma de aliviar el reseco ha seguido una ejecución espasmódica, poco natural, con ese trago furtivo y como vergonzante a un botellín cutre de plástico. ¿Esto es un demérito del futuro candidato a más altas cotas de responsabilidad? Yo creo que al contrario. Le da un aire de cercanía, un encanto de muchachuelo atribulado, que no le hubiéramos visto en caso de no beber, o de beber con parsimonia de una inmaculada taza blanca, engarabitando incluso el meñique para mayor empaque senatorial.

La buena impresión se redondea con el comentario explicativo tan sencillo como irrefragable que ha puesto Marco Rico en Twitter: «Necesitaba agua. ¿Qué iba a hacer?». Si es que suena a disculpa y todo. Cómo somos, ¿eh? Mal está que cualquier persona beba, pero que sea un representante político, que lo haga en directo ante las cámaras y que encima no guarde las formas, eso es sencillamente intolerable. Cierto, no ha pasado de un sorbito de agua. ¿Y qué? La sabiduría popular es universalmente aplicable, da lo mismo que se trate de bourbon en vaso o de agua en botellín: hay que saber beber, hombre, hay que saber beber.

 
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