El Congreso se divierte

El rey ha abdicado,

y el circunspecto parlamento,

la abdicación,  ha aceptado,

por trescientos menos uno,

sumando la oposición,

los otros cuarenta y uno;

ya que el uno no encontró

el voto que había perdido,

marchándose a meditar,

 

al salón de votos perdidos.

Los que la abdicación no aceptaron,

pudieron hablar libremente,

como así correspondía

a  democracia, que se precie.

Cayendo en  el esperpento,

algo que Valle Inclán,

ya definió con gran acierto,

como carácter singular

de éste pueblo nuestro.

¿Qué mayor contradicción,

que en contra del Rey estar

y no aprobar su abdicación?

Y así el del singular mostacho,

no solo voto que no,

que levantándose muy ufano,

para que su mujer lo viera

por la televisión, proclamó

con voz tonante La República,

como en el anuncio de Ikea,

que el niño quiere, que república sea

en la casa, su habitación.

Y que decir, del que publicitaria

camiseta,  que con orgullo vistió,

y como si de un “alien” se tratara,

justificó su voto y posición,

con actitudes y palabras,

que por decoro no decimos

ya que de ofensa se trató.

Al igual que estos ejemplos

el resto, por la tribuna desfiló

diciendo que votaban no,

o votarían abstención,

completando el esperpento,

que afortunadamente quedó,

enterrado en los trescientos,

menos uno, que ganó la votación.

José Ramón Pablos.

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