Debate del estado de la Nación. La intervención de Zapatero refuerza la tesis del adelanto electoral y de que las Cortes ya no abrirán sus puertas después del verano

El desarrollo del debate sobre el estado de la Nación, último de José Luis Rodríguez Zapatero como presidente, dio la impresión de que se asistía al final de la legislatura y de que las Cortes ya no abrirán sus puertas tras el verano porque se producirá un adelanto electoral.

Diputados y periodistas que presenciaron la sesión llegaron a esa conclusión, a la vista también de que el todavía presidente del Gobierno no aludió a nuevos proyectos e iniciativas para debatir en el Congreso, ni esbozo pista alguna sobre cómo serán los Presupuestos para 2012.

El propio tono de ‘adiós definitivo’, de despedida, que utilizó Rodríguez Zapatero en su discurso contribuyó a esa impresión de legislatura cerrada. Por la mañana, se dedicó a despedirse de algunos parlamentarios e incluso se le pudo ver algún asomo de lágrimas.

Desconfianza

Como suele ser habitual, el presidente estuvo lineal y plomizo en su primera intervención, mientras que Mariano Rajoy se despachó con una réplica contundente, ante lo cual el Zapatero replicó con más fuerza y el debate se animó algo.

El líder del PP insistió en su mensaje de fondo, ya manejado intensamente durante la campaña de las elecciones locales: la desconfianza que merece el presidente del Gobierno, que ahonda la grave situación de España, y por lo cual debería convocar las elecciones ya porque cuatro meses más en esta deriva castigarían mucho más al país.

Zapatero remachó de nuevo la ausencia de propuestas de Rajoy y su falta de colaboración para tratar de resolver los problemas de España (el famoso “cuanto peor, mejor”). Acusó a su rival de falsedad en el manejo de cifras, aunque reconoció que los malos datos del paro son irrebatibles.

Rajoy eludió un enfrentamiento personal directo, para lo cual atribuyó los “insultos” de su rival, no a él, sino a quienes le habían escrito los discursos.

Dentro de ese ambiente de despedida, el líder del PP terminó su intervención mostrando a Zapatero la consideración “hacia su persona” y expresándole “los mejores deseos para su futuro personal y familiar”.

Los arrebatos de aplausos en las dos bancadas fueron abundantes pero sin exageración. En el bando popular, el más excesivo fue Jorge Moragas (advertido por el presidente), y a José Luis Ayllón se le escuchó llamar “loco” a Zapatero y a algún diputado rival. En los bancos socialistas, Moraleda recibió una llamada de atención de José Bono, y entre los ministros la más excitada fue Leire Pajín, casi siempre la primera en iniciar los aplausos a Zapatero.

 

En la tribuna de invitados asistieron a la sesión María Dolores de Cospedal y Esperanza Aguirre, que se sentaron juntas, y Alberto Ruiz-Gallardón.

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