Javier Sandomingo, de número dos en La Habana con José María Aznar a polémico enlace de Moratinos con la disidencia cubana

El director general de política exterior para Iberoamérica, dependiente jerárquico del ministro Moratinos y de la secretaria de Estado para Iberoamérica, ha pasado en diez años de ser alabado por Matutes a ejercer de correa de transmisión del gobierno socialista con la disidencia cubana.

Así, este pasado mes de marzo, Sandomingo estuvo en Miami para reunirse con la disidencia cubana en el exilio. Este mes de junio, ha mantenido reuniones en Madrid –el otro gran foco de exilio cubano- con representantes de los grupos opositores internos de la isla: el Movimiento Cristiano Liberación, por ejemplo. En esta última reunión, Sandomingo se limitó a exponer el resultado de la primera ronda de diálogo sobre Derechos Humanos entre La Habana y Madrid. Según los datos recogidos por El Confidencial Digital, dicha reunión, a petición de Exteriores, iba a ser secreta, pues coincidía con la llegada a España del ministro de Exteriores cubano Felipe Pérez Roque, amigo personal de Moratinos y hombre con proyección en el postcastrismo, según opinión oficial del palacio de Santa Cruz que no coincide con la de los estudiosos del régimen.

Como se sabe, también Sandomingo fue el encargado de asumir el ingrato papel de reunirse con los disidentes que acudieron a la llamada de última hora realizada por la delegación española que, encabezada por Moratinos, viajó a Cuba en abril. En aquel momento, las autoridades españolas aceptaron la imposición cubana de que el ministro no se reuniera con la disidencia. Finalmente, las transacciones acordaron que un representante español, de perfil administrativo y no político, se viera con la disidencia, pero sólo después de la partida de Moratinos. Sandomingo fue el elegido para las conversaciones. La mayor parte de los opositores rechazaron dicha invitación: quienes hablaron, como las Damas de Blanco, señalan que se trató de una reunión brevísima y silenciosa, donde Sandomingo insistió en que las puertas de la embajada española en La Habana estaban abiertas para la disidencia.

A modo de inciso, cabe señalar que las puertas de la embajada española en La Habana no están abiertas para la disidencia. Baste el ejemplo de que los disidentes fueron convocados a la conversación mediante llamada telefónica del portero de la embajada. Antaño era el número dos o el propio embajador quien hubiera realizado las llamadas. Por supuesto, la embajada española no proporciona ni acceso a internet ni resúmenes de prensa a los disidentes cubanos desde que Carlos Alonso Zaldívar asumió el puesto de embajador. Eso contrasta con la postura de otros países de la UE, como la República Checa, Holanda o Suecia. El nivel de molestia de los disidentes cubanos con este acumulado de desdenes es muy grande.

En cuanto a Sandomingo, diplomático veterano y con experiencia de embajador, los disidentes le reconocen honestidad, saber hacer y cercanía. Quizá su capacidad de empatía con los disidentes sea la que ha llevado a Moratinos a delegar el papel de enlace de España con los demócratas cubanos. No en vano, Sandomingo fue encargado de negocios –número dos- en La Habana, en el primer gobierno de Aznar. Es un puesto de importancia y confianza habida cuenta del carácter político de las designaciones para esta embajada. Sandomingo llegó a ejercer de embajador en funciones en tiempos de vacancia del puesto de embajador, y tuvo un papel en el impulso del Centro Cultural Español en la capital cubana, centro que el castrismo cerraría en el segundo gobierno de Aznar como represalia por el cariz anticastrista del presidente. El Centro sigue cerrado todavía. Sandomingo, en sus años en La Habana, siguió con empeño personal las desventuras de los disidentes bajo la tiranía castrista.

Sandomingo, en definitiva, ha pasado de ser hombre de confianza de la administración de Aznar a hombre de confianza de la administración de Zapatero. Curioso caso de reciclaje por obediencia jerárquica que sorprende más al saber de las depuraciones emprendidas por Moratinos con diplomáticos señalados en el gobierno Aznar: por ejemplo, el ex embajador en Cuba Jesús Gracia.

 

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