Condiciones de la paz en el País Vasco según un ‘negociador’: legalizar todas las formaciones (Sortu incluido), acercar los “prisioneros” de ETA, mesa de partidos

Pierre Hazan, uno de los mediadores internacionales que asistió a la conferencia de San, Sebastián, ha explicado los términos en que se negoció la llamada paz en el País Vasco. Incluye el acercamiento a Euskadi de los 700 “prisioneros” de ETA (así los llama). Y habla de “todas las víctimas”.

En un artículo publicado el sábado en Le Monde, Hazan, miembro del Grupo Internacional de Contacto, autor de un libro titulado ‘La paz contra la justicia’, detalla así las condiciones negociadas por los mediadores:

1. “Una normalización política que incluya la legalización de todos los partidos que renuncian a la violencia”. (Aunque no lo cita, se da por supuesto que incluye a Sortu).

2. Cambios (la palabra que usa es “ajustes”) en la política penitenciaria. Y entre paréntesis concreta: “Como el acercamiento al País Vasco de los 700 prisioneros de ETA, 140 de ellos detenidos en Francia”.

3. Apertura de un diálogo multipartito.

“El último conflicto de Europa Occidental”

El artículo, que por título ‘Como ha terminado el último conflicto de Europa Occidental’, explica que, tres días después de la conferencia “sobre el conflicto vasco”, la “organización separatista ETA” anunció el abandono definitivo de la lucha arma. “El último conflicto de Europa occidental” finalizaba tras cuatro décadas de violencia y un millar de muertos.

“La paz se hace con enemigos, a pesar de la sangre derramada”, escribe Hazan, quien recuerda el conflicto en Irlanda, para decir que los problemas irlandés y vasco han sido a menudo percibidos como “hermanos”, “con reivindicaciones nacionalistas, decenios de violencia, y tantas vida cortadas o mutiladas para siempre”.

Afirma que una parte de la clase política española se pronunció contra los organizadores de la Conferencia de San Sebastián. Rajoy dio pruebas de responsabilidad, “guardando un prudente silencio”, pero el ex primer ministro Aznar denunció la equivalencia moral que se establecía entre terroristas y demócratas. Añade que era una crítica infundada, porque “no estábamos allí” para dar legitimidad a ETA, sino para llamarle a cesar “la lucha armada”.

Por qué ETA lo deja

 

En la reunión de San Sebastián hubo serias divergencias sobre la naturaleza del conflicto y el futuro del País Vasco, pero todos coincidieron en lo esencial: el final irrevocable de la violencia de ETA, “sin que eso signifique para sus militantes el final de su combate por la autodeterminación”.

Muchos han visto –añade- en los éxitos de la policía francesa y española la única razón de la renuncia de ETA a las armas. Pero esta explicación es demasiado corta. Y cita las mediaciones internacionales, el cumplimiento por ETA de su “alto el fuego” de enero, el cese de los atentados desde 2009, la desaparición de la exigencia del ‘impuesto revolucionario’ (recuerda que unos cuarenta empresarios han sido muertos por ETA y una cincuentena secuestrados y que 2.000 personas vivían con escolta).

En primavera, las cosas se aceleraron. El triunfo de los nacionalistas en las elecciones del 22 de mayo, con un 61% de los votos en el País Vasco fue importante: “mostraba el vigor del nacionalismo y confirmaba el éxito de una estrategia vinculada al rechazo de la violencia”.

Después, en septiembre, los 700 “prisioneros de ETA y los ex prisioneros” se pronunciaron por el final de la lucha armada. Ekin notificó su disolución, ETA anunció al día siguiente que aceptaba someterse a una verificación del alto el fuego: “Las condiciones eran favorables para convocar una conferencia de paz”.

El anuncio del final de la lucha armada abre una etapa crucial. “El proceso de normalización ha podido comenzar y conducirá al final a la legalización de Sortu, a la entrega de las armas por ETA y a su disolución”. Las diferencias sobre el futuro del País Vasco se dirimirán en el marco democrático.

Concluye Hazan que las víctimas, “es decir, todas las víctimas, las de ETA y las otras, incluyendo las de grupos parapoliciales (GAL), que mataron etarras en los años 1980 sobre suelo francés en total ilegalidad, no serán olvidadas. No habrá aquí, como tras el final del franquismo y la transición democrática española, pacto de olvido”.

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