Marruecos, ¿amigos o enemigos?

Las relaciones entre España y Marruecos están consideradas por los expertos en materia geopolítica unas de las más complejas del mundo. Ambas naciones comparten intereses políticos, económicos y sociales, pero también viven intensos pulsos, por ejemplo, en materia territorial y de seguridad. En ámbitos militares se denomina a Marruecos como ‘la amenaza del Sur’, pero Zapatero insiste: “España será su mejor aliado”. ¿Amigos o enemigos?

-Aznar y la ‘amenaza del Sur’:, a la hora de hablar sobre Marruecos, se suele emplear la expresión ‘amenaza del Sur’. El mayo choque se produjo con Perejil. Aquel suceso supuso la retirada mutua de embajadores y necesitó de la mediación de Estados Unidos –entonces volcado en la guerra abierta contra el terrorismo yihadista mundial-. Aznar tensó la cuerda con los acuerdos de pesca y con el Acuerdo de Asociación con la UE, que abría las puertas del comercio europeo a Rabat. Las relaciones comenzaron a mejorar sensiblemente con la llegada de Zapatero al Gobierno en 2004.

- Zapatero, ‘mejor aliado’ del reino alauí: Zapatero, como jefe de la oposición, visitó Rabat por primera vez en 2001, en plena ‘tormenta’ diplomática entre ambos países que supuso la primera retirada del embajador español. La primera visita oficial del leonés como presidente fue a Rabat. El 24 de abril de 2004, Mohamed IV recibía por todo lo alto a Zapatero, el mismo día en que las portadas de todos los periódicos aseguraban que fue un marroquí quien colocó un artefacto explosivo en las vías del AVE.

La reunión entre ambos dirigentes giró en torno a los atentados del 11-M. La prensa marroquí y la Casa Real alauí –en una extensa nota oficial- alabaron la actitud “dialogante” del nuevo presidente español. Comenzaba así una época de “entendimiento” entre las naciones separadas por Gibraltar. Durante estos años, y tras numerosos encuentros entre el monarca marroquí y Zapatero, el discurso del Gobierno socialista ha colocado a España como el “mejor aliado de Marruecos” y “valedor” de la entrada del país magrebí en la OTAN. A cambio, Marruecos ha mantenido durante todos estos años un ‘doble juego’ poco saludable para la imagen del Gobierno español.

-Las inversiones españolas, claves para Marruecos: Mohamed VI ha reconocido en varias ocasiones que la presencia de empresas españolas y francesas en Marruecos es “fundamental” para garantizar el desarrollo del país. El empleo es una de las prioridades del monarca ya que afecta directamente a la seguridad del país: con una mayor población activa se evita la creación de las bolsas de marginación y pobreza de las que ‘bebe’ el islamismo radical. Inditex, Altadis, Fadesa, Méditel, Pescanova, ACS… prácticamente todas las empresas nacionales con horizontes internacionales tiene un pie en Marruecos.

El reino alauí, además de ofrecer ventajosas condiciones tributarias y mano de obra más barata, dispone de grandes infraestructuras para la exportación, como el nuevo puerto de Tánger-Med, el mayor de toda África y uno de los más importantes del Mediterráneo.

Sin embargo, Marruecos también supone una amenaza para la economía española: grandes multinacionales, como Renault, están valorando la posibilidad de trasladar su producción al país magrebí. Los intereses económicos, sobre todo agrícolas, que comparten Marruecos y España son uno de los principales vínculos que mantienen equilibrada la balanza diplomática entre ambos países.

-Reclamaciones territoriales: el régimen marroquí siempre ha exigido la devolución de las ciudades autónomas de Ceuta y Melilla. Una meta que Marruecos confía en conseguir a largo plazo. El Gobierno Español mide al milímetro cualquier alocución pública sobre las ciudades del norte de África y programa con cuidado cualquier visita oficial. El objetivo de esta comedida posición es no alentar ningún tipo de protesta marroquí en las fronteras de las dos ciudades, como la que tuvo lugar este verano en Melilla. Para España, además de un asunto diplomático, Ceuta y Melilla suponen una cuestión de seguridad nacional.

La integridad territorial de ambas es una prioridad para las Fuerzas Armadas, pese a que el Gobierno ha diseñado una amplia política de desmilitarización en la zona .

-Aliados militares que rivalizan: Marruecos y España son en la práctica dos grandes aliados en materia militar. Ambos diseñan maniobras y ejercicios conjuntos de sus Fuerzas Armadas. Esta colaboración militar comenzó a desarrollarse durante el primer gobierno de Felipe González. En 1983, durante una visita a Rabat, el por aquel entonces ministro de Defensa, Narcís Serra, anunció la intención de ambos países de firmar un protocolo de ejercicios aéreos y navales. Hasta entonces, España había vendido material militar a Marruecos, un material que fue sufragado a través de acuerdos pesqueros.

 

Sin embargo, pese a esta cooperación militar, en las Fuerzas Armadas españolas se sigue mirando con recelo al vecino del sur. Sin llegar a considerarlo enemigo, hay quien señala el papel de Marruecos como rival. Y por ello no se entienden algunas decisiones más o menos recientes que han “debilitado” la presencia militar española en el norte de África. La más polémica fue la desaparición del Mando de Artillería de Costa del Estrecho (MACTAE) y su reconversión en Regimiento. Las actividades del MACTAE, potenciadas por Aznar y que molestaban sobremanera a Mohamed VI, eran según fuentes militares la red de sensores más eficaces para el control del Estrecho, ya que monitorizaban toda actividad en aguas de Gibraltar, como la inmigración ilegal, el narcotráfico y los movimientos de la flota militar marroquí. El último anuncio que tiene en vilo a las tropas españolas son las órdenes de Mohamed VI para acelerar la construcción de su primera base naval en el área del Estrecho, que estará situada a 20 kilómetros de Ceuta.

-Marruecos quiere influir en las urnas españolas: es una cuestión muy recurrente en la prensa marroquí. Se han escrito multitud de artículos de opinión y columnas incitando al régimen a dejar su sello en las campañas electorales españolas. El sector más conservador de la prensa marroquí apoya al Partido Socialista y califican a Mariano Rajoy de “amenaza” para los intereses del país magrebí. Durante la campaña electoral de las elecciones generales de 2008 en España, fue un tema en la necesidad “recordar a los españoles” que un triunfo del Partido Popular supondría graves perjuicios para las relaciones entre ambos países, en materia comercial, de inmigración y seguridad. “Esas son las armas que tiene Marruecos frente al elector español”, señalaba por aquel entonces un columnista del diario L’Opinion de Rabat.

En España viven unos 800.000 marroquíes, la mayoría en Andalucía, Cataluña y Madrid. La opción de voto en España de estos ciudadanos siempre ha sido una cuestión deseada para Mohamed VI. La prensa marroquí, por ejemplo, ensalzó a Jordi Hereu, alcalde de Barcelona, cuando de visita en 2009 en Rabat propuso públicamente que los ciudadanos de Marruecos pudiesen votar en las municipales autonómicas. Y podrían hacerlo, además, a partidos como el PRUNE, de reciente creación, cuyo ideario político ha sido acusado de estar diseñado directamente por Rabat.

-“Más vale malo conocido…”: En ámbitos políticos y militares suele escucharse, incluso desde los elementos más críticos, aquello de que Mohamed VI es la “opción menos mala”. En el convulso norte de África –ahora amenazado por Al Qaeda en el Magreb Islámico-, un monarca como el alauí es una garantía contra el fundamentalismo y el terrorismo que amenaza a Europa, y también a España. Mohamed VI recuerda habitualmente a España las reivindicaciones que los terroristas islámicos mantienen sobre Ceuta y Melilla. El regente marroquí es un impulsor del moderantismo religioso, sobre todo en sus Fuerzas Armadas –en sus años de gobierno se ha ‘cargado’ a los mandos militares con fuertes posiciones en materia religiosa-. Ante la amenaza de que Marruecos pueda caer bajo el poder de poderes más radicales, el apoyo de España el régimen de Mohamed VI; tiene también implicaciones para la seguridad nacional.

-La cuestión del Sahara: España abandonó la provincia del Sahara con un compromiso de impulsar su independencia frente a Marruecos, pero Hassan II y Mohamed VI después han frenado cualquier intento de la comunidad internacional por hacer efectiva la soberanía del pueblo saharaui sobre su territorio. Las implicaciones y responsabilidades de España son evidentes por tratarse de un antiguo territorio colonial, de hecho, ha sido históricamente un tema recurrente para la izquierda española. Actualmente, tras los incidentes producidos por la desmantelación de un campamento-protesta saharaui, el Gobierno español ha mostrado cierta debilidad a la hora de abordar el tema. Un ejemplo de ello es el doble discurso que han mantenido la ministra de Exteriores, Trinidad Jiménez, y el ministro de Presidencia, Ramón Jauregui, en los primeros momentos de la crisis. La tibieza de la respuesta diplomática española ha puesto de manifiesto, de nuevo, que no tocar el tema del Sahara es algo fundamental para no molestar a Mohamed VI.

-La mediación del rey: don Juan Carlos es el mejor mediador que tiene España para dirimir todas estas cuestiones con Marruecos. Fue él el que ayudó a desbloquear la crisis veraniega en Melilla tras reunirse con Mohamed VI. Gran amigo de Hassan II, don Juan Carlos mantiene abierta permanentemente una vía de contacto con Rabat, pese a que las visitas de Estado al país vecino son escasas. En una de las últimas, en 2005, que escenificaba la reconciliación de ambas naciones tras el incidente de Perejil, el monarca de la dinastía alauí tuvo un gesto sin precedentes al recibir al rey de España sobre la pista de aterrizaje del aeropuerto de Rabat. Suponía un gesto de respeto medido milimétricamente por su gabinete que tuvo gran eco en la prensa marroquí. Don Juan Carlos es, sin duda, la figura más respetada en Marruecos, y su papel en el mantenimiento de la ‘balanza’ es determinante.

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