¿Es la Semana Santa una agresión al ciudadano y una imposición al laicismo?

Los laicistas radicales no se dan por vencidos. Continúan con su campaña de acoso y provocación a los católicos. Tras los asaltos a varias capillas universitarias, su próxima batalla en el calendario era la Semana Santa. La Delegación del Gobierno en Madrid ha prohibido la ‘procesión atea’ prevista para el Jueves Santo en la capital. Pero, ¿son las celebraciones religiosas una agresión al ciudadano y una imposición al laicismo?

La convocatoria de la ‘procesión atea’ del Jueves Santo en Madrid atenta contra principios fundamentales, como la libertad de culto y de expresión, recogidos en la Constitución Española como derechos esenciales del individuo. Además, su propaganda ha venido acompañada de un claro ánimo de ofender. Los promotores de la iniciativa se han equivocado en sus mensajes. Todo el mundo tiene reconocido, según la Carta Magna, el derecho de asociación y manifestación respetando el orden público.

De hecho, a nadie le molestan acontecimientos en las calles como la Cabalgata de Reyes, la Vuelta Ciclista a España o la fiesta del orgullo gay. ¿Y por qué? Pues porque no son entendidos por los ciudadanos como una provocación: simplemente el que quiere va, y el que no, evita acercarse lo máximo posible a la convocatoria. Pero si una de las consignas de la procesión objeto de la polémica es que “una de las paradas obligadas del desfile será la Iglesia de las Escuelas Pías, quemada por el pueblo de Madrid en la revuelta que hubo con la República”, el cariz del evento adquiere ya tintes antidemocráticos.

Las creencias y tradiciones, sobre todo si tienen carácter religioso, corren peligro en la sociedad actual. Los ataques a todo lo que tiene que ver con la religión católica son cada vez más frecuentes poniendo en entredicho, incluso, la denominación que se ha dado desde siempre a los periodos vacacionales que coinciden con la Navidad o, en este caso más concreto, con la Semana Santa. Un ejemplo reciente, el de un presidente autonómico del PSOE. A José María Barreda se le ocurrió la posibilidad de llamar a estos días de parón escolar que se avecinan “vacaciones entre el segundo y tercer trimestre”.

Los Gobiernos no deben ir en contra del sentir de una mayoría de ciudadanos que, por la tradición católica de siglos que existe en España, participan de un modo u otro en la Semana Santa. Prueba de ello, son los millones de personas que durante los próximos días tomarán parte en los desfiles procesionales como cofrades y que saldrán a las calles para ver procesionar a las hermandades y cofradías de su pueblo natal o de su lugar de residencia.

La Constitución vigente de 1978 reconoce que España es un país aconfesional. El artículo 16 también reza que los poderes públicos tendrán en cuenta las creencias religiosas de la sociedad española y mantendrán las consiguientes relaciones de cooperación con la Iglesia Católica y las demás confesiones. Pero no solo eso. Asimismo, se garantiza la libertad religiosa y de culto de los individuos y las comunidades sin más limitación, en sus manifestaciones públicas o privadas, que la necesaria para el mantenimiento del orden público protegido por la ley. 

Esto quiere decir, por tanto, que se deben respetar todas las confesiones y no se debe tratar de imponer un laicismo radical. Dentro de ese respeto, y aunque no existiera ninguna religión oficial en el Estado, se entiende que lo lógico sería respetar el sentimiento mayoritario en torno a determinadas cuestiones ligadas a la tradición religiosa de la mayoría de la población y que forman parte de las raíces tradicionales y culturales de la mayor parte de la sociedad española.

Atacando a las hermandades y a las cofradías, no se ataca solo a la Iglesia, lo que se hace es agredir el sentir de la religiosidad popular española con tantos siglos de historia. Se entra en este punto en un ataque a los derechos individuales de los católicos. Hay gente a la que le gusta la Semana Santa por lo que representa, por el arte de los pasos, la tradición; y gente a la que no, que prefiere irse a la playa o al campo. Eso es comprensible. Lo que no lo es son las posturas totalitarias y coartar la libertad de los demás.

El respeto a las tradiciones debe ser la base de la convivencia en una sociedad plural que sigue manteniendo vivas celebraciones como la Semana Santa, una fiesta que hay que defender como una conmemoración religiosa fundamental para los creyentes y como un símbolo religioso que se ha convertido en un importantísimo patrimonio cultural en todos los pueblos de España. Pero no solo como elemento religioso unido a la cultura, el arte y la tradición. Tampoco hay que olvidar la importante repercusión turística que dejan estos días en muchos puntos del país.

Ni el grupo de chicas que se desnudó en la capilla de Somosaguas de la Universidad Complutense de Madrid, ni la ‘procesión atea’ del Jueves Santo son hechos casuales. Están organizados y orquestados de cara a la visita a España este verano del Papa Benedicto XVI.

 

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