¿Qué se celebra exactamente en la Diada de Cataluña?

A sólo cinco días de la Diada, la gran celebración nacionalista catalana ocupa buena parte del espacio de los medios, conversaciones políticas y charlas ciudadanas. Suele discutirse la repercusión y los efectos que tendrá, el calado del sentimiento independentista en la comunidad y las cifras de participantes, pero ¿qué conmemora exactamente este acto?

Celebración independentista de la Diada.
Celebración independentista de la Diada.

El próximo jueves se cumplen 300 años de la toma de Barcelona por parte de las tropas borbónicas. El conflicto se enmarca en la Guerra de Sucesión Española entre los partidarios de los Habsburgo y los de los Borbones.

Carlos II 'El Hechizado', último representante de la casa de Austria en España, murió sin descendencia en 1700. Su trono se lo disputaron desde entonces Felipe de Anjou (futuro Felipe V), sobrino nieto del monarca fallecido, y el archiduque Carlos, perteneciente a la rama austriaca de los Habsburgo y sobrino segundo del anterior soberano.

La guerra, aunque en teoría acabó con el Tratado de Utrecht en 1713 (que supuso, entre otras cosas, la pérdida de Gibraltar), continuó de facto en España. En Barcelona, los defensores austracistas (partidarios del archiduque) fueron sometidos a un sitio de catorce meses, hasta que la ciudad cayó ese 11 de septiembre de 1714.

¿Por qué se celebra esta fecha, si supuso una derrota? ¿Luchaban los catalanes por mantener sus privilegios dentro de España, o por la independencia? ¿Existía ya el nacionalismo? Para responder a estas y otras preguntas, El Confidencial Digital se ha puesto en contacto con dos prestigiosos historiadores, expertos en la materia.

Fernando Sánchez Marcos, catedrático de Historia Moderna en la Universidad de Barcelona

En opinión de Fernando Sánchez Marcos, la versión que se ha publicitado los últimos años no es correcta. “Se ha pintado como una lucha por las libertades catalanas, pero combatían por las libertades de España”.

La elección de la fecha no tiene que ver con los motivos de la contienda, mantiene. Entre 1640 y 1652, la Sublevación de Cataluña sí tenía fines independentistas. Aunque el resultado es, al igual que en 1714, una derrota, la experiencia fue diferente. La sensación fue que Francia, aliada de los catalanes durante la guerra, había traicionado a estos.

En parte por este motivo, asegura Sánchez Marcos, se produce la resistencia contra Felipe de Anjou, el candidato francés al trono. Además, el sistema político borbónico estaba caracterizado por un marcado centralismo, lo que contravenía los privilegios catalanes. Por su parte, el archiduque Carlos abogaba por mantener esta asimetría estatal.

Para el catedrático de la Universidad de Barcelona, es el “aura épica” de la defensa de la ciudad durante esos catorce meses lo que convierte la fecha en símbolo del regionalismo, primero, y del nacionalismo, más tarde.

La resistencia, que “al fin y al cabo fue heroica”, estuvo liderada por Rafael Casanova, la máxima autoridad política y militar de Barcelona en aquel momento. Generalmente se cree que cayó en la batalla, pero sólo fue herido. “Casanova, al igual que la Diada, está entre la historia y el mito”.

 

Este convencido austracista, que era un “patriota español” según su descendiente Pilar Casanova, es honrado ahora como uno de los iconos del catalanismo. A los pies de su estatua en la Ciudad Condal se depositan ofrendas florales durante la Diada.

Es a finales del siglo XIX y principios del XX, durante la renaixença, cuando se decide celebrar el acto conmemorativo. La primera celebración unitaria de la Diada, afirma Sánchez Marcos, no tiene lugar hasta 1905, y “no se oficializa propiamente hasta que llega la Generalitat Republicana”.

“La Diada, como el Guadiana, aparece y desaparece, al compás de la política española”. En el segundo centenario de la caída de Barcelona (1914) se celebra una importante conmemoración. Después, se prohíbe con Primo de Rivera. Más adelante, se retoma con fuerza durante la II República.

En 1931, durante el periodo  republicano, participan por primera vez el alcalde de Barcelona y el presidente de la Generalitat, sostiene el catedrático de la Universidad de Barcelona. Después, en la época franquista, se censura de nuevo.

La prohibición produce el efecto contrario, estimula el nacionalismo. Refuerza el sentido victimista que ya tenía la propia fecha. Eso no quiere decir que una parte de la sociedad no participara en esos sistemas [dictaduras de Franco y Primo de Rivera] y tuviera sus cargos, no se trata de un bloque unitario”, concluye Sánchez Marcos.

Fernando García de Cortázar, director de la Fundación 2 de mayo y catedrático de Historia Moderna de la Universidad de Deusto

Para el director de la Fundación 2 de Mayo, situar la celebración independentista el 11 de septiembre se debe a que “los teóricos del nacionalismo saben que las derrotas calan más en el imaginario popular que las victorias”. Pone como ejemplo el  Día de Castilla y León, que conmemora la capitulación de los Comuneros. “Crean un caldo de cultivo para la resistencia y la reivindicación”.

En su libro ‘Los mitos de la Historia de España’ García de Cortázar plantea el problema de las visiones del pasado que no se corresponden con la realidad. Ahí desmitifica “esa imagen de Castilla arcaica y militarista, frente a una Cataluña moderna y cosmopolita”. Aunque reconoce que tiene una dinámica burguesía, “la Cataluña profunda es la sociedad más tradicional de España”.

En su opinión, “el nacionalismo ha adulterado la visión del conflicto de 1714, porque Cataluña luchaba por España”. Esta distorsión se produce a partir del Romanticismo, a finales del siglo XIX. Es una manipulación necesaria, dice, “porque los nacionalismos necesitan una historia y un pasado propio que no tienen”.

Como prueba aduce que, frente a la visión profundamente negativa que impera en Cataluña sobre Primo de Rivera, a éste lo aupó al poder la burguesía catalana, asustada por el desorden imperante; el propio Franco, mantiene, acabó con el conflictivo panorama anarquista de 1931-1936.

Otro ejemplo, asegura el Premio Nacional de Historia de 2008, es la frase del embajador de Mussolini, Roberto Cantalupo, que afirmó que Barcelona sería la capital del fascismo español.

El sentimiento nacionalista ha evolucionado rápidamente en la época democrática, en su opinión. En la multitudinaria Diada de 1977, los principales reclamos eran amnistía y autonomía, mientras que los gritos de independencia eran completamente residuales. Un hecho sostiene esa teoría, a su juicio: la Constitución del 78 se votó en Cataluña mucho más que en el resto de España.

La clave para entender esa mutación, de autonomismo a independentismo, es la propaganda ejercida por la Generalitat, alega el catedrático de la Universidad de Deusto. “El gobierno catalán ha utilizado los fondos que les adjudicaba la Constitución para crear una España plural, pero en su lugar ha construido una monolítica en torno al nacionalismo”.

Una de las vías principales, sostiene, son los medios de comunicación, al servicio de la Generalitat en la mayoría de los casos. Ve una gran diferencia con el País Vasco, donde se ha resistido mucho más. “Allí, los intelectuales se han plegado; aquí [es bilbaíno] les podían matar, pero no callar”. Una situación que conoce bien, puesto que tuvo que ser escoltado durante 12 años ante las amenazas de ETA.

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