Juicio a ‘La Manada’. ¿Por qué los delincuentes graban sus delitos y los cuelgan en Youtube?

La Audiencia de Navarra ha dejado visto para sentencia el caso de la violación múltiple de una chica a manos de ‘La Manada’. En el juicio, han sido claves las grabaciones que hizo un acusado con su móvil. Pero, sabiendo que esas grabaciones les pueden perjudicar, ¿por qué los delincuentes graban sus delitos y los cuelgan en redes como Youtube? 


La Manada.
La Manada.

En el caso de ‘La Manada’, fue el acusado Antonio Manuel Guerrero, agente de la Guardia Civil, el que grabó en su iPhone cinco fragmentos de la violación, que se produjo entre las 03.08 y las 03.27 del 7 de julio de 2016.

Un total de 96 segundos que han valido a la defensa de la víctima para probar que hubo agresión y que en cambio no hubo consentimiento por parte de la chica. El abogado de tres de los acusados, Agustín Martínez, ha intentado demostrar lo contrario: que el sexo fue consentido por ambas partes.

Delitos de sangre

Según fuentes jurídicas consultadas por El Confidencial Digital, la grabación de los delitos es una práctica muy extendida en los delincuentes. Dependiendo de la naturaleza de los hechos, responden a unos motivos u otros.

Por ejemplo, en caso de delitos de sangre, el fotografiar o grabar los hechos puede responder a desequilibrios psíquicos: motivaciones sádicas, narcisismo patológico o trastornos de la personalidad. Habitualmente, los delincuentes buscan recursos psicológicos para regodearse en sus acciones, a veces consideradas como "hazañas".

Sin embargo, las mismas fuentes señalan que los delitos de sangre son los que menos se encuentran en las redes o en los teléfonos móviles de los autores, ya que la gravedad de los mismos les lleva a no exponerse innecesariamente a la Policía.

Búsqueda de notoriedad

Otros delitos que sí son comúnmente grabados son los de conducción temeraria, acoso, racismo, agresiones verbales o incluso sexuales, como es el caso de ‘La Manada’.

Abogados consultados por ECD señalan que, cuando preguntan a sus clientes por qué grabaron esas acciones, obtienen todo tipo de respuestas: era una apuesta que había apalabrado con un amigo, quería demostrar a otra persona que era capaz de hacer algo, era un requisito para entrar en una banda o un grupo; e incluso, que ese contenido se viraliza enseguida en las redes y consigue seguidores.

En fin, para conseguir notoriedad en el mundo digital o el reconocimiento de terceros. Hay que destacar que muchos delincuentes suelen padecer problemas de baja autoestima; colgar los delitos en las redes es un síntoma más de inseguridad.

La aceptación del grupo

Según informes de psicólogos encargados por Instituciones Penitenciarias, algunos delincuentes buscan el amparo de otros, establecer canales de comunicación entre ellos y competir por quién ha cometido la acción más relevante o atrevida.

Para ello, llegan incluso a crear redes, grupos o comunidades de delincuentes, normalmente unidos por el mismo delito en el que están “especializados”. En dichos canales, difunden sus últimas ‘hazañas’ e incluso establecen rankings: puntúan sus acciones y las valoran.

Dentro del clásico recurso psicológico de buscar la seguridad del grupo, esta estrategia es un paso avanzado. Es complicado crear redes de delincuentes más o menos seguras que puedan escapar al rastreo de la Policía. Cosa que por otro lado es cada vez más difícil, ya que las fuerzas de seguridad están cada vez más especializadas en la investigación de delitos en las redes. Es el nuevo campo de batalla de la Policía contra los delincuentes.

Estrategia de despiste

Sin embargo, algunos penalistas añaden que la lógica del delincuente puede llegar a pensar fríamente la posibilidad de jugar al despiste con la Policía grabando sus delitos.

En este sentido, los autores de los hechos pueden subir el contenido a cuentas falsas en redes sociales, hackear ordenadores para borrar el rastro de los archivos o encriptarlos hasta el punto de que sea muy complicado restaurarlos.

El objetivo de esta estrategia es retrasar el trabajo de los agentes que persiguen los hechos, que pierdan tiempo en la reparación de las pruebas y mientras tanto, poder ocultarse y destruir las pruebas del delito.

Los que llevan a cabo estas acciones responden a dos perfiles: uno extremadamente calculador, racional y frío; y otro más pasional y escrupuloso que quiere desaparecer rápidamente del radar de la Policía. Éstos últimos suelen fracasar en su objetivo, mientras que los otros pueden escapar de los agentes durante años.

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