Los jugadores que no amaban el mundial

A la vista de tantos comportamientos estrambóticos, cuando no deplorables, ¿no es hora de que los grandes jugadores revelen, al menos, algo de carácter?

-         El psiquiatra Anthony Daniels, al comparar el lenguaje corporal de los jugadores de la selección británica de hace cincuenta años con la de hoy, afirma que ahí puede verse perfectamente el declive de la sociedad británica.

-         Es una grave afirmación, pero al menos algo de razón tiene: Daniels también compara la sencillez y bonhomía de los futbolistas de antaño –época de Di Stéfano, y también época de Pelé-, gente que sabía someterse a un entrenador, que sabía de su papel hacia la infancia, con el gesto adusto de tantos jugadores de hoy, que pese a ser multimillonarios haciendo algo que, en teoría, les gusta, y pese a tener cuanto la vanidad y ambición humanas pueden desear, con frecuencia parecen tener un rictus de sufrimiento o de tedio vital inexplicable.

-         En este mundial de Sudáfrica se están poniendo de relieve algunas disfunciones del fútbol. Por ejemplo, aquella Francia que maravilló hace doce años, posó de éxito de un modelo francés de asimilación de la inmigración. Hoy, insultos mediante, y con el apartamiento explícito de un jugador bretón bien educado, se resalta que el comportamiento de tantos jugadores franceses no hacía sino mostrar a las claras la cultura del resentimiento (ni siquiera cantan el himno) que predomina en los suburbios de las ciudades francesas, donde tienen su origen gran parte de los jugadores.

-         La ineficacia de algunos jugadores de los que se esperaba más puede ser una contingencia asumible. Pero es menos asumible la puesta en escena de egos tan grandes para caracteres tan pequeños. Cristiano Ronaldo, por ejemplo, llegó al Mundial convencido, literalmente, de que iba a enseñar a jugar al fútbol a todo el mundo. Al final, dio un espectáculo de patetismo infantil, ahogado en una rabia mal asimilada por jugar mal al fútbol, encarándose al entrenador, escupiendo retadoramente ante la cámara, no tomando la responsabilidad de comparecer y hacer declaraciones… Si acepta lo bueno del fútbol, ¿no ha de aceptar también lo malo? ¿Ni siquiera es consciente de que él puede que tenga algo de culpa, por no haber rendido como se esperaba?

-         ¿No hay una lección de verdad y de meritocracia que, frente al juego no aparecido de las grandes estrellas –Ronaldo, Rooney-, quienes despunten sean otros, quizá menos soberbios? ¿Alguien recuerda alguna declaración soberbia de la selección española que ganó la eurocopa 2008?

-         Entramos aquí en otro rasgo preocupante: la pérdida de la deportividad, la pérdida de la ejemplaridad. En las refriegas del juego siempre habrá algún gesto de violencia. El problema es que, al tomar como pasión verdadera un deporte que no es sino algo grato pero, al fin, trivial, también alentamos respuestas de desproporción. Como en la vida, en el fútbol no vale todo. No vale tomar el pelo a quien te paga, como han hecho varios entrenadores. No vale insultar al rival, no vale despreciarlo, como hace Maradona. Y menos vale reír estas gracias, sobre todo cuando todo el mundo es consciente de que hay ejemplos –caigan mejor o peor- de comportamientos rectos, limpios y caballerosos, de del Bosque a Guardiola.

Envíanos tus noticias
Si conoces o tienes alguna pista en relación con una noticia, no dudes en hacérnosla llegar a través de cualquiera de las siguientes vías. Si así lo desea, tu identidad permanecerá en el anonimato