¿Ha muerto IU?

Izquierda Unida ha vivido, durante los últimos 15 meses, en una especie de montaña rusa en la que, en varias ocasiones, la desaparición del partido parecía una amenaza más que real. El pacto con Podemos y la posterior refinanciación de la deuda con los bancos han dado aire a Alberto Garzón y los suyos, pero el futuro de la coalición es más que incierto.

Alberto Garzón.
Alberto Garzón.

La principal duda que tienen ahora históricos de IU es si el proyecto inicial de la organización ha muerto o, de lo contrario, se mantiene vigente. Todos apuntan que la Izquierda Unida, tal y como fue concebida hace treinta años, “jamás volverá”. No obstante, añaden algunos de sus dirigentes, eso no quiere decir que el proyecto no sobreviva.

Renovarse o morir

En ese sentido, miembros de Coordinadora Federal de Izquierda Unida reconocen que, antes de las elecciones del 20-D de 2015, la formación se encontraba en un “momento crítico”, con malas expectativas en las urnas, unas deudas que les acechaban, y un debate ideológico y estratégico a nivel interno sobre qué hacer el día después de los comicios.

Meses antes de esa cita con las urnas, Alberto Garzón había planteado una alianza electoral con Podemos que no solo fue rechazada por Pablo Iglesias, sino por un buen número de cargos de la coalición y también dirigentes históricos. Todo cambió, no obstante, después de celebrarse esas elecciones.

El hecho de conseguir tan solo dos escaños, y de comprobar que las subvenciones iban a ser mínimas por los pésimos resultados cosechados, hizo que “muchos se replantearan el futuro del partido” y se posicionaran, desde entonces, “abiertos a otras fórmulas”.

Ese cambio de actitud, unido a la decisión de Iglesias de pactar con IU para intentar el sorpasso al PSOE, blindó “una nueva forma de pensar” dentro del partido, además de una nueva máxima que, desde entonces, se repite una y otra vez en las reuniones de la formación: “Hay que renovarse o morir”.

El pacto con Podemos, de “no agresión”

Las dudas existentes sobre el pacto con Podemos tenían que ver, entre otras cosas, con la amenaza de perder la identidad propia como organización y virar hacia posiciones más próximas a la socialidemocracia. Un modelo que defendió el propio Pablo Iglesias durante la campaña para las generales del 20-D.

Desde Podemos, también tenían “la mosca detrás de la oreja”. Dirigentes de la formación morada, y el propio Iglesias, sospechaban que las verdaderas intenciones de Izquierda Unida pasaban por intentar “meterse en el partido” para después, y aprovechando la infraestructura de IU por toda España, hacerse con el control.

Esas sospechas en ambas direcciones provocaron que tanto Iglesias como Garzón sellaran un acuerdo en el que, además, iba implícito un “pacto de no agresión” entre las dos formaciones, con el objetivo de que cada una “trabajara por libre” sin entrar en la organización de la otra, y apostar por mantener las alianzas electorales en el tiempo.

Hacia una IU “territorial”

Dicho modelo, de hecho, es considerado, dentro de Izquierda Unida, la “principal vía para la supervivencia” en el futuro. En ese sentido, dirigentes del partido aseguran que “la izquierda está muy fraccionada” y solo con proyectos en común se pueden obtener buenos resultados en las urnas y garantizar “la capacidad de influencia” a nivel político.

 

En ese sentido, los miembros de la Coordinadora Federal de IU consultados afirman que, a corto plazo, por el propio modelo de la organización, y por los pactos con Podemos y otras formaciones, el proyecto pasará a ser “más territorial que nunca”.

Así, desde Izquierda Unida recuerdan que, desde su fundación, la coalición ha tenido un “marcado carácter federal” y que, además, se ha trabajado en crear una infraestructura organizativa en todo el país que hace de IU “un referente en las principales federaciones”, y un “socio indispensable” para llegar a acuerdos.

Por tanto, Garzón y los suyos apuestan por lograr más poder territorial, a través de pactos con Podemos en ayuntamientos, sin descartar gobiernos de coalición en las comunidades autónomas con otras formaciones, como el PSOE.

Queda aún por ver si IU y Podemos acudirán juntos a las elecciones autonómicas de dentro de dos años, pero en la actual dirección no se descarta en absoluto.

El dinero es la clave

La conclusión de todo lo dicho es que Izquierda Unida se ha dado cuenta de que, para poder subsistir, debe llegar a acuerdos con otras formaciones de izquierda, con el objetivo de llegar a gobiernos municipales y garantizar su entrada en parlamentos regionales, en el Congreso, y en el Senado.

Una “reconversión” que ha venido provocada, entre otras cosas, por la delicadísima situación económica en la que se encontraba la coalición a finales de 2015, al borde de la quiebra y con la negativa de los bancos a concederles más créditos que ampliaran aún más un agujero económico de 10 millones.

El pacto con Podemos para el 26-J no solo dio más escaños a IU, sino más fondos procedentes de subvencioes que han permitido a la formación renegociar con las entidades la refinanciación de la deuda. El dinero, incluso para un partido comunista, es la clave para que Izquierda Unida se mantenga en el tiempo...


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