¿Cómo podemos mejorar el sistema electoral?

El sistema electoral español está en tela de juicio. Se critica el bipartidismo. Se critica una excesiva representación de los nacionalistas. Y se critica tanto el sistema de listas cerradas y bloqueadas como el hecho de que partidos con implantación nacional –UPD, IU- estén menos representados de lo que deberían.

-         A raíz de la percepción de estas disfunciones, el Congreso ha trabajado en una Subcomisión de Reforma del Sistema Electoral General, que sin embargo no ha consensuado reformas de calado, limitándose a luchar contra la posibilidad del transfuguismo en los ayuntamientos, rediseñar las papeletas del Senado –donde hay listas abiertas- para que todos los candidatos concurran en pie de igualdad, etc.

-         El sistema electoral español abarca elecciones muy distintas, del Parlamento Europeo a las Comunidades Autónomas, pero las críticas se centran en las elecciones legislativas al Congreso.

-         Constitucionalmente, nuestro sistema electoral está configurado con una idea-fuerza: favorecer tanto la formación de Gobiernos como su estabilidad. Y, a la vista de las décadas transcurridas, ese es un objetivo que se ha conseguido.

-         Lo primero que recuerda el experto en sistemas electorales Antonio Martínez-Pujalte, profesor de Filosofía del Derecho, en su reciente libro “Los sistemas electorales españoles: evaluación y propuestas de reforma”, es que “está fuera del alcance del diseño electoral el asegurar que un país sea gobernado sabiamente”; en paralelo, puede decirse que no hay sistemas electorales perfectos, y en la propia Gran Bretaña –cuna de la democracia moderna-, el sistema electoral ha sido uno de los puntos candentes tanto de la última campaña electoral como de los primeros pasos del Gobierno Cameron-Clegg.

-         Según Pujalte, nuestro sistema está pegado a la realidad política de la sociedad, favorece la cohesión interna de los partidos y, como se ha mencionado, favorece la estabilidad parlamentaria y, por tanto, también gubernativa. Sus peores fallos están en la representación proporcional de partidos y territorios.

-         Lo primero es llamar la atención sobre la falta de igualdad de los sufragios en un punto: la desproporción del peso del voto según la circunscripción. Cada provincia –que es la circunscripción electoral en España- tiene asegurados un mínimo de dos escaños. El resto se completa según índices de población, pero al final resulta que un diputado por Madrid o Barcelona representa cinco veces más personas que un diputado por Soria, por ejemplo. Es un fallo que, además de representar más a unos territorios que a otros, prima a los partidos grandes.

-         El actual sistema ha venido primando a los dos partidos más votados, en especial al más votado de los dos. Sin embargo, ha primado sólo muy ligeramente a los nacionalistas.

-         En la práctica, sin embargo, esta prima existe, y es doble: los territorios con fuerzas nacionalistas están políticamente más representados, en tanto que sus diputados tienen un vínculo práctico de obediencia con su región más que con el conjunto del país; por otra parte, lo que se da es una llamada “proporcionalidad inversa”, por el mal trato que, correlativamente, reciben los partidos minoritarios pero con implantación en todas las circunscripciones, casos, por ejemplo, de IU y UPD. En 2008, por ejemplo, IU tuvo el 3,81% de los sufragios y sólo el 0’57% de los escaños. UPD tuvo el 1,2% de los votos y sólo el 0,29% de los diputados. El problema es que el sistema, en la práctica, sólo permite ejercer de “partidos bisagra” a los nacionalistas. El sistema, en fin, castiga a los partidos que no concentran su voto en unas pocas circunscripciones.

-         Se plantea, recurrentemente, acabar con el sistema de listas cerradas y bloqueadas y adoptar para el Congreso el de listas abiertas vigentes en el Senado. Sin embargo, según el profesor Martínez-Pujalte, dicho sistema no tendría por qué ser la panacea. En primer lugar, ni en el Senado español, ni en otros países –Austria, Holanda, etc.- ha implicado una mejora en la participación de los electores, pues en los sistemas no presidencialistas, los electores votan programas de partidos y no a personas concretas. Por otra parte, la vida dentro de los partidos conocería todo tipo de inestabilidades, quedando debilitadas las formaciones y mermada la capacidad de decisión. Asimismo, al reforzar el vínculo de un diputado con su territorio, perdería fuerza la solidaridad y la representación en términos nacionales de cada diputado, y sería muy fácil caer en casos de caciquismo –como los habidos en la España de la Restauración- o en prácticas corruptas como las habidas en Italia antes de la reforma de 1992, por ser el diputado individual mucho más susceptible a presiones.

-         El problema de “disciplina de partido” que se quiere solucionar con las listas abiertas tiene, según el profesor Martínez Pujalte, otra posible solución: establecer listas de oradores en cada sesión, para que los diputados tengan una iniciativa y una autonomía superiores a las que le concede la rigidez del sistema de grupos parlamentarios, tener más votaciones secretas, permitir el voto en conciencia, etc., de modo que pudiéramos hacer del Congreso una cámara en verdad deliberativa, al margen de la férrea disciplina de partido.

-         También se ha propuesto establecer una barrera del 5% de los sufragios nacionales para ir contra los partidos nacionalistas. Sin embargo, tiene un cariz antidemocrático el negar representación a ciudadanos que votan ampliamente una opción política en unas circunscripciones determinadas, ahí sí quedaría sobrerrepesentado el bipartidismo.

-         Para corregir las disfunciones apuntadas, cabría establecer, según Pujalte, una idea que va tomando fuerza: formalizar una circunscripción nacional complementaria de 50 escaños que reforzaría la “dimensión unitaria” del Congreso en clave nacional e igualaría y corregiría problemas de representación proporcional que hay ahora, al tiempo que disolvería, en parte, la sobrerrepresentación nacionalista. La Constitución permite un número de hasta 400 diputados, y lo cierto es que el Congreso español es, en Europa, la segunda cámara con menor ratio de diputados-electores. Por supuesto, habría problemas por cuestiones de austeridad y, ante todo, por la dificultad del sistema de asignación de escaños en esa circunscripción nacional complementaria. Pero en países como Suecia, Dinamarca o Grecia ha funcionado bien.

-         Una circunscripción nacional única, sin embargo, sólo es viable en países uniformes y de tamaño pequeño o mediano; en España iría en contra de la representación de los territorios y disolvería definitivamente el vínculo de cada diputado con su región.

-         Pujalte también propone pasar del sistema de asignación de escaños según la fórmula d’Hondt a una fórmula Sainte-Lagüe corregida, con la que se reducirían las primas al partido más votado y facilitaría la consecución del primer escaño. Asimismo, reducir el mínimo de escaños por circunscripción de dos a uno, reduciría la sobrerrepresentación de algunos territorios.

-         Otro punto de debate es el de los españoles que viven en el exterior, para los que se ha propuesto una circunscripción especial.

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