Argentina 1-2 Arabia Saudí: amargo debut de la albiceleste

Messi lucha contra su leyenda mientras la escribe. No puede haber algo más perverso que eso. Dicen que juega Argentina, pero quien lo hace, quien lo sufre, es Messi. Porque la gloria será suya si sale indemne de ésta. Y porque no habrá peor culpable que él si no satisface a quienes piensan que, sin un Mundial, Maradona le seguirá mirando desde ahí arriba.

Messi, con los brazos caídos, desnudo ante el caos que le rodeaba, tuvo que sufrir en sus carnes un episodio que pasará a la historia de los Mundiales. Porque Arabia Saudí remontó a Argentina. Porque la revolcó sobre el césped de la vasija de Lusail, convertida en un infierno verde para la albiceleste. Un triunfo épico que tuvo un final inquietante, con el rodillazo involuntario que le propinó el portero Al-Owais a Yasir Al-Shahrani en el ocaso.

Toda esa mística deportiva que siempre sirvió para engrandecer los relatos, sin embargo, se desdibujó ante el circo tecnológico. Porque el fútbol de ahora no es más que la consecución de episodios en los que el VAR es el protagonista, y los futbolistas simples marionetas encadenadas a los fotogramas. Y este Mundial que acaba de comenzar amenaza con romper por fin el cordón umbilical que unía al fútbol con la imperfección. Justo lo que nos hace sentir vivos.

TRES GOLES ANULADOS

Hasta tres goles anularon a los argentinos en el primer tiempo por fuera de juego, uno a Messi y dos a Lautaro Martínez, quien debió maldecir que las cabriolas con las que superó al portero Mohammed Al-Owais quedaran por siempre en el olvido. El aventurero Hervé Renard, seleccionador de Arabia y de trayectoria mítica en África, disfrutaba como un niño ante la incapacidad de la albiceleste de burlar la trampa de su defensa avanzada. Su tradicional camisa blanca resplandecía bajo el sol de Qatar.

Aunque fue Argentina la primera a la que el fútbol tecnológico echó una mano. Aún se estaba desperezando cuando Paredes se dejó caer en el área después de un ligerísimo agarrón de Saud Abdulhamid. El árbitro principal, Slavko Vincic, y el responsable del VAR, Paulus van Boekel, los mismos que esta temporada en San Siro llevaron al límite al Barcelona, entendieron que aquello debía ser penalti. El lunes, en el debut de Inglaterra, a Stones le señalaron una pena máxima en contra en un lance muy similar.

SELECCIÓN PARTIDA EN DOS

Pero ni siquiera el verse por delante en el marcador calmó a la selección de Scaloni. Siempre fue un equipo partido en dos, haciéndose evidente el socavón dejado por el lesionado Lo Celso en la línea de tres cuartos. Ya podía correr Paredes arriba y abajo, que De Paul se encargaría de emborronar cualquier buena intención. Di María, a la derecha, vivió desconectado. Mientras que el Papu no podía más que implorar que partido se jugara a su ritmo cachazudo.

Lo que quizá no esperaran los argentinos es que Arabia Saudí querría mucho más que sobrevivir. Que tras ese orden defensivo se escondería un fiero instinto por la eternidad. Fueron cinco minutos de rabia ofensiva saudí, insoportables para una Argentina hecha un flan. Saleh Al-Shehri se abalanzó por la historia, tal y como hiciera en su día Saeed Al-Owairan cuando marcó uno de los mejores goles de la historia de los Mundiales en 1994. No tuvo que correr tanto Al-Shehri, pero poco importó. Al Cuti Romero le dominó el pánico. Tanto que acabó por los suelos mientras la entregada afición saudí ahogaba todo cántico rival.

Desquiciada Argentina, recibió el segundo golpe justo después. Esta vez fue Salem Al-Dawsari quien besó el suelo después de marcar otro gol con una carga emocional sin igual. Nada supo hacer De Paul ante el recorte de Al-Dawsari, que dio continuidad a la acción con un golpeo a la escuadra convertido en obra de arte.

Nadie lo recordará, pero Al-Dawsari llegó a jugar 33 minutos con el Villarreal y frente al Real Madrid en mayo de 2018. Fue uno de aquellos futbolistas saudíes que LaLiga trató de promocionar en España. El éxito aguardaba en otra parte.

Scaloni, aunque quedara lejos de aquellos espectáculos en la banda de Sampaoli en el Mundial de Rusia, no podía esconder su frustración. La pesadilla siempre acecha en Argentina. Gritaba cuanto podía mientras trataba de corregir una disposición caótica y daba cuerda a cuanto tenía en el banquillo: Julián Álvarez, Enzo Fernández, Marcos Acuña... Pero nada.

Messi se tocaba la cara, desesperado. Desencajado. La derrota deja a Argentina a expensas de la México del Tata Martino y de la Polonia de Lewandowski. El fútbol puede ser muy retorcido.

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