LORENZO CAPRILE, modista

“España necesita coserse rápidamente porque estamos llegando al disparate nacional”

Lorenzo Caprile lleva 25 años de modista y acaba de recibir la Medalla de las Bellas Artes. Se estrena en televisión, siendo la voz más experimentada del jurado de Maestros de la Costura. Modista, Bellas Artes, maestro y trabajo: cuatro palabras cosidas a mano en su castiza solapa.

En el mundo de los espejos, Caprile no es un oasis. Es real.
En el mundo de los espejos, Caprile no es un oasis. Es real.

El modista, a su modo. Sin pasarelas, sin postureo, sin divismos, sin miedo a ir a contracorriente en un mundo lleno de gasas y tules de vaporosa superficialidad. Reconocido, admirado, imitado. Sus galones: 25 años de taller. Sus aplausos: el de esas clientas desconocidas que se visten a las anchas de Caprile. Vistió de novia a la Infanta Cristina. Convirtió a Letizia en una monarca de rojo pisando fuerte sus primeros pasos como Reina en Europa. En su costurero: trabajo. Metro, para medir a las personas con exclusividad. Aguja, para coser estilo y coherencia. Tijera para cortar lo que sobra y decir lo que piensa. Modista sin hilos de marioneta y con dedal para evitar los alfilerazos del loco universo de las tentaciones sin principios. Ahora, jurado con fundamento en Maestros de la Costura. Y a pesar del maquillaje de la tele, Caprile sigue siendo el mismo. Entre lino, pana, raso y encajes, aunque se diría todo de algodón. 

En una de las mangas del Barrio de Salamanca, en Madrid, el taller de Lorenzo Caprile no se intuye por fuera pero bulle por dentro. Entre corte y confección, en lo que según muchos vecinos sería una casa con vistas y comodidades, este modista primero de la lista dirige una industria a mano donde se visten las mujeres que sí quieren ser princesas.

Ding. Dong. Se abre el telón. A la izquierda, trajes largos con luz propia. Al fondo, dos estancias donde las bodas se convierten en realidad.

Espejos. Rollos de tela. Mujeres cosiendo con encanto.

En la habitación más XS de la estancia está el despacho del jefe. Tomamos medidas: dos metros cuadrados, así, a ojo. Con balcón a Claudio Coello. Aquí se sienta el trono de un trabajador que celebra por estas fechas unas bodas de plata sin remiendos. Entre patrones y santos, una mesa, unas sillas, y las paredes ya no dejan respirar al genio sin musas, al modista ordinario de la gente de postín.

Humo denso. Voz rasgada. Lorenzo Caprile no quiere meterse en jardines, pero tampoco quiere morderse la lengua. En ese equilibrio, con pespuntes, cogiendo los altos y usando el abre ojal, tiramos de entretela hilvanando preguntas.

Sin forros políticamente correctos. Sin faltriqueras. Sin sesgos elásticos. Un cigarro como los de antes, una ventana abierta, y le damos al pedal.

Acaba de recibir usted la Medalla de las Bellas Artes. Después de 25 años en la picota del oficio de coser, ¿le hubiera hecho más ilusión la Medalla del Trabajo?

Quizás sí, pero no me lo he planteado, sinceramente. Lo que me hubiera hecho ilusión es que el premio viniera con algo de dinerito… Mucho prestigio, mucho prestigio, pero al final…

Porque para usted la moda no es arte, o al menos no siempre. ¿Si sirve para vestir bien a una persona y realzar su belleza puede ser el octavo arte?

 

Creo que no. No pienso que mi oficio sea arte. Tampoco me interesa si es arte o no, me supera todo ese discurso.

Pero digamos que es más arte el vestido de Nochevieja de Anne Igartiburu que el desvestido de Cristina Pedroche para dar la campanada…

No… ¿Por qué? Cada una tiene su cosa… El traje de Pedroche tenía mucho trabajo. No me hubiera gustado a mí tener que bordar todo eso…

180 trajes al año para el mundo de las bodas: novias, madrinas, madre del novio… ¿Usted hace vestidos para hasta-que-la-muerte-nos-separe? ¿Su aguja cree en el matrimonio más que las estadísticas?

Intentamos poner nuestro granito de arena… Cuando me encuentro con antiguas clientas, les pregunto si el traje les ha traído suerte. Unas me dicen que sí, otras, que no, y algunas se echan a llorar y me cuentan su vida… Hay de todo. Mi ilusión es que nuestro trabajo sirva para que todo vaya bien, pero el ser humano es el ser humano. Hay cosas que un modista no puede controlar.

¿Qué es Cibeles?

Una diosa romana de la Abundancia y de la Agricultura, y de cosas preciosas…

¿Y la pasarela?

La pasarela es la pasarela… Como yo no participo en eso, es algo que me coge lejísimos… 

 “Si pudiera empezar de nuevo no llamaría a mi marca Lorenzo Caprile”. ¿Busca usted el anonimato social a estas alturas de sus éxitos?

Lo buscaba, pero con esto de la tele se me ha roto un poco ese sueño. Pero qué le vamos a hacer…

Acaba de inaugurar nueva aventura: la tele. Maestros de la costura está ya en TVE. ¿Hay cantera para este oficio, en un mundo en el que los chinos cosen como chinos?

Sí, mucha. En mi taller se me han ido jubilando las oficialas del primer equipo y vamos renovando. Ahora tengo a gente muy joven trabajando conmigo, gracias a Dios.

¿Volverán los trajes de autor a la España de Inditex?

No es una cuestión de España. La moda de autor está en crisis en todo el mundo. Lanzar una marca, incluso a nivel nacional, es un esfuerzo económico titánico. Ahora, que un inversor o un capital riesgo inviertan en una persona específica es muy complicado. Prefieren hacerlo en una marca general. Los últimos que consiguieron un imperio global con su nombre han sido Dolce & Gabbana, seguidos de cerca por Roberto Cavalli. Son fenómenos de los 90… A partir de ahí han existido nombres propios, pero siempre bajo el paraguas de una marca internacional potente. Ese mundo de armarios de los Versace, los Valentino, los Ungaro, que fueron dioses en su momento, es prácticamente imposible que, hoy por hoy, se repita.

Dice usted que las bodas y las alfombras rojas son casi el escaparate exclusivo de los trajes personalizados. ¿Perdemos glamour o ganamos pragmatismo?

Las dos cosas van ligadas. La democratización de la sociedad ha servido para que ganemos muchísimo. Todos tenemos más derechos y más facilidades, pero, lógicamente, acabamos igualándonos por abajo. Antes, viajar era una cosa maravillosa y súper chic; las azafatas iban ideales, y ahora viajamos que parecemos ganado. Pero antes viajaban cuatro y ahora, cuatro millones. Entre una cosa y la otra, prefiero el contexto actual, aunque sea más fácil que tengan glamour cuatro que cuatro millones. Es de cajón.

Usted es titulado en Lengua y Literatura. ¿La tribu de las portavozas descarrila el buen feminismo?

Si quieren luchar contra esta discriminación, entre comillas, de los masculinos y los femeninos, que me apoyen en mi lucha para que el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española elimine de una vez la palabra “modisto”, que está reconocida, a pesar de ser un engendro lingüístico, como dice también uno de sus académicos, don Pedro Fernández de Miranda… Inventarse problemas donde no existen me parece una tontería. Que me ayuden a eliminar esto, porque es totalmente discriminatorio. En el imaginario colectivo, el modisto-hombre es una cosa como de mí para arriba, la releche; y la modista-mujer es la modistilla de arreglos que te coge el bajo... ¡Eso es absolutamente repugnante! “Modista” es una palabra única para los dos géneros, como periodista, trapecista, violinista, y muchas otras profesiones del castellano. Lo de portavozas es una gilipollez. Que se sumen a mi cruzada con sentido para luchar contra este vocablo especialmente machista… Otra palabra que acaba en ista…

¿Qué feminismo desprenden sus trajes?

Yo es que no me planteo tanta filosofía… Cuando viene una clienta, busco que mis trajes le sirvan para estar guapa, que le encaje en el presupuesto; y que nos confirmen los vestidos, que aquí hay que trabajar y pagar muchos sueldos.

¿De verdad que las niñas ya no quieren ser princesas?

Sí. ¡Las niñas y los niños! Ahora con el matrimonio gay también hay mucho niño que quiere ser princesa… ¡Todos queremos ser princesas por un día!

¿Y de verdad que a los niños nos da por perseguir?

Nunca he entendido bien esa frase, y prefiero no aclararme mucho…

¿Qué es una corbata en el universo Caprile?

Algo que me pongo dos veces al año.

Lorenzo Caprile

¿A usted le deben un Goya?

¡No! En absoluto…

Lo digo porque ha elevado el caché de la alfombra roja made in Spain con sus creaciones…

No, para nada… En un momento de mi carrera pude elegir entre seguir con mi taller o haberme transformado en figurinista de cine, pero pudo más el taller. Si hubiera seguido por ahí, después de muchos años de carrera, pues a lo mejor hubiera caído un Goya al Mejor Vestuario…

¿Sigue haciendo cosas puntuales para cine?

No es fácil compaginar el taller con esos encargos. He hecho cosas puntuales. Sigo trabajando para el mundo del teatro, donde me he llevado bastantes premios como figurinista. Aprovecho esta respuesta para un momento publicitario: ahora llega al Teatro de la Comedia El caballero de Olmedo, dirigido por Eduardo Vasco, con un montaje espectacular.

¿Las actrices españolas tienen como para un Caprile?

Bueno, el mundo de las actrices es el de los acuerdos en los que todos salimos ganando. Así funciona en los Goya, o en el Festival de Málaga. En mi caso, que no hago publicidad, porque no desfilo, si alguna actriz nos hace el favor de pasar antes de una gala por el taller, hacemos un intercambio totalmente blanco y limpio. Ella queda guapísima, y nosotros tenemos nuestro momentito de gloria. Todo muy inocente…

¿Cuánto se debe pagar por un vestido sin confesarse de derroche?

Ni idea. Depende de cada economía familiar. En esos bosques no me meto, que son temas muy personales.

Conoce usted el movimiento Me Too.

Sí.

¿En este taller le han llorado mujeres maltratadas del mundo del couché?

Del mundo del couché, no. Del mundo normal, sí.

¿La moda de las pasarelas pone fácil a las mujeres no sentirse objetos?

La pasarela se ha convertido en un espectáculo teatral maravilloso, donde se trabaja una imagen de marca determinada. Ahí, casi lo de menos son las mujeres o los hombres. Ahí lo importante, cada vez más, es crear una atmósfera, un ambiente, un sueño, un viaje mental, para que la marca esté presente y para que, cuando oyes Saint Laurent, Dior, o Agatha, lleguen a tu cabeza una serie de imágenes con las que empatices, a las que aspires y, gracias a eso, compres un perfume, una crema, un cinturón, o una camiseta que, al final, es de lo que están viviendo las grandes marcas, no nos engañemos: del merchandising.

¿Qué cansa más: tanto tiempo entre costuras o los años que lleva a contra mano diciendo lo que piensa en un mundo políticamente correcto?

Ir a contracorriente no me cansa. Es una actitud que me acompaña desde que estaba en el colegio. Me cansa mucho la vida del taller.

Caprile son también sus raíces. Su familia numerosa. Siete hermanos. ¿La belleza auténtica se mama en casa o se aprende en Florencia?

Tengo cuatro hermanas y una madre italiana elegantísima, a la que confundían por la calle con Silvana Mangano. Mi abuela era una mujer muy coqueta y muy elegante también, de ropa a medida. Ellas han influido mucho en mi trayectoria, claro. Vivir en ese ambiente en unos años en que España estaba aún muy encorsetada… Viajar a Italia 2 ó 3 veces al año en aquellos tiempos tristes que, desgraciadamente por mi edad, me tocó vivir, influye bastante.

¿La coherencia y el estilo son gemelas?

Absolutamente. El estilo es coherencia. Uno crea su estilo siendo coherente con una determinada manera de vestir, de presentarse, de organizar su imagen… El ejemplo más gráfico es Alaska, que es de las personas con más estilo que conozco. Es coherente a su imagen, te guste o no. Olvido es así, y eso es una coherencia que va al margen de las modas y de las tendencias. Tiene muy bien cimentada su marca personal, como decimos ahora…

¿Qué otras personas coherentes en su modo de vestir le llaman la atención?

Se me vienen a la cabeza muchas clientas del taller que no son mediáticas…

¿La Reina Letizia deslumbra?

Ay, no tengo ni idea… La Reina es la Reina, y punto.

¿La Reina Sofía es una referencia?

Para mí, sí. Es puro estilo y pura coherencia.

Usted y la Infanta Cristina se quieren…

Bueno, eso decís los periodistas…

¿Qué le duele de esta historia de banquillos reales?

Me duele que la Infanta Cristina es una persona a la que debo muchísimo y está en un momento muy delicado de su vida. Sin entrar en juicios, con las personas hay que estar a las buenas y a las malas. Y ya está.

¿Debajo de mucho gurú de la moda hay desnudez de principios?

Sí. No nos olvidemos de que la moda es una industria gigantesca, con un montón de intereses económicos detrás, donde se mueven cifras alucinantes, y es muy difícil no caer en tentaciones… Decir que no a muchas ofertas y a muchos caramelos es complicado. Lo fácil es decir que sí…

Coser y vestir es un servicio. Ahora que parece que servir es humillarse, ¿a usted le frustra ser modista?

¿A mí? Si me frustrara ya lo habría dejado hace años…

La moda que viste con arte hace diferente y trata como diferente a cada persona. Nada más ajeno a esa igualdad uniformante…

Ahora, la moda del siglo XXI no trata tanto de formas, volúmenes, proporciones, largos, porque ya prácticamente todo está hecho. Ahora es más una cuestión de saber elegir y proponer a tu clientela, porque la conoces muy bien… Una de las desventajas de la democratización y la globalización de la igualdad es que cada vez vestimos más uniformados y tendemos más a lo unisex.

Por su forma de ser, verle en un programa de televisión parecía difícil…

Sí… Dificilísimo…

¿Cuál ha sido la experiencia?

Rodar Maestros de la Costura ha sido una experiencia maravillosa. Volvería a empezar mañana mismo. Ahora que ya está en antena, pues eso, que si fotos, que si selfies… ¡Ayer había un paparazzi en la puerta del taller! Eso no me interesa nada… La experiencia: maravillosa. ¿Las consecuencias? Aún es pronto…

Caprile son sus trajes, pero también es su equipo: hábleme de su gente.

Mi equipo original se ha ido jubilando, gracias a Dios, porque se lo merecían. Eran unas señoras con mayúsculas fabulosas. Ahora ha entrado la siguiente hornada, con más gente que se abre paso en la profesión con ilusión, con otras ideas, otra mano, otro toque… Está claro que en este mundo del trapo, o tienes un buen equipo detrás, al que estimulas, cuidas e ilusionas todos los días, o ,si no, es muy complicado.

¿Este es su despacho habitual?

Sí, este es mi despachito…

Veo que está lleno de vírgenes y santos…

Sí, yo soy muy devoto. Soy muy católico-religioso-romano, sí… Es mi educación, y no voy a renegar de ella.

Ha vestido a novias en el cine. En Hollywood…

Bueno, lo de Hollywood fue una aventura muy puntual para El lobo de Wall Street, por hacerle un favor a una amiga. No deja de ser una anécdota, sencilla pero muy bonita, de mi carrera…

…Y también ha vestido novias para el cine en España. ¿Se ve cosiendo más para Almodóvar o para Coixet?

Para ninguno de ellos, porque no creo que pueda aportar nada al tipo de cine que hacen. Las películas de época o de aventuras, que son muy caras de rodar, desgraciadamente en España no se hacen, y ese sería mi sitio. Las series son un filón interesante. Por ejemplo, me habría encantado participar en La Peste, que tiene una factura visual impecable. Ahora están rodando una serie sobre Ava Gardner… Me veo más encajado en ese tipo de historias. Me encantan Almodóvar y Coixet, pero creo que lo mío va por otro lado. Para ellos dos hay figurinistas mucho mejores que yo.

Si se rodara algo sobre Coco Chanel, ¿usted sería el tipo?

Por ejemplo… Pero más que sobre Coco Chanel, no te voy a decir Balenciaga, que ya está un poco saturado, sino sobre Pedro Rodríguez, que ha sido otro de los grandes genios de la moda española y queda relegado por la sombra de Balenciaga, que es muy larga. O sobre don Manuel Pertegaz. Ahí sí podría aportar mi granito de arena.

¿A Balenciaga se la ha hecho daño convirtiéndole en un mito del Olimpo cada día más querido, admirado… y alejado?

Sí… Yo no sé si a don Cristóbal, que era pura discreción, le hubiese gustado tanta oda exacerbada… Con todos mis respetos y mi admiración, me da pena que su sombra haya oscurecido otros fenómenos de la edad de oro de la alta costura española, como Elio Berhanyer, Pertegaz, Flora Villarreal, Herrera y Ollero, Santa Eulalia, Carmen Mir, Pedro Rovira y un montón de profesionales estupendos. Por vestir a un santo magníficamente bien nos estamos olvidando de otros muy importantes…

¿Usted tiene musas?

No. No soy nada mitómano. Mis musas son las clientas habituales. Y tengo una hora para enamorarlas y convencerlas en la primera toma de contacto.

Lorenzo Caprile

¿La moda masculina es demasiado sota-caballo-rey, como para dedicarle su tiempo?

No, pero no es mi mundo. Yo soy modista, y los que se dedican a la moda masculina son sastres. Es otra profesión.

¿España necesita alta costura o coserse?

Necesita más coserse. Pero para coser hace falta una oficiala de altísima costura que sepa dar muchas puntadas muy delicadas. Y que lo haga rápidamente, porque estamos llegando ya al disparate nacional.

¿El populismo ha convertido la alta costura en un ariete de su lucha de clases?

No.

¿Nuestras políticas visten grises?

No, pero son bastante incoherentes, aunque no quiero meterme en jardines… Los hombres tienen la ventaja de esconderse detrás de un uniforme de traje gris y corbata, y bajo ese paraguas se pueden camuflar muchas cosas. En ese sentido, la mujer está más desnuda, porque siempre la van a juzgar y acaban estando más pendientes de las modas. Las políticas están más indefensas frente a la moda que los hombres.

A quién le haría más ilusión vestir para un especial...

La hemos vestido ya en numerosas ocasiones, pero yo en eso soy de la antigua escuela. Mi ídola es Nati Abascal: un personaje fascinante que ha sabido reinventarse y a la que todavía le queda mucho para seguir sorprendiéndonos. Es una monstrua de la moda.

¿El Museo del Traje tira?

No. Nació enfermito y sigue tocado. Es un museo para las familias que gusta, pero su ubicación es pésima. Está muy bien montado, pero debería encontrarse en otro sitio, porque esa zona de Moncloa pilla demasiado a desmano.

¿Trabajar para llamar la atención cuánto dura?

No lo sé. Nunca ha sido mi filosofía…

Lo sé. Por eso le pregunto, como experiencia para los que vienen detrás.

Yo no creo en esa manera de trabajar. Creo que uno debe poner en su trabajo pasión y creer firmemente en lo que está haciendo; si no, la cosa no funciona.

Se lo pregunto de otra manera: Usted lleva cosiendo 25 años y en el podio. ¿Se le han quedado por el camino muchos compañeros del gremio que parecían estrellas?

Sí. El mundo de la moda es muy peligroso, muy mezquino, muy salvaje, porque es muy mediático. En seguida se nos puede ir la olla, como pasa en el cine o la música. Puede acabar afectando como esas drogas que te vuelven loco. En estos mundos mediáticos, si uno no sabe dosificar bien, pisar la tierra, y digerir determinados impactos en los medios, es muy fácil acabar como una muñequita rota.

En sus bodas de plata: ¿su carrera de fondo es oro?

No me lo he planteado… Además, es que todavía no hemos acabado… ¡Espero que el broche final sea de oro, pero cuando toque!

A sus 50, y con mucha tela por delante. De momento, ¿tiene sensación de logro conseguido o de deber cumplido?

Uff… De logro conseguido no, porque aquí siempre estamos insatisfechos. En el momento que te crees que has conseguido algo, ya estás bajo tierra. ¿Deber cumplido? Pues sí. Un deber cumplido de cara a la sociedad. Me quedo con que la mayoría de mis oficialas se han jubilado aquí, y están tranquilas en sus casas cotizando sus pensiones porque todos los meses han recibido su salario. Y de eso me siento muy orgulloso.

¿A usted se le quiere de cerca, o es el típico genio insoportable como jefe?

Eso pregúnteselo a Ángeles… ¡Ángeles, ven un momento!

Ángeles, esta pregunta es para usted. ¿Lorenzo es un buen jefe que se hace querer, o un genio insoportable para los que convivís con él en este taller?

¿Te digo la verdad o la mentira?

La verdad…

Se deja querer…

[Interviene Lorenzo] Pero también soy insoportable a veces…

[Añade Ángeles] A ver: es muy exigente y muy perfeccionista. Eso, a veces, nos saca a todos de quicio, porque después de terminar un trabajo, si hay algo que no está perfecto, toca deshacerlo y volver a empezar. Pero luego es una persona entrañable. Si se equivoca, sabe pedir perdón. Es muy generoso con todo el mundo… Yo tengo una hija pequeña, y si le ocurre algo y me tengo que ir corriendo, no pasa nada. Cuando necesito algo, él me lo ofrece…

Lorenzo, en los primeros capítulos de Maestro de la Costura le ponen como el más malo del jurado…

Bueno… Pero todavía quedan muchos capítulos… De cara al público se nos olvida que en este concurso está en juego un premio que ya lo quisiera yo, y no lo vamos a regalar. 50.000 euros son 8 millones de las antiguas pesetas, que es muchísimo dinero para un niñito que está empezando… Y luego, un máster en una de las escuelas más prestigiosas que hay en Madrid, que es carísima; y una colección cápsula nada más y nada menos que en El Corte Inglés. En fin: no vamos a regalar nada… Mis profesores y mi clientela han sido muy exigentes, y esa experiencia tienen que vivirla los futuros modistas; que esta es una industria muy dura.

REBOBINANDO

En la semana de una obra censurada en ARCO y pocos días después de que Cibeles haya clavado el tacón, Caprile nos abre su taller y nos cose a dudas:

¿Convertir un “trapo” en belleza personificada es arte? ¿Vestir de alta costura la dignidad más elegante de una mujer es arte? ¿Hacer filigranas de hilos, pedrería de tela y vidrieras de seda, es arte?

¿Qué es el arte? ¿Qué es más arte? ¿Escupir para denunciar? ¿Provocar para destrozar? ¿Vestir para embellecer?

¿Qué es el arte sin la maestría de un oficio bien hecho? ¿Se puede enmarcar con flashes el oportunismo sobre lienzo? ¿El trabajo y el arte son como el estilo y la coherencia?

¿Qué arte es ese que margina la dignidad de las personas, mimetizando con ironía relativista el todo vale para salir en la tele?

Lorenzo Caprile cree que su oficio no es un arte. Y yo discrepo, señoría.

¿No es arte, entonces, el trabajo de un ama de casa? ¿A qué estamos llamando arte?

La humildad de un modista que además conoce lo que dicen las palabras es una opinión importante… y un dictamen subjetivo.

Para mí, un señor y su equipo que convierten en trajes bellos todo lo que tocan, que visten de sublime feminidad a las mujeres, y que cosen a la piel otra piel coherente con trabajo mimado al vapor, hacen arte humano, moda perenne y responsabilidad social.

¿No es la máquina de coser con principios una máquina que hila ser, verdad y belleza en una única pieza?

Dudas como botones dispersos. Velcros que no juntan las orillas del todo. Cremalleras cojas.

Si Maestros de la Cultura chuta, a lo mejor ayuda a meter el oficio del modista-humanista en el templo de asfalto del arte, que no es una vitrina, sino un reconocimiento social a que antes están las telas sobre personas que los orines guays de las paredes fashion de un ARCO con flechas contra los hombres. Y las mujeres.

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