Ecos de un Congreso

Después de 10 años del anterior, la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC) efectuó su VII Congreso del 1 al 4 de abril. Esta organización con más de 8.000 miembros reúne a la mayoría de los intelectuales cubanos dentro del país, por lo que el evento fue observado con mucha atención en el interior y fuera de la isla.

La cultura, como bien se dijo en el informe preliminar presentado por su organizador Miguel Barnet, “es el alma de la nación y salvarla es salvar el conjunto de valores e ideales que nos identifican como pueblo”. Si bien en esta ocasión tampoco estuvieron ausentes las acostumbradas loas al poder y las “muestras de lealtad” a determinadas figuras políticas, no es menos cierto que muchas personalidades dignamente denunciaron problemas que lastran desde hace muchos años la UNEAC y toda la sociedad cubana, siendo debatidos con una profundidad anteriormente nunca vista.

Entre las cuestiones tratadas están la aplicación de procedimientos formales y no democráticos dentro de la organización. Así, también hubo muchos señalamientos críticos en relación con la continuada erosión de la identidad y tradiciones culturales cubanas; la preocupante situación de la enseñanza; discriminaciones raciales, de género y de preferencias sexuales; la deficiente calidad de los medios de difusión, en particular la televisión calificada de banal y aburrida por muchos; la necesidad de acceso a Internet; la poca participación de la juventud en la UNEAC; el preocupante estado arquitectónico de las ciudades y la carencia de un reemplazo adecuado de los artistas; y muchos problemas más que desde hace muchos años están presentes sin solución para   acumularse con una incidencia altamente negativa sobre los valores espirituales de la ciudadanía.

Sobre la educación, reconocidos intelectuales fueron muy críticos. En particular sobresalieron los criterios de Alfredo Guevara, Graciela Pogolotti y Reynaldo González con argumentos incontestables sobre el declive de una actividad que alcanzó notables avances, pero que hoy se encuentra en un proceso involutivo. Guevara con mucha razón preguntó: ¿Puede la escuela primaria y secundaria y el pre (preuniversitario) tal cual han llegado a ser regentadas por criterios descabellados e ignorantes de principios pedagógicos, psicológicos, elementales, y violadores de derechos familiares, ser formadora de niños y adolescentes, y por tanto fundar futuro? Por su parte la Dra. Pogolotti se pronunció alarmada contra la negación del maestro como protagonista del proceso de enseñanza-aprendizaje, al referirse a criterios vertidos en la televisión cubana. Guevara también subrayó que “jamás podrá construirse una sociedad a partir de dogmas, empecinamientos y desconocimientos de la realidad cubana”, lo cual podría relacionarse con las políticas actuales de los llamados profesores emergentes e integrales, que niegan la necesaria especialización a contracorriente de un mundo crecientemente complejo. González, a su vez, subrayó: “Hay problemas que inciden en esa pedagogía un poco deteriorada que tenemos hoy, como la falta de preparación o la precipitada preparación de los maestros. Y todo eso tiene que ver con la educación formal, con la conducción social”. 

En cuanto a la defensa de la identidad nacional y nuestras tradiciones culturales, las opiniones fueron muy variadas, pero altamente críticas, y se centraron fundamentalmente en la mala calidad de los medios de difusión, y muy en particular de la televisión. Si hoy se observa con detenimiento la oferta televisiva nacional podrá apreciarse la sobrecarga de programación extranjera, fundamentalmente norteamericana, causada por la carencia de materiales de producción nacional de calidad medianamente aceptable, a tal nivel que supera proporcionalmente con creces lo presentado antes de 1959. Si ese desnivel hubiera existido entonces, seguramente los sindicatos de la esfera nunca lo habrían permitido.

Esa situación, extendida a otros sectores culturales, se aprecia incluso en el politizado informe central, donde se reconoce el desfase entre el llamado proyecto cultural de la revolución y los referentes que establecen amplios sectores del pueblo sin explicar los motivos, que no son otros que el rechazo masivo de los cubanos a la excesiva politización, la falta de información veraz y la tergiversación de la realidad a un grado que en ocasiones ofende la inteligencia de las personas. El políticamente comprometido actor Enrique Molina planteó la necesidad de conferir mayor presupuesto y equipamiento técnico para poder realizar las producciones nacionales para sustituir las extranjeras.

Por otra parte, no han pasado muchos días del fallecimiento de Israel López (Cachao), alto exponente de la cultura nacional residente en el exterior, pero nada ha sido publicado. Así también pasó con Celia Cruz, monumental icono de la cultura cubana, o se ignora la inmensa obra literaria de Guillermo Cabrera Infante. Sin olvidar la actitud intolerante y mezquina por motivos políticos, al continuamente soslayarse la obra de figuras trascendentes como Bebo Valdés, Arturo Sandoval, Paquito d´Rivera, Gloria Estefan, Andy García, Willy Chirino y muchos más, que desde tierras lejanas siempre han sido exponentes de los valores culturales cubanos.

Todo esto ha provocado un proceso contrario a la identidad nacional, a pesar de la exagerada propaganda nacionalista y una pretendida defensa a ultranza de la soberanía. Sólo hay que pasar por las embajadas para apreciar las largas colas de cubanos deseos de marcharse de su patria o reclamar ciudadanías en detrimento de la propia. Se denota el menosprecio hacia los valores de nuestra cultura, sustituida por expresiones extranjeras, fenómeno que ha alcanzado un nivel nunca visto en la historia de Cuba, como consecuencia de la obstinación de mantener un sistema disfuncional, conducente a un desastre tanto económico, político, social, demográfico y medio ambiental, como adverso a nuestras tradicionales y valores como nación.

En el congreso, lamentablemente, no se fue a la raíz de los problemas, que se encuentra en el obstinado mantenimiento de estructuras sociales desfasadas y conceptos obsoletos, incluso se desconoció el importante debate acaecido en enero de 2007, mediante los relevantes intercambios de emails entre intelectuales y artistas que en ocasiones sí evidenciaron las verdaderas causas que atenazan la cultura y sociedad cubanas. Desafortunadamente, esto sólo se mencionó en la intervención del Sr. Estaban Lazo, miembro del Buró Político del Partido Comunista, para criticar y pedir que no se repita nunca más; cuando lo necesario es que ese rico y civilizado debate se reinicie para bien del país. Lazo injustamente también se pronunció sobre planteamientos racionales de la gran música Zenaida Castro Romeo respecto a la demora en realizarse los congresos de la UNEAC.

 

De todas formas, el VII Congreso de la UNEAC, con sus sombras y luces, ofrece un balance positivo, como positivas también pueden considerarse las palabras del General Raúl Castro de que “fue un congreso con mucha discusión; con algunas opiniones, con toda sinceridad estoy totalmente de acuerdo; con otras, con la misma sinceridad les digo que no estoy de acuerdo; pero para eso luchamos, para esa diversidad de opiniones. Ustedes me han escuchado decir que de las mayores discrepancias saldrán las mejores decisiones”.

Ojalá que esos criterios sean una regla de oro para el futuro de Cuba, aplicada también para liberar a quienes desde hace mucho tiempo alertaron sobre la preocupante situación nacional y fueron castigados injustamente con largas condenas de prisión.

Comentarios