Sánchez el cartomántico postal

Oriol Junqueras.
Oriol Junqueras.

Si eso de que el que calla otorga, tuviera alguna verosimilitud, las continuas calladas de Sánchez sobre los asuntos más vidriosos de los que se ve rodeado y de los que presuntamente podría (condicional) ser el protagonista, comenzarían (siempre en condicional) a tener algún atisbo de certeza.

Primero fueron las primarias tras la cortina y luego la excursión en coche para tantear a los militantes, hasta llegar a los debates con otros aspirantes, para hacerse con  la poltrona del partido.

Ahora parece que es el momento de la cartomancia política.

No es que se dedique a echar las cartas esas de predecir el futuro (que capacitado para ello está) es que se afana en escribir -además de misivas de amor- cartas a ciudadanos y militantes y las echa en la cosa tecnológica para que lleguen a todos, porque lo de correos, los buzones y los carteros, parece que está hecho unos zorros, tras el paso de sus amigos por las poltronas de la cosa postal.  Y no se fía.

Sánchez, que no ha puesto en acción una sola rueda de prensa como Dios manda en toda su trayectoria política, que no contesta ni a una pregunta en las Cortes, que no celebra un debate sobre el estado de la Nación ni de broma, se dedica a escribir cartas y a enviarlas por medio de eso de las tecnologías.

Si eso de que el que calla otorga, tuviera alguna verosimilitud, las continuas calladas de Sánchez sobre los asuntos más vidriosos de los que se ve rodeado y de los que presuntamente podría (condicional) ser el protagonista, comenzarían (siempre en condicional) a tener algún atisbo de certeza.

No parece de recibo en un país moderno, que se supone demócrata, que el presidente de un Gobierno que también se supone demócrata (el Gobierno, no el presidente) se comunique con los ciudadanos  por carta. Con los militantes y simpatizantes se puede comunicar como quiera -por sombras chinescas, por morse, por señas y hasta por eso tan cursi del lenguaje corporal, con guiños, movimientos o posturas- que para eso le consideran simpático, guapo y alto y le reconocen como su líder y hasta le votan, pero con los ciudadanos normales y corrientes las cosas son distintas. Merecen un respeto y una deferencia y que el presidente del Gobierno se comunique con ellos a través de los cauces políticos y sospechosamente democráticos, como, por ejemplo, las Cortes, y los debates parlamentarios, las comparecencias habituales tras las decisiones del Consejo de Ministros o comunicaciones oficiales. Pero eso de las cartas, con olor a cartomante de guardarropía, no tiene un pase.

Tan no tiene un pase, que parece que las misivas no han tenido el efecto esperado, lagrimeos y declaraciones de amor aparte y que una vez pasado el efecto de la interinidad que duró cinco días, las cartas son objeto de pitorreo general en toda España y sus provincias reconocidas oficialmente, más las que va a agregando la facundia de Puente.

El fondo de su trayectoria y de las decisiones que toma Sánchez como gobernante, es más bien nauseabundo y solamente responde a sus intereses presentes o futuros. Pero las formas -no es que sean nauseabundas- es que están podridas ya antes de sacarlas de la caja en la que pretende envolver para regalo sus decisiones y lo de las cartas ha rebasado todas las expectativas. Incluso las de los votantes y simpatizantes de Sánchez.

 

Y además parece que están teniendo efectos nocivos y Junqueras ha copiado el método.

La carcajada… Dice Junqueras que, como Sánchez, también echa cartas y también se retira a reflexionar: “Me veo con fuerzas para seguir adelante con el proyecto de Esquerra Republicana de Cataluña, que es extraordinario y para seguir haciendo cosas fantásticas. Puedo ayudar a construir un relato que interpele a la mayoría de la gente”.

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