Hechos, que no discursos

Un hombre entrañable y sabio como fue mi abuelo materno, sabio por edad y vivencias ahíto de "sabiduría" que no por académicamente ilustrado, nunca hubiera tachado de "demente o loco psicológicamente tocado" a quien, por realizar actos inicuos y-o execrables entendidos como anormales y-o locuras los lleva a cabo en función de un plan establecido propio o, a modo de espolón cumpliendo órdenes de terceros.

Fue mi abuelo prototipo de castellano recio, vigor físico, rigor moral y ecuanimidad de juicio del que recibí, siendo muy niño, una lección que marcó un comportamiento que, mal que bien, he intentado seguir a lo largo de mi vida. Fue con ocasión de acompañarle a azufrar las cepas de las viñas que le pregunté con la curiosidad propia del niño para quien el abuelo es referente y ejemplo a seguir "que era ser un hombre". Su respuesta, empleo sus propias palabras fue: Mira chiquito, un hombre es quien viendo a dos "serranos" abusando de una vieja dirá para sus adentros: "¡¡ ostias !!”, vaya día más malo me espera por tener que defender a la vieja aun muriéndome de miedo que me maten o, porque los tenga que matar yo.

Me pregunto dónde están hoy los hombres y las mujeres, ciudadanos que ante seres abyectos que mancillan, escupen, queman, orinan y ríen sobre los símbolos que representan a quien, les guste o no, es su "Madre Patria",  utilizan como única arma de defensa y-o ataque "el dialogo" al modo que indican los discursos melifluos e incluso cobardes provenientes de una mal llamada oposición que, en boca de su más importante representante el Sr. Feijóo dice actuará de forma proporcionada, cuestión que lleva a preguntarme "cual es la herramienta de medida y dinamómetro a emplear".

Estoy por asegurar somos muchos quienes estamos "muy hartos" de eslóganes y frases hechas indicándonos tenemos el derecho y la obligación de defender a nuestra Patria empleando por quienes nos consideramos sus hijos solamente "diálogo" y lo que se viene insistentemente en llamar “métodos democráticos”. Ello como si defender nuestra "Vieja España" consistiera en actos sociales a celebrar en el casino del pueblo amenizado con bailes regionales, preferentemente el aurresku y la sardana.

Siempre la misma cantinela que debiera ofender nuestro orgullo e inteligencia de existir y por afectar al pudor personal y colectivo, hartos de palabras gastadas e inocuas que para nada sirven en conflictos habidos entre creencias e intereses (disonancia cognitiva) presentes en nuestra cobardía y desidia evidentes, intento baldío de justificar los sueldos que les pagamos por su infamia a “rufianes de casa de lenocinio” y a su desprecio y odio contra nuestra Nación representada por sus símbolos y contra ciudadanos a los que tratan como meretrices en esa casa de putas que regentan con el fruto de nuestro trabajo.

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La escena en intento de humillar al contrincante con "carcajadas de rufián" cuan chulo de club de alterne de carretera secundaria sonaría a una persona normal como estruendoso pedo expelido al oído y la nariz de todos los parlamentarios por un aspirante a presidir el Gobierno del país. Comportamiento tabernario que me llevó a pensar como posible que lo hubiera realizado, de haberlo considerado útil a sus intereses ante la presencia del Rey.

Resultó sin embargo aún más repulsivo el comportamiento entre patético y miserable de los padres y madres de la Patria de su banda ante tan penosa gracieta, ello por similitud entre ovina y canina de aquella pobre gente "que ríe, llora y patalea de alegría" al son de su amado líder coreano Kim Jong-il por irles en ello la vida, lo que a los congresistas del PSOE en este penoso espectáculo solo les supondría, en el peor de los casos dejar de pagar las cuotas de sus pisos o los carísimos colegios de sus hijos.

Concluyo diciendo que estamos en un mundo en el que las palabras dejaron de tener sentido, donde llamar a un presidente de Gobierno mentiroso y traidor resulta intrascendente y que en su caso no cambia nada por tratarse de un sujeto que dice, sin tartamudear, se considera paladín y prototipo de honestidad y verdad. En definitiva, un individuo "de comportamiento" psicópata narciso mentiroso enganchado al poder absoluto e inconsciente que pasará a la historia como el personaje trágico que se creyó imprescindible y nunca entendió que su destino era ser lo que es.