Hechos, que no discursos

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez,

Un hombre entrañable y sabio como fue mi abuelo materno, sabio por edad y vivencias ahíto de "sabiduría" que no por académicamente ilustrado, nunca hubiera tachado de "demente o loco psicológicamente tocado" a quien, por realizar actos inicuos y-o execrables entendidos como anormales y-o locuras los lleva a cabo en función de un plan establecido propio o, a modo de espolón cumpliendo órdenes de terceros.

Fue mi abuelo prototipo de castellano recio, vigor físico, rigor moral y ecuanimidad de juicio del que recibí, siendo muy niño, una lección que marcó un comportamiento que, mal que bien, he intentado seguir a lo largo de mi vida. Fue con ocasión de acompañarle a azufrar las cepas de las viñas que le pregunté con la curiosidad propia del niño para quien el abuelo es referente y ejemplo a seguir "que era ser un hombre". Su respuesta, empleo sus propias palabras fue: Mira chiquito, un hombre es quien viendo a dos "serranos" abusando de una vieja dirá para sus adentros: "¡¡ ostias !!”, vaya día más malo me espera por tener que defender a la vieja aun muriéndome de miedo que me maten o, porque los tenga que matar yo.

Me pregunto dónde están hoy los hombres y las mujeres, ciudadanos que ante seres abyectos que mancillan, escupen, queman, orinan y ríen sobre los símbolos que representan a quien, les guste o no, es su "Madre Patria",  utilizan como única arma de defensa y-o ataque "el dialogo" al modo que indican los discursos melifluos e incluso cobardes provenientes de una mal llamada oposición que, en boca de su más importante representante el Sr. Feijóo dice actuará de forma proporcionada, cuestión que lleva a preguntarme "cual es la herramienta de medida y dinamómetro a emplear".

Estoy por asegurar somos muchos quienes estamos "muy hartos" de eslóganes y frases hechas indicándonos tenemos el derecho y la obligación de defender a nuestra Patria empleando por quienes nos consideramos sus hijos solamente "diálogo" y lo que se viene insistentemente en llamar “métodos democráticos”. Ello como si defender nuestra "Vieja España" consistiera en actos sociales a celebrar en el casino del pueblo amenizado con bailes regionales, preferentemente el aurresku y la sardana.

Siempre la misma cantinela que debiera ofender nuestro orgullo e inteligencia de existir y por afectar al pudor personal y colectivo, hartos de palabras gastadas e inocuas que para nada sirven en conflictos habidos entre creencias e intereses (disonancia cognitiva) presentes en nuestra cobardía y desidia evidentes, intento baldío de justificar los sueldos que les pagamos por su infamia a “rufianes de casa de lenocinio” y a su desprecio y odio contra nuestra Nación representada por sus símbolos y contra ciudadanos a los que tratan como meretrices en esa casa de putas que regentan con el fruto de nuestro trabajo.

La escena en intento de humillar al contrincante con "carcajadas de rufián" cuan chulo de club de alterne de carretera secundaria sonaría a una persona normal como estruendoso pedo expelido al oído y la nariz de todos los parlamentarios por un aspirante a presidir el Gobierno del país. Comportamiento tabernario que me llevó a pensar como posible que lo hubiera realizado, de haberlo considerado útil a sus intereses ante la presencia del Rey.

Resultó sin embargo aún más repulsivo el comportamiento entre patético y miserable de los padres y madres de la Patria de su banda ante tan penosa gracieta, ello por similitud entre ovina y canina de aquella pobre gente "que ríe, llora y patalea de alegría" al son de su amado líder coreano Kim Jong-il por irles en ello la vida, lo que a los congresistas del PSOE en este penoso espectáculo solo les supondría, en el peor de los casos dejar de pagar las cuotas de sus pisos o los carísimos colegios de sus hijos.

Concluyo diciendo que estamos en un mundo en el que las palabras dejaron de tener sentido, donde llamar a un presidente de Gobierno mentiroso y traidor resulta intrascendente y que en su caso no cambia nada por tratarse de un sujeto que dice, sin tartamudear, se considera paladín y prototipo de honestidad y verdad. En definitiva, un individuo "de comportamiento" psicópata narciso mentiroso enganchado al poder absoluto e inconsciente que pasará a la historia como el personaje trágico que se creyó imprescindible y nunca entendió que su destino era ser lo que es.

 

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