EN PAUSE CON Miguel Zugaza, director del Museo del Prado

“Errejón habría sido un buen ministro de Educación, Cultura y Deporte”

Miguel Zugaza lleva 14 años al frente del Museo del Prado, y es ya el icono del técnico por encima del partidismo. Su gestión y su talante convierten a la mayor pinacoteca del mundo en el retrato del éxito que ofrece la estabilidad de un pacto político. Entre otras cosas.

Zagaza aúna talante y talento. De ahí los 14 años y tres presidentes del Gobierno en su trayectoria al frente del Prado.

Punto medio sin puntos de fuga. Con 14 años de perspectiva. Miguel Zugaza sostiene el dintel del Museo del Prado a tres velas de cumplir su bicentenario. Historiador del Arte especialista en gestión. Mucho talento y mucho talante. Pocos protagonismos. Cero celo político. El guardián de la pinacoteca invita a los azules, rojos, morados y naranjas a que sellen la paz ante La rendición de Breda para que haya, cuanto antes, un Gobierno. Velázquez es su número uno. Cuando ETA desaparezca, enviaría a su familia, de Durango, una postal de El Jardín de las Delicias. Para celebrarlo sin olvidar el infierno del pasado. El Descendimiento de Van der Weyden es el cuadro que más le conmueve. Y, además del Guernica, echa en falta en el Prado una danza de Matisse. Porque el Prado se prepara para entrar, pictóricamente, en el siglo XX. Y lo hará de su mano.

Entre los Jerónimos y el Museo del Prado abre su sede la RDA. Un edificio gris-oscuro-casi-soviético instalado en Ruíz de Alarcón en el que se ubica la dirección de la pinacoteca más grande del mundo. En esta casa de oficinas conectada al templo del Arte español por vía intravenosa se encuentra el despacho de Miguel Zugaza.

A Miguel Zugaza le duele una muela, como contexto. Vasco. De Durango. Un técnico con hechuras de embajador. Claramente, un facilitador de puntos de encuentro, en un mundo político y cultural lleno de puntos de fuga, tangentes y guiños por detrás del bastidor.

Zugaza lleva 14 años dirigiendo el Prado. Venía de seis años al frente del Museo de Bellas Artes de Bilbao. Y antes había sido subdirector de Conversación en el Reina Sofía. Hablamos de un señor que supera levemente los 50, discreto, elegante, y cercano, al que le duele una muela, pero no se le nota...  

Zugaza porta el timón de un museo con 196 años que es la imagen del éxito de un pacto de Estado. Su gestión va camino de ser un caso para las escuelas de negocio, porque sirve de modelo para llevar las riendas de una institución pública sin pararse cuando la crisis te destroza el presupuesto.

Desde el despacho de Zugaza se ve la vida a los pies del Prado. El Bosco ha montado un jardín para las delicias de los visitantes.

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Sacamos el caballete para pintar un retrato con el Campus del Prado como lienzo de fondo. A pinceladas impresionistas, sueltas, pero seguras, vamos componiendo este cuadro:  

Lleva usted 14 años al frente del Prado. Con Aznar. Con Zapatero. Con Rajoy. Y con lo que venga. ¿Cómo?

A mí también me sorprende esta longevidad en el cargo… Creo que, más que conmigo, la permanencia tiene que ver con el proceso de modernización y profesionalización que ha vivido el Museo del Prado. Yo represento, de alguna manera, ese camino. Sobre el futuro, Dios dirá.

En 1995 se firmó un pacto político para salvaguardar el futuro del Prado. Es de los pocos pactos de Estado conseguidos hasta el momento. Y se ve que este tipo de acuerdos funcionan…

Es un pacto del que también se han beneficiado el Reina Sofía, la Biblioteca Nacional… Es absolutamente fundamental que las instituciones culturales vivan al margen de la legítima batalla entre los partidos políticos. Para el Prado fue clave que todo el arco parlamentario se pusiera de acuerdo en la necesidad de impulsar la modernización antes de iniciar su ampliación.

Además de la estabilidad política, ¿qué pone Zugaza de su parte para que en el Prado la institución esté por encima de los gobiernos de turno?

El consenso no es una medalla, es algo que se debe ir ganando diariamente. El hecho, por ejemplo, de que el museo planifique su actividad con mucha antelación y presente sus planes de actuación como una manera de guiar su presente y su futuro, consigue consolidar ese consenso en torno al museo. Nuestro plan de actuación, pensado para cada cuatro años, lo presentamos, no sólo a nuestro Patronato y al Ministerio de Educación y Cultura, sino también al Congreso de los Diputados, a la Comisión de Cultura, y eso propicia una gimnasia de entendimiento que hay que estar constantemente tonificando.

Hay gente que está al mando de una institución pública que, por su forma de ser o por lo que sea, ostentan más protagonismo, y eso puede acabar entorpeciendo precisamente ese consenso…

Un museo no se reduce a una sola persona, y menos el Museo del Prado, que es una organización compleja que tiene la suerte de contar con la sabiduría y el buen hacer de todos sus profesionales. El director es sólo alguien que ayuda a que el conjunto prospere. Al menos, es lo que hago yo.


Repite usted que “el Prado no es un museo para solistas”. ¿Hay alguna institución cultural que lo sea?

Los museos de corte histórico no son para solistas. Quizás en los centros de arte contemporáneo la responsabilidad curatorial es mucho más decisiva. En el teatro, la danza, etc., lógicamente hay labores de autorías muy fuertes. En cambio, en los museos como este trabaja un coro de voces sabias y entendidas, que son las que componen la identidad de la institución y lo que el museo quiere comunicar a la sociedad en cada momento.

¿Lo mejor es poner a un técnico en vez de a un famoso?

Para dirigir cosas hay que poner a gente que sepa hacerlo. El técnico es un profesional, y me parece importante que las instituciones culturales estén en manos de personas que conocen las instituciones y su gestión, que es algo relativamente nuevo en nuestro mundo. Yo soy un historiador del Arte que he dedicado buena parte de mi vida a gestionar cultura y museos. Me he convertido en un historiador especialista en la gestión: un tipo de rol profesional emergente que es muy necesario. Hay grandes historiadores que no tienen conocimientos de gestión y fracasan en el empeño de dirigir una institución como esta.

¿En el caso del Ministerio que acapara las competencias de Cultura también sería interesante contar con un técnico?

La política es la política, y ahí deben estar los políticos. No creo tanto en la tecnocracia. Lo que debe haber es buenos políticos, con interés real por la Cultura.

Si Pablo Iglesias hubiera sorprendido el 26-J, ¿cree que Podemos entendería bien este museo?

Yo creo que Errejón habría sido un buen ministro de Educación, Cultura y Deporte, seguramente…

En estos momentos de formación de Gobierno, invite a los políticos a ver un cuadro del Prado que inspire la conciliación…

Hay uno que es muy evidente: La rendición de Breda, una estampa histórica de la reconciliación entre el vencedor y el vencido. Puede ser un emblema para lo que debe suceder: que exista un Gobierno y se pueda seguir trabajando bien.

¿Aquí notan que vamos saliendo de la crisis?

Hay dos indicadores muy ilustrativos. Por una parte, la cuantía que el Gobierno destina al Museo en los presupuestos, que se ha incrementado, y eso es un síntoma muy positivo, porque en los años anteriores habíamos vivido recortes constantes. Otra cuestión que manifiesta una cierta recuperación económica y la correspondiente salida de la crisis es la mejora del turismo. En 2013 vivimos un bajón muy fuerte de asistencia, sobre todo del turismo nacional, porque Madrid vive mucho del turismo nacional. Aquel año se perdió, de golpe, un 15% de los asistentes al museo. Todo esto ha ido mejorando notablemente en los últimos años. Por lo que vemos aquí, parece que, efectivamente, las cosas van a mejor.

El Prado es un ejemplo de institución pública que no vive sólo de lo que le pasa el Estado, sino que se busca las habichuelas. No es muy común esta actitud. ¿Ese esfuerzo les ha hecho mejores?

Nosotros nos financiamos en un 70%. Hemos entendido la situación de crisis, y hemos trabajado para incrementar con imaginación y profesionalidad los fondos de los que podemos disponer para seguir cuidando el museo. De todas formas, esta es una institución púbica, como las universidades, y su sostenimiento y calidad dependen exclusivamente del Estado. Nosotros podemos gestionar con acierto, pero somos una institución cien por cien pública, y eso debe estar siempre en la cabeza de los que toman las decisiones políticas.

¿Qué es el Prado, a tres años de su 200 cumpleaños?

Una joya universal del Arte, ubicada en Madrid, con mucho pasado, mucho presente, y mucho futuro, porque está modernizada, cuidada y profesionalizada para seguir viviendo y mejorando durante el resto de la historia. 

¿Cómo están pensando apagar tantas velas?

Ya hemos constituido la Comisión del Bicentenario. La prioridad será la rehabilitación del Salón de Reinos. Por decirlo de alguna manera, esa será la tarta. Y las velas serán las que formen un programa especialmente señalado para analizar el Museo: su historia, pero sobre todo su futuro.

¿2019 sería un buen momento para que el Prado meta un pie en el siglo XX?

Pues pienso que es un tema importante que debemos estudiar. Desde luego, si yo estoy, será una de las prioridades. Creo que ha llegado el momento de ampliar en el tiempo la colección con piezas que nos sigan contando la Historia del Arte, sin pisar la personalidad de ningún otro museo.

¿Más museos y menos Prozac?

Sí. Yo creo que el Arte tiene propiedades curativas, porque nos enseña mucho sobre nosotros mismos. Una vista al museo nos puede servir para conocernos mejor, y eso siempre cura.

¿De qué nos salva contemplar la belleza con criterio?

Yo diría que, más bien, nos condena. Porque, cuando uno encuentra la belleza, ya no puede dejar de buscarla y encontrarla.

¿Cómo son las audiencias del Prado, en una época en la que miramos más la pantalla del móvil que lo que tenemos de frente?

Es un reto conseguir que los visitantes del Prado desconecten de la tecnología y se centren en lo que tienen delante. La tecnología es estupenda, pero a veces impide apreciar la realidad cuando la tenemos tan cerca. En el Prado, la mejor tecnología es la audioguía, que ayuda al visitante a aprovechar al máximo la experiencia de su visita.

Véndame el Prado para la generación mola-todo-mazo…

Es un error pensar que a la gente joven no le interesa el Arte. Yo, al menos, veo otra cosa en este museo. La belleza nos interpela a todos. De todas formas, la experiencia del Arte es una experiencia madura, que se va perfeccionando con el paso de los años. No podemos pretender que un niño aproveche una visita al museo igual que un adulto. Otra cosa es que les vayamos educando desde pequeños a familiarizarse con los museos y, en general, con la cultura. Pero educar en el Arte no es lo mismo que enseñar inglés.

En estos días de verano, ¿es pecado mortal venir en chanclas y shorts a contemplar el arte? ¿Hemos perdido saber estar?

No. Hay mucho dandi en chanclas por el museo, con sus bermudas, y son personas que saben estar, cada cual a su manera. Es importante que cada uno venga a su casa como quiera. No percibo yo en eso ningún tipo de menosprecio al museo. En el fondo, es una muestra más de la naturalidad con la que nos enfrentamos al Arte.

Hablando de pecados mortales, tenemos por aquí toda la magia del Bosco. ¿Qué le enseña a usted el Bosco sobre la sociedad del siglo XXI?

El Bosco es muy contemporáneo, porque habla fundamentalmente de la condición humana. En 500 años han cambiado mucho las formas de la sociedad, y la técnica, pero la condición humana sigue oscilante entre dos grandes cuestiones: el amor y la muerte. Eso no ha cambiado. El Bosco se centra especialmente en la paradoja de la existencia humana, y eso es lo que nos atrae tanto de él. Además, el Bosco me recuerda bastante a la manera de representar la realidad que tiene Goya, porque no se compromete. Nos presenta las cuestiones más atroces, o la belleza más extraordinaria, pero con algo de frialdad. Le deja al espectador que interprete o decida sobre lo que está viendo. Esto es una forma muy contemporánea de representar al mundo en imágenes.

De hecho, hay gente que sale de la exposición y no tiene claro si el Bosco era un  católico ferviente o un cínico…

No lo deja claro. Él muestra su variedad del mundo, y juzguen ustedes. Él no toma partido, como le pasa a Goya con Los desastres de la guerra, o con buena parte de su trabajo de carácter más realista. Cuando Goya nos pone delante el 2 y el 3 de mayo, nos está mostrando dos formas de violencia. Aunque detrás esté nuestra historia, el pintor nos deja a nosotros la responsabilidad de elegir cuál es la imagen legítima y cual no, o si alguna es exclusivamente legítima…

¿El Bosco pinta un 15-M contra la corrupción moral, o era un  caricaturista adelantado de El Jueves?

Hasta hace poco hemos visto al Bosco y su arte sin mucha seriedad. Que haya sido un pintor predilecto de Felipe II y que haya pasado por El Escorial lo hace, todavía, más serio. En su obra hay un humor propio, que hoy posiblemente no entendemos adecuadamente. Cuando vemos algunas obras de unos de sus herederos más brillantes, que es Peter Brueghel, sí reconocemos mejor ese factor de representación humorística de la realidad. Los temas del Bosco son el juicio final, el infierno, pero yo veo en sus pinturas una buena dosis de humor sofisticado. No es El Jueves


Aznar le dijo que su trabajo era el mejor del mundo. ¿Lo palpa a diario, o del arte con mayúsculas también se acaba acostumbrando uno?

Trabajar en el Prado, no sólo como director sino como vigilante de una sala, o restaurador, o lo que sea, es un privilegio constante.

¿Qué cuadro le conmueve siempre?

Muchos, pero hay uno que inevitablemente te conmueve cada vez que lo ves, por su potencia, que es El Descendimiento, de Van del Weyden. Si hay un cuadro emocionante, que además habla sobre las emociones, es este.

¿Cuáles son las piezas del museo de su top ten?

Se pueden hacer muchas listas en el Prado. Afortunadamente, no tenemos el problema del Museo del Louvre, identificado por mucha gente por dos o tres obras, lo cual convierte la visita en un itinerario muy pobre. El Prado tiene varias listas de obras importantes que no te puedes perder: de pintura italiana, flamenca, española, por supuesto…

El Prado no es un museo de la historia del Arte, ni un museo enciclopédico. Es un museo hecho por los artistas y sus mecenas. Por eso tiene una cosa maravillosa que no tiene ningún otro museo, que es esta concentración de personalidades tan completas: El Bosco, Tiziano, Rubens, El Greco, Velázquez, Goya, Murillo, Ribera… Aquí casi están los talleres de cada uno de estos artistas, y esto ofrece una dimensión muy potente al museo.

14 años al frente del Prado y sin actualización de la Ley de Mecenazgo. No hay prisa, parece…

Existe una Ley de Mecenazgo, y cuando se quiera mejorar, pues será extraordinario. Al margen de la Ley de Mecenazgo, existe una sociedad que quiere ayudar a la cultura y lo hace. Aquí contamos con 30.000 personas que son Amigos del Museo… Es la institución cultural, sin duda, con más afiliados. El apoyo fiel también de las empresas, para desarrollar programas prioritarios del museo, es una manifestación de ese respaldo social. Si hubiera una Ley de Mecenazgo mejor, nos ayudaría aún más.

¿Qué postal del Prado enviaría a su familia cuando ETA desaparezca por completo de nuestras vidas?

Una de El Jardín de las Delicias: volveríamos a estar cerca del paraíso, pero sin olvidar el infierno vivido a consecuencia del drama de la violencia.

¿Siguen escondiendo futuro los sótanos del Prado?

Los conservadores del Museo están constantemente estudiando sus colecciones. Las obras que están expuestas, y las que están en los depósitos del Prado, también en otras instituciones. Según avanza el conocimiento, se encuentran novedades que se van contando. El conocimiento de la Historia del Arte es inagotable. En el Prado todavía habrá sorpresas. Seguiremos encontrando piezas extraordinarias que no hemos estudiado hasta ahora, y serán maravillosas.

Me he hecho una promesa a mí mismo. No preguntarle nada del Guernica, porque he comprobado que se lo preguntan en todas las entrevistas... Dicho lo cual: ¿qué cuadro falta en esta casa, más allá del Guernica?

A falta del Guernica, un gran Matisse sería extraordinario. Por ejemplo, una de sus grandes danzas, las que están en el Moma o la del Hermitage, serían fabulosas. Conviviría muy bien en el museo al lado de La gallina ciega, de Goya, o de El Baile de los aldeanos, de Rubens.

Un Prado gratis todo el año, ¿sería sostenible? ¿Sería saludable?

Sostenible, en estos momentos, no. Saludable, sí, porque significaría que la sociedad ha madurado lo suficiente como para considerar que el acceso a la cultura es libre y gratuito.

A usted el Prado le ha costado, de momento, una hernia. ¿Usted cree que la gestión de estos años tiene un “caso” en las escuelas de negocio, para aprender a llevar las riendas públicas con mentalidad de emprendedores?

En algunas escuelas de negocio me han pedido que cuente el proceso de cambio y modernización del museo; por lo tanto, me imagino que algo de lo que hemos hecho tiene un valor ejemplar para otras instituciones.

¿Cómo es la relación del Prado con el vecino Thyssen?

Muy buena, en todos los sentidos. Con las personas y a nivel institucional.

Dígame una palabra clave que nos ayude a entender algunas de las siguientes obras maestras del Prado:

            “La Anunciación”, de Fra Angelico:

Inocencia.

            “El Descendimiento”, de Van der Weyden:

Dolor.

“El tríptico del Jardín de las Delicias” del Bosco:

Placer

            “El caballero de la mano en el pecho” de El Greco:

Austeridad.

            “Las tres gracias”, de Rubens:

Opulencia.

“Las Meninas”, de Velázquez:

Inteligencia.

            “Los fusilamientos”, de Goya:

Drama.

De las 15 obras maestras que destaca la web del Museo, 7 son de temática religiosa. ¿Cómo se explicará el Prado cuando las nuevas generaciones desconozcan la fe cristiana?

Pasará lo mismo que sucede con las mitologías. Los museos somos un depósito de memoria, no sólo relacionado con el Arte, sino con la cultura en general, y la historia religiosa y de las creencias se refleja en nuestras colecciones. Tendremos que explicar en cada cuadro el por qué y el quién; es uno de los instrumentos de interpretación que debe facilitar el museo al que tiene más o menos conocimiento.

He leído alguna vez que deseaba que Víctor Erice hiciera un documental sobre “Las Meninas”. ¿Hay alguna novedad?

Sería maravilloso, pero el proyecto no ha avanzado.

¿Se explota cinematográficamente el Prado?

Hemos hecho una película documental del Bosco, sobre El Jardín de las Delicias, que está ahora en cines coincidiendo con la exposición. Es la primera vez que hacemos algo así. Y está funcionando muy bien. Uno de los proyectos de cara a nuestro bicentenario sería hacer una buena película del Museo del Prado, para estrenar en 2019.

¿Documental o película?

Película.

¿El brexit debería tener consecuencias culturales contra Reino Unido?

No. No creo que la cultura deba estar condicionada por la política o por la economía. Desde luego, para mí la relación con los museos y colegas británicos seguirá siendo la misma. Además, creo que no se hará efectiva la ruptura con Europa. El brexit es un amago, es síntoma de algo que hay que arreglar, pero no creo que se vayan definitivamente. Y, si se van, nosotros mantendremos una relación estupenda, la misma que tenemos con países como Rusia y sus museos.

¿Por qué Velázquez es su número uno?

En la Historia del Arte hay muchos héroes y algunos dioses. Velázquez es uno de estos. No lo digo yo. Lo dijo Luca Giordano, pintor napolitano, cuando vino a trabajar en la Corte de Carlos II y delante de sus cuadros dijo: “Esta es la teología de la pintura”.

¿Cómo sería el autorretrato de Miguel Zugaza?

De espaldas…

¿El 2019 sería un buen año para recibir el Princesa de Asturias de las Artes?

He participado en varias ediciones en el jurado de los premios, y creo que se otorgan a personas, no a instituciones. De todas formas, creo que el Prado no necesita ningún premio. Lo que necesita es presupuesto…

Ni siquiera un Nobel que convierta el Museo en una casa todavía más universal…

No. Yo creo que el Nobel nos lo dan los visitantes que vienen todos los días, de todas partes del mundo. Ese es el gran premio: que la gente tenga esta experiencia impresionante y memorable que se vive para siempre, incluso los que no pueden viajar a Madrid y lo conocen a través de nuestra web.

REBOBINANDO

Dice Miguel Zugaza que su autorretrato sería una espalda tímida, figurativamente discreta.

Bien. Si esa composición se plasmara sobre cristal, al otro lado se verían algunas de las señas de este boceto:

De Fra Angelico, la elegancia, y el claro sentido de estar ante una responsabilidad casi sagrada: cuidar un museo único.

De Van del Weyden, la naturalidad y el equilibro.

Del Bosco, su fondo.

De Rafael, la mirada a la cara de El Cardenal.

De Tiziano, el aire caballeresco y gentleman de Carlos V a caballo en Mühlberg.

De Tintoretto, los colores justos y la asunción de su papel de director como servicio que refleja El lavatorio.

Del Greco, su estatura, y la lealtad institucional de El caballero de la mano en el pecho.

De Caravaggio, las luces.

De Velázquez: la perspectiva aérea, la profundidad, el realismo.

De Goya, el carácter pionero de un estilo muy propio.

De la fachada del Prado, las columnas toscanas que aguantan el peso como si nada.

Acompañan al retrato de Zugaza algunos objetos que aquilatan esta osadía: De Goya, el quitasol, que tapa un problema buscando soluciones, y el farol de El 3 de Mayo, que ilumina la escena con transparencia; de Velázquez, la fragua del trabajo y el podio de Cristo Crucificado; del Bosco, la cara que no se ve de El Jardín de las Delicias; de Rembrandt, la mesa de camilla de Judit en el banquete de Holofernes. Y, sobre toda esta amalgama de mi horror vacui, los dos lobos de la familia Haro. Los del escudo de Durango. Y los del pecho del Athletic.