EN PAUSE | Íñigo Pírfano, director de la Orquesta Académica de Madrid

“España tiene talento para organizarse culturalmente, pero los políticos y los gestores dificultan nuestra capacidad para emprender”

Íñigo Pírfano, director de la Orquesta Académica de Madrid, es la batuta del proyecto ‘A Kiss For All The World’: la gran recogida de kilos de dignidad humana para las personas que viven en la periferia de la cultura a través de la Novena Sinfonía de Beethoven.

Pírfano se moja entre partituras por hacer de la "gran música" el mejor regalo: un abrazo for all the world.

La revolución de los besos tiene su epicentro en Madrid. Se estima que su radio de acción llegue a buena parte del mundo. Las cárceles y los hospitales se vestirán de gala para la ocasión. Habrá armas de cuerda y hombres y mujeres que alzarán la voz. Gritos de paz. Los mensajes cifrados se escriben en partituras. Este joven de Bilbao será el cabecilla de la batalla. Su misión es sacar la Novena Sinfonía de Beethoven de la vitrina, quitarle el alcanfor, y conquistar la dignidad humana a través de la cultura. No es una película. Es un sueño. Porque la música está para hacer las maletas e irse a todas partes. El Patrimonio de la Humanidad no es para que amarillee en la Unesco…


A pocos metros del monolito dedicado a José Martí, conocido en Cuba como el apóstol de la Independencia, tiene su estudio un revolucionario de mentalidad. Íñigo Pírfano es el director musical y artístico de la Orquesta Académica de Madrid, y es también la batuta de un proyecto singular: A Kiss For All The World.

Listen, and repeat…

El próximo 24 de junio se apagan las luces y empieza la función. El Hospital 12 de Octubre, de Madrid, será la casilla de salida. Al día siguiente, el Auditorio Nacional. Y después, a Latinoamérica. Y tiro porque me toca, hasta llegar a las cárceles en son de paz. 170 músicos jóvenes por amor al arte y a las personas que ven el arte como otra cosa para ricos.

La ópera magna de Pírfano tiene pinta de documental. Gran música para los grandes olvidados. La Novena Sinfonía de Beethoven, en directo y en exclusiva. En un mundo diversificado, unos llevan alimentos, ropas y medicinas. Y él se sube al carro para llevar dignidad a través de la cultura.

Dijo la Unesco en 2003 que la Novena Sinfonía del clásico alemán era Patrimonio de la Humanidad. Muy bien. Pues ahora se trata de que la disfruten también los más desfavorecidos del planeta.

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Si esto no es una revolución, que baje Beethoven y lo vea…

Anda España buscando un director de orquesta, y da la impresión de que sólo encuentra solistas…

El liderazgo es un concepto del que se habla mucho, y que es muy difícil de entender cuando se quiere hablar de liderazgo pleno. Antes pecamos elevando al líder muy carismático, pero muy autoritario. Ahora caemos en un discurso sobre el modelo de líder que no es creíble, porque sus propuestas, en el fondo, no buscan que el liderazgo venga del equipo, sino abrirse camino con iniciativas enormemente demagógicas.

Cuando el líder es un tirano, no funciona, como se ve en el mundo de una orquesta. Pero cuando es demasiado demagógico, lo suyo se percibe como hipocresía, y tampoco consigue una respuesta entusiasta.


¿Qué propiedades esenciales del buen director de orquesta recomienda a los que llevarán la batuta después del 24M?

En primer lugar, que sean conscientes de que están trabajando con personas, no con instrumentos, ni máquinas. Que trabajan para personas que tienen momentos buenos y malos, cabeza, corazón, un sistema nervioso que no conviene poner a prueba más allá de lo razonable… Ha de conocer en profundidad el corazón humano: los anhelos, las necesidades, las frustraciones, las dificultades... Debe tener un extraordinario dominio del equilibrio entre la comprensión y la exigencia. Sólo así sabrá generar ese ambiente en el que el equipo se sienta a gusto, porque sólo así se podrán obtener respuestas a la altura de sus expectativas.

¿La cultura interesa de verdad a los que dirigen este país, o es sólo una ocasión de postureo?

No sé si interesa o no, pero las medidas que se toman muchas veces no son las más adecuadas. Y eso es frívolo. España es el país de la subvención. Parece que sin ayuda pública no se puede hacer nada de valor en el mundo artístico, y eso es un error. Y lo contrario es igual de dañino. El político, que es, por definición, cortoplacista, cuando las cosas vienen mal dadas lo primero en lo que recorta es en la cultura y, en general, en todo lo que tiene que ver con formación en sentido amplio. Eso es un error terrible y eminentemente superficial, porque ahí nos estamos jugando el modelo de ser humano que heredarán nuestros hijos y nuestros nietos.

Hay que conjugar el equilibrio entre ambas cosas. Lo verdaderamente importante es el talento. Con dinero, gestionar una orquesta era fácil. Ahora vemos que las que se han gestionado centrando la atención en el talento, son las que mantienen una actividad significativa.

Y dentro de la cultura, ¿la música tiene el futuro como para irse a otra parte?

España es un país con mucho talento individual, aunque desgraciadamente las personas de más valía tienen que abrirse camino fuera. Confío en que la situación se revierta cuando las cosas cambien, y no hablo sólo de coyuntura económica, sino de mentalidad.

España me recuerda mucho a Orgullo y Prejuicio, porque es un país al que le cuesta mucho reconocer el talento de sus hijos más valiosos cuando han salido fuera y quieren volver a desarrollar aquí lo que han aprendido. La estructura de la gestión cultural es, muchas veces, la que no acepta a esas personas, por una cuestión de orgullo y de prejuicio.

La cultura española padece extranjeritis, y se ve en las personas que gestionan, por ejemplo, las orquestas, que no consideran el talento de muchos artistas sólo porque son españoles. En igualdad de condiciones consideran que un norteamericano, un alemán o un inglés son mucho más interesantes…

¿Sería interesante un movimiento “populista” de la música, o es mejor que siga siendo una cuestión de élites?

Las dos cosas son igualmente perversas. Por un lado, no puede existir nunca un arte para el pueblo. En general, los populismos son siempre demagógicos, baratos y, por lo tanto, falsos. Cuando a veces se ha intentado acercar la gran música al gran público, en muchos casos se ha desvirtuado su naturaleza. Cuando se toma, por ejemplo, la Sinfonía Júpiter, de Mozart, y se le añade un ritmo de batería para hacerla más cercana a la gente, la están prostituyendo.

La música y el arte nos convocan a un encuentro amoroso en el que sólo se puede conjugar el tú, no el vosotros. Es la persona la que tiene que ser conducida para ascender y que se produzca ese encuentro. Por eso urge una gran tarea de divulgación que venga a dar las pistas para que cualquier persona pueda ascender al reino de la gran música.

La música no es una cuestión de élites. Es una de las realidades más sobrecogedoras que tenemos al alcance de nuestras manos y está ahí para cada persona.

Se va usted a apostolar la dignidad humana al tercer mundo con la Novena Sinfonía de Beethoven. Porque entiendo que en el primer mundo esas cosas inútiles no nos interesan…

No vamos a acercarla al tercer mundo. Vamos a acercarla a los grandes olvidados del mundo, muchos de los cuales están también en el primer mundo. Por ejemplo, dentro de este proyecto estamos trabajando para tocar en una prisión de Nueva York, el país más rico.

La cuestión no es ‘primer mundo’ o ‘tercer mundo’. Nosotros queremos llegar a todas esas personas que, por sus circunstancias, no tienen un acceso fácil al mensaje potente que encierra la gran música. De hecho, A Kiss For All The World arrancará con una actuación en el Hospital 12 de Octubre, en Madrid.

Con la sensibilidad para disfrutar el arte y humanizar sus consecuencias, ¿se nace, o se hace?

Todo hombre tiene acceso a ese mundo, pero es verdad que es necesaria una cierta apertura, una cierta familiaridad, que a veces viene por el contexto en el que se crece, que es muy importante, pero no es absolutamente decisivo.

Para ser artista hace falta también una determinada carga genética que después hay que desarrollar específicamente.

¿Cree usted que el sistema educativo español, incluida la Universidad, y los medios de comunicación tienen potencial para educar nuestra cultura, o hemos perdido esa batalla?

Potencial tienen, por supuesto. La pregunta es si tienen la voluntad de hacerlo… La persona que piensa y es autónoma es extremadamente peligrosa para la estructura. Muchas veces el afán por la formación cultural esconde un determinado interés de tipo político, pero, en el fondo, la formación personal en este ámbito puede que no interese a demasiados responsables de la gestión política y social, porque nos hace autosuficientes y con criterio…

Y después están los guetos culturales. Culturetas de izquierda. Culturetas de derechas. La ceja. Y tal. ¿En la música también hay bandos?

Sí. Es casi inevitable, porque en este mundo se mezcla, por desgracia, el arte y los mercados del arte, que no siempre coinciden. Ahora, en esta época convulsa en la que impera un pesimismo castrante y un relativismo estéril, la imagen que tenemos del artista es una imagen neorromántica: de ese señor que decide que lo artístico es lo que él dice, y eso justifica, muchas veces, lo que vemos, tristemente, a nuestro alrededor: la patochada estrafalaria, la ocurrencia de turno…

Vemos que hay realidades inaceptables, como la pornografía o la pura provocación, que se convierten en arte por decisión unilateral del artista… Por eso es tan importante dotar a las personas de criterio, porque es clave que sepamos distinguir entre el grano y la paja. Esos bandos lo que hacen es manejar los mercados del arte. Al final, el buen trillador será el tiempo. Pasados los años, las nuevas generaciones decidirán de manera natural y lógica qué es lo que de verdad valía la pena.

¿Tener un Ministerio de Cultura es eficiente, o para esto, mejor nada?

Tendría que serlo… Desde luego, el cometido que le corresponde es de los más importantes. Parece que en este país sólo nos la jugamos en los Ministerios de Economía y Hacienda, e incluso vemos cómo la política se reduce exclusivamente a eso. Es triste.

Hay muchas cuestiones antropológicas, en sentido amplio, atropelladas por los gestores, y que no se toman prácticamente en consideración, porque sólo nos interesa nuestro bolsillo.

Yo creo en el talento personal. Por eso, muchas veces, casi sería deseable que los políticos no hicieran nada. Ni bueno, ni malo. Pero que dejaran actuar a los ciudadanos. España tiene talento como para organizarse, también desde el punto de vista cultural, pero nos someten a medidas que dificultan enormemente la capacidad que tenemos para emprender.

En 2015, el presupuesto del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte asignó 749,04 millones de euros a Cultura. Para las prestaciones por desempleo se contemplan 25.002 millones de euros.  Casi un 97% de diferencia. ¿Cómo le suena esta partitura?

Tal vez la clase política es en la que las musas han repartido sus dones de manera menos espléndida… El político ha de ser consciente de la enorme responsabilidad que tiene, pensando también en las generaciones que van a venir y en el mundo que vamos a dejar. No podemos entregar a los que vengan después un mundo con modelos que no funcionan desde el punto de vista humano. Las decisiones políticas no pueden olvidar el presente, lógico, pero tampoco el futuro. Las consecuencias de cada medida deben tenerse en cuenta antes, porque si no, la gestión será frívola. 

España en crisis, las instituciones en crisis, la familia en crisis… Y nos viene usted diciendo que “falta poesía”…

Sí… Claro. Es que para mí ese es el verdadero rostro de la crisis… La crisis hunde sus raíces en cada corazón humano. La codicia de muchos nos ha empujado a una crisis con caras dramáticas llenas de dolor, porque se desmorona todo. Pero eso no se soluciona con medidas fiscales. La única manera real de hacerle frente a esta crisis global es enfocando las soluciones al interior de cada persona.

Nos hemos dejado arrastrar por el camino de la codicia, seguramente porque faltaba poesía en nuestras vidas. Y hemos buscado sucedáneos, o esos paraísos artificiales de lo que hablaba Baudelaire…

Podemos ha movilizado a la sociedad con la protesta. Su idea es hacerlo con la música. ¿Cómo le explicamos esa audacia a los que lo miran todo por el canuto de los partidos políticos?

Hay que redescubrir y enamorarse del ser humano. Somos capaces de conductas reprobables y terribles, de corrupción, de formas de actuar que son, en el fondo, antihumanas. Pero también somos capaces de hacer cosas muy grandes, cosas bellas, de abrirnos con generosidad a las personas que más sufren, de no dejarnos arrastrar solamente por la búsqueda de la satisfacción personal y egoísta. Todas estas cosas no las capta bien el político. Al menos, no lo visualiza a la primera, pero es su responsabilidad caer en la cuenta de lo que supone la dignidad del ser humano, porque se supone que gestiona para personas.

Un país que sabe poco solfeo y mucho de epidermis, ¿cómo se transforma con la música?

No es un país, es el mundo. El mundo es epidérmico. Vivimos en una orgía de información rápida, epidérmica… Twitter es muy práctico, pero también tiene algo perverso. Cada tuit es una información con pocos segundos de vida que en seguida es aplastada por otros hasta relegarla al olvido más absoluto…

Como decía Bruno Walter, para conocernos y entendernos a nosotros mismos, es imprescindible abandonar el Allegro Con Fouco y adoptar un Andantino Grazioso que nos permita tomar el pulso de nuestras propias vidas. Pararnos. Dotarnos de momentos de silencio. Detenernos. Detener el discurrir alocado de nuestras trayectorias. Aprender a mirarnos y mirar a los demás con el sosiego necesario.


Con A Kiss for All The World usted llevará la música a las periferias culturales del mundo. ¿Un beso es lo que hace falta para recuperar la dignidad?

Sin duda. Con el beso se recupera la dignidad y la identidad. Lo enseña la Filosofía. El beso es una de las manifestaciones más profundamente humanas, porque nos separa de la conciencia de inidentidad. El hombre es un ser que se complementa con el otro.

El beso es una realidad eminentemente espiritual, el problema es que se ha perdido el sentido de lo espiritual. Identificamos lo espiritual con los programas de videntes, Halloween y los zombies… y, sin embargo, silbar una canción, dar las gracias, una caricia o un beso son realidades principalísimamente espirituales, y en consecuencia, humanas.

Con este proyecto no queremos sólo llevar el mensaje profundo que encierra la Novena Sinfonía de Beethoven. Lo que pretendemos es transformar la sociedad, la nuestra, y la de los países en los que queremos actuar. Con esta movilización, nuestra intención es que entre por los ojos que, solamente cuando uno se abre con generosidad a los demás, sus problemas siguen existiendo, pero pasan a un segundo plano. Se trata de cambiar el foco de la sociedad, enseñando que la queja es legítima, lógica, pero es estéril. Que lo que hace falta es construir, recuperar la confianza en el ser humano, apoyarnos unos a otros, volver a poner en pie iniciativas, ser creativos…

La dignidad. El honor. ¿Su tarea es volver al “damas y caballeros” en el siglo de “las tías y los tíos”?

A eso viene la cultura. Una sociedad como la nuestra ha perdido valores que, a veces, identificamos con lo tradicional. Y a lo tradicional se le ha puesto el cliché de lo que ya no tiene cabida, porque no es cool, o porque no es cómodo, o porque no es moderno… No sé si ‘damas y caballeros’, pero la cultura media y transforma nuestra manera de acceder al mundo y de comunicarnos con los demás, incluso de satisfacer nuestras necesidades básicas.

En estos momentos somos testigos de un boom de la gastronomía, que es cultura. Podríamos alimentarnos de cualquier manera, pero hemos decidido meter la cultura. Y lo mismo vemos en el mundo de los perfumes, de la moda… Todo eso es muy bueno, y no debemos perderlo.

En el tratamiento entre nosotros eso es importante. No se trata de un formalismo vacío, sino una manera de desenvolvernos que respete nuestra propia dignidad y la de las personas a las que tratamos.

Siga la serie: Música clásica. CD de regalos en los periódicos. Pajaritas. Señoras con pieles. Hombres con nóminas de las de antes. Concierto de Año Nuevo…

Alexandro Baricco habla de eso en El alma de Hegel y las vacas de Wisconsin: es confundir la música con la sociología del acontecimiento musical. Muchas de las personas que van a los conciertos de abonos en los principales auditorios del mundo no tienen la menor idea de lo que se les está diciendo ahí. Asisten porque tienen que asistir, por el acontecimiento social, o para hacer negocios… Seguramente, si entendieran la magnitud, la potencia y la profundidad del mensaje que se está comunicando, inmediatamente se descalzarían al darse cuenta, como los antiguos patriarcas, de que están pisando terreno sagrado.

Otra serie: Los 40 Principales. La canción del verano. Eurovisión. Edurne, fifty points…

No suelo distinguir entre música clásica y moderna, sino entre música buena y música mala. Defiendo que debemos tener criterio para escuchar siempre música buena, sea del género que sea, también porque las cosas tienen su momento. Hay algún momento en la vida especialmente indicado para la literatura de evasión, las películas de acción, y la música de entretenimiento. Pero tenemos un problema si lo único que consumimos en nuestra vida es eso…

Renunciar al gran arte no es que sea frívolo, es que es una opción irresponsable. Muchas personas están infra-alimentadas, porque han decidido consumir sólo ese tipo de literatura, de cine o de música. Creen que con eso satisfacen todas sus necesidades artísticas. Los umbrales están, casi, en el plano de los homínidos. 

Si en el siglo XXI los hombres y las mujeres andamos a flor de piel, ¿por qué tenemos una piel tan gruesa como para que no nos pique la curiosidad por la cultura?

Porque cuesta esfuerzo, y vivimos en un mundo en que el esfuerzo tiene mala prensa, a pesar de que después tenemos gimnasios llenos y dietas durísimas en muchas casas… Sin embargo, el esfuerzo que lleva consigo la formación, el acceso a las realidades humanas más nobles, siempre nos coge con una gran pereza… Lo peor es cuando esto penetra en los sistemas educativos, porque la escuela y la Universidad se convierten en un lugar en el que se adquieren destrezas, pero no se forman personas. Ni se forman cabezas, ni corazones, ni sentimientos, ni emociones… Eso es terrible… Los que llegarán después van a dominar los idiomas y las nuevas tecnologías, pero no tendrán una visión poética del mundo. No se van a conocer a sí mismos, ni van a conocer a los demás.

¿Por qué un mundo sensacionalista no es un mundo apasionado?

Porque vivimos de lo epidérmico, y eso son fuegos que dan más luz que calor. Un mundo sensacionalista vive de lo espectacular, de lo inmediato, pero adolece de la capacidad de encenderse con el rescoldo, que es lo que calienta los hogares.

Dice usted que faltan Quijotes. ¿Significa eso que nos sobran Sanchos?

No. Sancho, al final, se quijotiza. Y al revés. El problema de un mundo como el actual es que hemos perdido la capacidad de asombro. Sancho es un mundo pegado a las cosas de la tierra, que él sabe disfrutar como hombre. Ahora hemos perdido la capacidad de disfrutar. Vamos muy deprisa. Consumimos de manera compulsiva. A veces, ni tenemos tiempo para disfrutar con la compañía de las personas a las que queremos… Hemos sustituido todo eso por las amistades cibernéticas. Cuando falta la capacidad de asombro, falta la capacidad de entender el mundo con ojos humanos.

En la FIFA de la Música, ¿en qué liga juega la música española?

No en la que nos gustaría…

¿Por qué?

El problema de España es que hay talento personal, y muchos músicos españoles juegan en la Champions League mundial. Nuestro déficit tiene que ver con la estructura y con la escasa tradición musical… Como país, la música no ocupa el lugar que debería, y estamos a años luz de los países anglosajones, por ejemplo.

¿En qué hombres y mujeres españoles que hayan apostado un cheque en blanco por la cultura piensa cuando oye la Novena de Beethoven?

Haría una mención especial a Alfonso Aijón. Él ha traído a España a las mejores orquestas, a los mejores solistas, a los mejores directores del mundo… Su nombre es muy conocido fuera de España por haber puesto a nuestro país en la red de los circuitos musicales internacionales.

¿Se puede entender la música sin pensarla?

No. El acceso a lo artístico es un híbrido entre el gusto y el logos. Se saborea, pero también porque se sabe, por eso el criterio es imprescindible.

¿Qué salida tiene un mileurista para dejar de ser un inculto musical?

El mileurista no tiene por qué ser un inculto musical. Conozco a muchos con una cultura musical enorme.

Solidaridad. Música. Del Banco de Alimentos, a la Orquesta que abraza el mundo con los brazos de Beethoven. De las cosas, a las causas. ¿Abre usted una nueva etapa de filantropía existencialista?

El proyecto es novedoso y nuestra gran ilusión es que sea el primero de una gran lista. La labor que hacen instituciones como el Banco de Alimentos es insustituible. Llevar a los que lo necesitan las cosas urgentes para el día a día, como la comida, la ropa, las medicinas, es absolutamente primordial. Nosotros venimos a plantear a la sociedad que seamos capaces de revisar el concepto de primeras necesidades: porque todo lo dicho es imprescindible, y la dignidad que da la cultura, también.

En un mundo de desconfianzas, supongo que alguien le habrá dicho: “Muy bonito este proyecto… como campaña de marketing”…

Sí, por supuesto. No puedo pretender que todo el mundo tenga una visión poética de las cosas. Por desgracia, no es así. No todo el mundo comparte la misma visión de las cosas. Este proyecto sólo se entiende como una pura donación. El 25 de junio van a actuar 170 músicos jóvenes desinteresadamente en el Auditorio Nacional. No puedo pretender que todo el mundo sea generoso, porque, de hecho, no es así.

Nacemos incultos y nos encontramos con que la cultura tiene un muro de pago. ¿Es justa una sociedad en la que esa gran aspiración cultural de los hombres necesita un abono?

No sé si es justa o no. De hecho, es así. Ahora bien, muchas veces me encuentro a personas que se amparan en el precio de lo cultural como una especie de excusa para no hacer el esfuerzo de acceder. Aunque es cierto que lleva consigo un tributo, cuando se piensa detenidamente, se percibe que en lo cultural, por muy elevado que sea el coste de la entrada, el precio es ridículo para la experiencia que se nos está ofreciendo.

¿Por qué les llaman frikis, cuando en realidad quieren decirles “les tenemos envidia”?

Porque es la reacción propia de los individuos menos dotados, que se revuelven, porque no quieren aceptarse. Esa actitud que es un reflejo de su visión chata de las cosas.

¿La belleza está maltratada?

La belleza es esa gran desconocida que todos buscamos sin saberlo. En el fondo, es una de las caras de la felicidad. Y todos buscamos la felicidad. El ser humano tiene un anhelo enorme de belleza, pero muchas veces no sabe dónde están las fuentes para calmar esa sed.

Es verdad que hay una gran ola de feísmo que pretende invadirlo todo. El feísmo omniabarcante nos insensibiliza para las cuestiones más profundamente humanas. Es una batalla interesante.  

¿Quiénes son los líderes de la música española que cambiarán las negras por blancas?

Todas aquellas personas que creemos en su poder transformador. Los que no nos fijamos en el mercado, en vender, en ascender, sino en la enorme dignidad que late en el mensaje de la gran música.

¿Algunos nombres propios?

En España, Juanjo Mena, Pablo Heras Casado, Javier Perianes, Rosa Torres-Pardo, Judith Jáuregui, Leticia Moreno… Hay mucho talento español que cree en este poder transformador y están haciendo unas carreras maravillosas. Serán los líderes de nuestra música.

Los estudiantes quieren ser empresarios o ingenieros. Sobre todo, los que han vivido la crisis en casa... Ante una juventud eminentemente centrada en la eficacia, ¿cuál es el reto cultural?

Mi impresión es que ahora hay un cambio en ese paradigma. Mi generación es la de Derecho o Empresariales, porque los iconos eran los banqueros. Ahora que el éxito y la prosperidad económica no tienen ya tanta relación, hay más jóvenes que se plantean estudios con una visión menos crematística. Veo un resurgir de las Humanidades, porque percibimos que lo técnico no tiene ya tantas salidas, y porque entendemos que las humanidades enriquecen este contexto de empobrecimiento económico. Además, nos dan una visión transversal especialmente necesaria en un mercado laboral como el actual, con el que la superespecialización no tiene tanta cabida.

¿Qué diferencia hay entre una persona culta, una persona narcisista, una persona soberbia, una persona que mira por encima del hombro, y una persona encantada de haberse conocido?

La persona culta, en sentido pleno, se conoce a sí misma, y por lo tanto, es humilde. Por eso son tan pocas…

¿En qué se distingue por fuera a una persona verdaderamente culta?

El verdaderamente culto es el que ha encontrado la respuesta al sentido. Al final, como decía Alfred North Whitehead, la cuestión es saber de qué va todo esto. La persona que vislumbra una respuesta a esta pregunta esa es la verdaderamente culta.

O sea, que por fuera no se nota…

Claro.

O sea, que si se nota, es una pose…

Muchas veces confundimos lo nuclear con lo accesorio. El gran peligro de un artista es dejarse arrastrar por esa pose, cuando lo que debe hacer es tomarse su misión con la radicalidad del que se sabe un profeta: de alguien que está transmitiendo un mensaje que no es suyo. El verdadero artista es humilde. Es un mensajero. Cualificado, porque ese mensaje no lo puede transmitir cualquiera, pero la grandeza del mensaje no me engrandece a mí.

Cuando uno es verdaderamente culto, le pasa lo que a Sócrates, que entiende que cada vez sabe menos, y asume que la grandeza está en lo grande, y él ha de aportar su espacio interior para que la grandeza de esa obra reverbere dentro de él y cumpla su promesa. Cuando uno entiende la grandeza capta así, a un golpe de vista, su propia indignidad. El culto es el que se sabe indigno de toda la magnificencia que le rodea.

REBOBINANDO

Hay directores de orquesta que están de espaldas al público, pero, a la vez, dan la cara, primero a los suyos, y después, al resto. Son como Jano, pero de frente.

Hay directores de orquesta que están arriba, en el escenario, pero a la vez están abajo, en la platea, y en la acera, y en el asfalto sin poesía y con baches de la vida misma.

Hay directores de orquesta que cuando llegan a ser directores de orquesta no sólo quieren ser directores de orquesta. Si están capacitados para dirigir una orquesta, están capacitados para dirigir otros cotarros.

Hay directores de orquesta que no buscan flashes, porque prefieren la deslumbrante discreción.

Hay directores de orquesta que no se creen directores de orquesta y que toman la batuta como una manera de ser el último entre tanto artista junto.

Hay directores de orquesta que se quitan la pajarita. Y periodistas que se quitan el sombrero, porque este A Kiss For All The World es para que se caiga el auditorio, o para encadenar cien emoticonos de aplausos en un mismo mensaje de Whatsapp.

Pírfano no es Beethoven, pero a Ludwig, a sus 245 años, le suena muy bien esta sinfonía social.  Me comentan.