“Independentina”, la droga que más se fuma en Cataluña

Lluis Llach, Francesc Homs, Oriol Junqueras, Carles Puigdemont y Artur Mas.

Un amigo mío, veterano informador y fino analista político desde hace años, me comentaba que en Cataluña "se fuma mucha independentina".

Esa nueva droga, explicaba, provoca, al igual que sus hermanas, efectos como confusión de la realidad, distorsión lingüística, delirios, alucinaciones, visiones fantásticas, viajes estelares...

Quienes sufren el síndrome presentan habitualmente graves problemas de percepción, no escuchan, se empecinan, y finalmente desarrollan manías persecutorias. Se ven conspiraciones donde no las hay.

En los casos más graves puede generar actitudes violentas, contra las personas y contra las cosas, con escraches, intentos de agresión, apedreamiento de fachadas, pintadas en puertas y paredes...

Dicha sustancia se suministra en muchos y muy variados lugares, por todas partes: asociaciones, clubes, entes culturales y deportivos, campos de fútbol, medios informativos, colegios... y, por supuesto, en los despachos de la Generalitat de Cataluña. Ahí sobre todo.

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Puede consumirse de forma individual, pero más frecuentemente en grupo, donde unos a otros se sostienen y animan, fomentando un profundo sentimiento de solidaridad y de pertenencia.

La "independentina" genera, por supuesto, dependencia. Es decir que, una vez enganchados, hay que seguir fumando para no entrar en crisis de síndrome de abstinencia. Necesitan,  sin remedio, la dosis diaria.

Salir de ese peligroso contagio exige cura de desintoxicación. Que resulta costosa y es muy larga, porque la mayoría del personal lleva más de veinte años fumando la droga.

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