José Apezarena

Vascos locos

Atentado de ETA contra la casa cuartel de Zaragoza, con 11 personas asesinadas.
Atentado de ETA contra la casa cuartel de Zaragoza, con 11 personas asesinadas.

He de confesar que estas líneas nacen como resultado de un impulso, o más bien de una indignación. Pero también son fruto de una perplejidad.

Me explico. Tiene origen en haber visionado en Twitter el recibimiento popular tributado a un asesino etarra llamado Germán Urízar.

Natural de Bilbao, Urízar es el autor material del asesinato del policía Juan Manuel Cruz, de 27 años de edad, que el 8 de abril de 1991 falleció en Baracaldo al estallar una bomba lapa colocada en su coche.

El 6 de junio de ese año fue detenido junto a Raúl Ángel Fuentes Villota y Jon Mirena San Pedro, integrantes del 'comando Matalaz' de ETA, cuando se disponían a colocar otra bomba lapa en el vehículo de otro policía en el mismo municipio vizcaíno.

Germán Urízar salió el pasado 28 de febrero de la cárcel de Algeciras tras permanecer 28 años en prisión, ha vuelto a su tierra, y acaba de ser homenajeado en las calles de Bilbao. Vean las imágenes.

La escena muestra al etarra, caminando de la mano de una niña pequeña, mientras a ambos lados de la calle grupos de personas, hombres y mujeres que enarbolan banderas vascas, le aplauden sin cesar.

¿Qué aplauden esas personas? ¿Qué quieren enaltecer? ¿Cuáles son los méritos de Urízar?

Por eso he dicho al principio que estas líneas nacen también de una perplejidad, esta: ¿Cómo es posible que haya gente que aplauda a asesinos convictos?

Reproduzco palabras de miembros de los cuerpos policiales: “Somos el único país de Europa en donde se recibe como héroe a un asesino y todo permitido y consentido. Este miserable asesinó a nuestro compañero y hermano, José Manuel Cruz, a los 27 años”.

 

No es la primera vez que se enaltece a Urízar, porque ya fue objeto de un homenaje cuando todavía seguía en prisión. O sea, dos veces.

Por supuesto, puedo entender un anhelo nacional. Y también que se luche por conseguirlo en una guerra abierta. Lo que no me cabe en la cabeza es el asesinato cobarde y a traición, contra personas que no pueden defenderse.

Y eso durante años y años. ETA asume en su último boletín interno 758 asesinatos y 2.606 atentados. Y es lo que ellos admiten, porque hay mucho más.

Que los asesinos merezcan un reconocimiento público, un homenaje, solo puede entenderse si quienes lo tributan están locos. Solamente desde la locura de unos vascos locos.

Bueno. No solamente vascos. Porque también en mi tierra, en Navarra se dan esos ‘homenajeadores’. Que, por cierto, no quieren que se les vea la cara.

editor@elconfidencialdigital.com

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