Menos gramos de cocaína y más regeneración

Madre mía, qué país. Esta España Profunda está realmente malita.

En Italia están con la camorra y 16 jueces corruptos. En Francia un loco se ha liado a tiros con la población en plan vengador justiciero. En Alemania dimiten los ministros por copiar su tesis doctoral. Lo que tenemos en España es lisa y llanamente corrupción.

A Jaume Matas lo acaban de condenar a seis años de cárcel tras ser considerado culpable de malversación de fondos, prevaricación, falsedad documental y fraude a la Administración, delitos que suman una condena de cinco años y tres meses, a los que se añaden nueve meses más por tráfico de influencias.

Fue presidente de una comunidad autónoma, por dos veces, y ministro de Medio Ambiente con José María Aznar. Ahí es nada.

Por otro lado, el chófer del ex director general de Trabajo de la Junta de Andalucía, Javier Guerrero, acaba de ratificar ante la juez del caso de los ERE que durante tres años gastó alrededor de 25.000 euros al mes para comprar cocaína junto a su antiguo jefe, con el que compartió “maratonianas jornadas” en las que llegaron a consumir hasta cinco gramos diarios de cocaína.

El conductor asegura que gastó casi un millón de euros, principalmente, en cocaína y una pequeña parte en alcohol, regalos, un piano, teléfonos móviles, bolígrafos y ropa.

El ex chófer ha contado que él mismo elaboró las “bolsitas” con cocaína para su jefe, que adquirió la droga en una barriada sevillana llamada las Tres Mil Viviendas, e incluso ha identificado a su camello, llamado Goyo, hijo del dueño del hotel Posada del Moro en Cazalla de la Sierra (Sevilla).

Creo que estos dos casos deberían provocar un terremoto de indignación que genere un puñado de dimisiones y asunciones de culpas realmente ejemplares.

Los políticos deben demostrar a sus votantes que existe un sincero afán de regeneración, la firme intención de hacer tábula rasa con la inmoralidad, porque esta crisis financiera ha sido provocada también por la corrupción de nuestros dirigentes.

 

Si no se produce algo así, el riesgo de fractura total entre gobernantes y ciudadanos puede ser definitivo. Al tiempo.

Más en twitter: @javierfumero

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