Por la boca… Bolaños, como Juan Simón, pero al revés

Tiene que ser triste, desasosegante, frustrante, estresante, decepcionante, sonrojante y hasta denigrante, aspirar a ser ministro y, cuando llegas, que tu principal función sea desenterrar muertos aunque la exhumación sea para mayor gloria de Sánchez.

Ya se encargaba de ello cuando estaba en “la montonera” de La Moncloa  casi de suplente y en el banquillo a la espera de sentarse en el Consejo de Ministros y allí, es de suponer que se fraguó su ascenso por lo bien que le quedó lo de Franco.

Su último cometido en el Gobierno consiste en el desentierro de los cadáveres de José Antonio Primo de Rivera en el Valle de los Caídos y del general Queipo de Llano en la Basílica sevillana de La Macarena. Y tiene la agenda repleta.

Dice Bolaños que, con lo de la memoria, son cadáveres que no pueden estar enterrados en un lugar preeminente, por aquello de la dictadura franquista. Eso sí, los restos son depositados en un lugar digno.

Eso del lugar digno no deja de tranquilizar. Lo que intranquiliza es constatar que un individuo que cobra un sueldo y tendría que dedicar sus horas de trabajo, por escasas que sean, a mejorar la vida de los españoles, a procurar la armonía entre sus conciudadanos, a fomentar el bien común y a dar lo mejor (sin exagerar) de sus cualidades por esos objetivos, esté azacaneado desenterrando muertos. 

Vamos, que Bolaños se dedica a hacer lo que hacía Juan Simón, el enterrador, según decía el genial Antonio Molina, en aquella copla, solo que al revés. Y además Bolaños lo hace con notable retraso, porque Juan Simón enterraba lo más tardar a las 48 horas del óbito y Bolaños ha esperado más de 80 años. Además seguramente y duelos aparte, Juan Simón enterraba con el beneplácito de sus paisanos que incluso le acompañarían en el séquito correspondiente, mientras que a los españoles, en general, los lugares de enterramiento de personas que fallecieron hace tanto tiempo, no parece preocuparles demasiado y, por si fuera poco, son muchos los que por múltiples razones, todas ellas respetables, se sientan heridos, ofendidos y maltratados en sus afectos, creencias e ideologías y los hay lógicamente, que tienen sus razones para reclamar esas exhumaciones.

Según se dice en algunos despachos de La Moncloa, Bolaños, “con lo de Franco” hizo un “trabajo limpio”, que apenas levantó polvareda cuando se esperaba mucho más revuelo. Pero tiene que ser triste, desasosegante, frustrante, estresante, decepcionante, sonrojante y hasta denigrante, aspirar a ser ministro y, cuando llegas, que tu principal función sea desenterrar muertos aunque la exhumación sea para mayor gloria de Sánchez.

Pero en justicia hay que decir que Bolaños entre trabajo fúnebre y trabajo fúnebre, tiene tiempo para insultar a Feijóo y recitar la lección aprendida de lo del interlocutor.

Bolaños se ha ganado el puesto a pulso. Y eso que cuando “lo de Franco” todavía no era ministro.

 

Ya quisieran muchos tener ese historial de cementerios.

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