La alargada sombra

Ocho de la tarde del viernes 14 de noviembre. César Vidal comienza “La Linterna” de la Cadena COPE con su habitual editorial. Como cada día, el periodista recurre a algún hecho histórico elocuente para compararlo después con alguno de actualidad y exponer un breve análisis. En esta ocasión, el hecho histórico traslada a los oyentes a Francia: “Corría el año 1801 cuando en el puerto francés de Brest se constituyó la primera logia masónica formada por españoles…”. El hecho de actualidad, sin embargo, llega con forma de documentación: “En las últimas horas hemos tenido acceso a documentación de la obediencia másonica conocida como el Gran Oriente de Francia”. El locutor destaca una parte del contenido de uno de los documentos “conocido como Librito Blanco de la Laicidad”.

No existe una línea divisoria clara entre las pautas del sistema educativo que se está implantando a la fuerza en España y las recomendaciones obsesivamente laicistas del Gran Oriente de Francia. Hay una frontera tenue donde ambas visiones se confunden y alimentan entre sí. Según relata César Vidal, los documentos de origen masónico que han caído en sus manos insisten en la necesidad de evitar cualquier tipo de “influencia religiosa en la cultura, en la creación artística y en la información y la comunicación”, exigen “que la escuela laica” sea “preservada de toda penetración confesional”, y aseguran que la “moral laica es esencial en la construcción de la armonía social y el reforzamiento del civismo democrático”. En resumen, las indicaciones de la documentación procedente del Gran Oriente de Francia nos resultarán familiares en España: sí al aborto, sí a la eutanasia, sí a la experimentación con embriones, sí al desprecio y extinción de lo confesional –matizo: especialmente si es cristiano- y sí a la imposición de la “moral laica”.

La línea gris y difusa que separa las indicaciones masónicas de las acciones gubernamentales no se limita a la laicidad. En otro de los documentos, de octubre de 2007, César Vidal ha encontrado una felicitación expresa del Gran Oriente de Francia al gobierno de España por su Ley de Memoria Histórica. En cuanto a la crisis financiera mundial, el análisis masónico también les resultará familiar. Dice un comunicado emitido por el Gran Oriente de Francia con motivo de la crisis: “El viento del liberalismo sin freno se llevaba todo a su paso (…) Hoy en día es casi imposible prever cuáles van a ser las consecuencias económicas y sociales de este desastre (…) Qué esto sea un nuevo gobierno mundial económico y democrático, qué esto sea la refundación de un estado providencial del que solo se puede esperar que esté a la altura de su nombre en los meses que vienen”. ¿Qué ha propuesto España en el G-20? Lo mismo: más Estado y menos mercado.

César Vidal terminó su editorial de La Linterna lanzando al aire algunas preguntas. Unas son más previsibles: “¿Es casualidad que la asignatura Educación para la Ciudadanía reproduzca el modelo educativo masónico? (…) ¿Es casualidad que el análisis erróneo y demagógico de la actual crisis económica, que lleva a cabo Rodríguez Zapatero, sea el mismo que propugna la masonería?”. Otras son más atrevidas: “¿Ha tenido algún papel la masonería en la concesión de una silla en Washington para Rodríguez Zapatero?”.

Como siempre, nadie va a responder a estas cuestiones. Cuando se trata de las relaciones entre el poder y la masonería la única respuesta la proporcionan los hechos históricos. Y no siempre. Pero lo grave no son las coincidencias, que cada uno puede verlas y valorarlas como desee, sino los objetivos comunes. Tanto unos como otros nos quieren sumisos hacia el Estado. No nos quieren laicos, nos quieren callados. Silentes en lo moral. Moldeables. Con la cabeza vacía de todo principio moral somos más esclavos del poder público. Sin más creencia que la que el “Estado providencial” dicte. Sin preguntas que hacernos, ni respuestas que probar. Sin nada que pensar por nuestra cuenta. ¡Muerte a la filosofía! Nos quieren así: incultos pero adoctrinados, radicales pero obedientes y moldeables. Y enfrentados.

Tanto unos como otros, en un juego perverso, tratan de enfrentar ciudadanía y religión, como si fueran conceptos opuestos. Es la excusa para poder atacar más duramente a lo confesional. Sin embargo, muchos de estos ataques no son contra la religión, sino contra la libertad. No conviene olvidar que mientras la Iglesia invita a profundizar, a reflexionar y a pensar, otros, bajo la alargada sombra, sólo nos invitan a obedecer.

 
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