El necesario retorno de Vidal-Quadras

Digamos, con cierta fraseología propia del antiguo regeneracionismo, que Cataluña es el problema y Cataluña puede ser la solución. A estas alturas ya resulta meridiano que el mayor riesgo para la integridad de España no reside tanto en las tosquedades del nacionalismo vasco o en las aún incipientes rabietas del gallego, cuanto en las arterías de ese frente político disgregador constituido en el seno de la Generalidad, más las colaboraciones externas de CiU con sus voceos y del PPC con sus murmullos. Es la parranda perfecta para entonar con entusiasmo beodo el canto de la secesión. Musiquita y magia, qué gran velada. Porque magia o así deben de estar haciendo los socialistas catalanes con la ponencia estatutaria y la Constitución. Es el viejo truco de la caja y los cuchillos. De la Carta Magna sólo asoma la cabeza. El resto del cuerpo articular está oculto en una especie de féretro brillante, y Maragall lo traspasa con un largo cuchillo, luego con otro, y con otro. El Consejo Consultivo advierte de que algunos pinchan en magro, pero no pasa nada. Se saca el cuchillo en cuestión y se sustituye por otro menos afilado. Al final del truco, cuando se abra la caja, lo importante es que la sangre no se note. Mientras una parte de la audiencia asiste arrobada al espectáculo, hay quien se da cuenta de la carnicería y la revela. Una de esas voces oportunamente delatoras es la de Alejo Vidal-Quadras, vicepresidente del Parlamento Europeo y encarnación de un proyecto político basado sin fisuras en los principios de la nación cívica y la libertad. Vitriólico analista y ameno divulgador, además, resultaron de amenísima lectura a quien suscribe su compilación de textos Amarás a tu tribu, alegato contra el nacionalismo, y el opúsculo La derecha, donde –rara avis dentro del superferolítico partido en que milita– asume el término en su vertiente liberal y lo desmenuza. En el número de Época correspondiente a la semana pasada, Vidal-Quadras denunciaba el disparate que supondría la aprobación del nuevo Estatuto por las Cortes y no ahorraba críticas a la actitud más bien tibia de Piqué en todo el proceso. Preguntado por la propuesta de los intelectuales catalanes para la formación de un nuevo partido, respondía: «En mi opinión, lo que habría que hacer es que el PP asumiese sin complejos y sin timideces su papel natural en Cataluña: el de una alternativa firme al nacionalismo». Ésa es la clave. Al igual que en el País Vasco, con María San Gil, y a la espera de un renuevo en Galicia tras la pérdida del poder, el Partido Popular debería representar también en la región catalana una opción aglutinante que trascendiese el binomio izquierda-derecha para allegar el máximo apoyo posible de todos aquellos electores de las tres «nacionalidades» históricas que están hastiados del separatismo. Si se consiguiera articular un gran movimiento cívico en torno a la Constitución y a los derechos individuales, la Cataluña de Vidal-Quadras sería una solución a la Cataluña del tripartito.

 
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