Por la boca: Bonjour, tristesse

Ese era el título de una novela de Françoise Sagan que tuvo gran éxito. Pero igual se podría decir en portugués, ‘bom dia, tristeza’ e incluso en gallego ‘bos días, tristura’.

Pocos hombres habrá en el mundo más tristes que Mariano Rajoy. Es el hombre que más cosas hace contra su voluntad. Impelido por las circunstancias constantemente toma decisiones que le apenan, le acongojan, le contrarían y, en definitiva, le deben de causar una infinita tristeza. Vamos, que se despierta cada día con un sonoro ‘buenos días tristeza’.

El verano ha sido un continuo sobresalto y de una tristeza tras otra. Hay que tener en cuenta que los españoles llevamos más de un año ‘al borde del abismo’ y eso acaba entristeciendo a cualquiera.

O entristeciendo o aburriendo. Un día es la prima de riesgo, otro es la Bolsa, otros son los intereses, otro el IVA o las ‘quitas’ al estado del bienestar.

Estado del bienestar que también tiene aburrido a Alfonso Guerra a quién, según mi admirado Carlos Herrera, han sacado del frigorífico y le han enviado a Rodiezmo con el pañuelo rojo y el puño enhiesto y bostezando junto a Cándido Méndez, decidido a tomar la calle no se sabe si antes o después del referéndum.

Y todo con el síndrome postvacacional que este año es un síndrome ‘postIVAcional’. Tristeza por todas partes.

Tristeza hasta en el césped del Bernabéu por un quítame allá un balón de oro. Esta vez en portugués ‘bom dia tristeza’. Este Ronaldo no es como el otro, que se ponía el mundo por montera. Los brasileños siempre han sido más alegres y los portugueses como más tristones. Claro que a veces las bromas de los brasileños no sientan bien y a Marcelo se le ocurrió la humorada de postular a Casillas para el premio futbolístico. Y los celos son muy malos hasta en portugués.

Pero esta semana se nos aparece en carne mortal Angela Merkel, que tampoco es la alegría de la huerta aunque tenga el aspecto de servidora de cerveza en la Oktoberfest de Munich.

Que Mariano Rajoy esté tranquilo, porque tampoco Angela Merkel nos va a estropear el pasodoble de nuestras tristezas. Que para la vuelta de las vacaciones no están nada mal.

 
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