Historietas como motivo de guerra

Yo pensaba que el pretexto más absurdo para iniciar una guerra era un partido de fútbol. ¿Se acuerda el lector del conflicto bélico de seis días entre Honduras y El Salvador en 1969? Ha entrado en la historia como “la guerra del fútbol”. Primero, hubo una pelea en el campo, y luego la gente tomó las armas.

Pues bien, todo parece indicar que los iraníes han decidido dejar atrás a los latinoamericanos. La película estadounidense 300, recién llevada a la pantalla, ha sido el motivo de un agravio mortal, y eso que evoca una batalla famosa, la de las Termópilas, sucedida ¡en el año 480 antes de nuestra era!, cuando las fuerzas persas, tan numerosas, con el rey Jerjes al mando no pudieron vencer a un puñado de espartanos encabezados por el rey Leónidas. No obstante, en una rueda de prensa celebrada en Moscú, en la sede de RIA Novosti, el jefe de la misión cultural de la embajada de Irán, Mahdi Imanipur, expresó la profunda indignación de su país y manifestó que “la película provoca confrontación y, lo más probable, puede provocar una guerra”.

En lo que a la historia se refiere, ésta no puede revisarse por más que se intente. La ignominia de los persas y la hazaña de los espartanos hace ya tiempo que son mundialmente conocidas, no hay vuelta de hoja. Por otra parte, se entiende que éste no sea un recuerdo grato para los iraníes. Mas, el problema es que la película nada tiene que ver con la historia real.

Sospecho que el diplomático iraní no la ha visto, y quizás haya hecho bien, porque es bastante mediocre. Probablemente, los autores del filme no pretendían lograr algo excepcional. ¿De qué verdad histórica puede hablarse si es sabido que estamos ante una adaptación de la novela gráfica de Frank Miller? ¿Hace falta explicar lo que son los cómics? Por las mismas, se podría razonar sobre la historicidad de un personaje como el Superman.

300 es una película destinada a los adolescentes, con un montón de muertos: de chapuzas como ésta está lleno el cine mundial. La finalidad de los autores no es otra que llenarse el bolsillo, les importa un comino el Irán de ahora; la finalidad del adolescente es matar tiempo y salir del cine con una cabeza tan vacía como entró. El filme cumple con ambos cometidos.

A diferencia del diplomático, yo observé la reacción del público. Fui a ver la película tras la declaración iraní, pero lo que vi era un churro. A los chicos les parecía divertido ver tanto a los forzudos espartanos como a los persas mimados y adornados con piercings de pies a cabeza. Vean lo que escribe con ironía en Internet un espectador de la película: “Desde luego, la táctica de Jerjes deja mucho que desear. A lo mejor cuando le hicieron el piercing, le pincharon la única circunvolución cerebral que tenía. De lo contrario, ¿cómo puede explicarse el hecho de que lanzara sus ejércitos contra hombres semidesnudos?”.

Quisiera preguntar por qué Grecia no se ofendió por lo de “hombres semidesnudos” pero Irán sí se amoscó por lo de “piercing”. ¿No será porque los griegos tienen un sentido del humor que en los iraníes quedó algo embotado a raíz de constantes enfrentamientos con EEUU?

El señor Imanipur piensa en serio que esta película provoca una “discordia internacional”. ¡Dios mío! ¿Con quién? ¿Con los americanos? Pero es que en la época de Jerjes no había americanos.

¿O tal vez con los griegos? Pero ya no hay espartanos.

 

Por no mencionar que hay un problema con la nacionalidad de los persas. “Los persas” es sólo una etiqueta, porque en realidad el ejército de Jerjes estaba integrado mayormente por mercenarios. Por ejemplo, la famosa caballería médica que formaba parte del ejército de Jerjes estaba integrada por kurdos; en la flota había fenicios y egipcios, mientras que el grueso del ejército persa lo constituían unidades de infantería ligera de diversas procedencias: arqueros del Asia Central y lanzadores de dardos oriundos de la costa oriental del Mediterráneo. Allí había partos, bactrianos, árabes, etíopes, tracios, diversos pueblos del Cáucaso, etc. Lamentablemente, el señor Imanipur no precisó si los descendientes de todos estos pueblos junto con los iraníes también se proponen atacar a Hollywood por el fomento de la discordia internacional. Supongo que no.

El diplomático iraní se muestra indignado ante el hecho de que los autores de la novela gráfica atribuyen “todo el mal” al rey persa. ¿Qué se puede decir al respecto? Es cierto que los espartanos no eran inocentes vegetarianos, pero no es menos cierto que en aquel momento histórico el invasor era Jerjes. ¿O el diplomático piensa en serio que era Leónidas que quería invadir a Persia?

Si el objetivo de los estadounidenses al hacer esta película era dar un paso más en la guerra psicológica contra Irán, a juzgar por la reacción de Teherán, han dado en el clavo. ¿Qué puede ser más ridículo que una lucha contra los cómics?

Creo, no obstante, que todo es mucho más simple. Teherán parece estar nerviosa, de ahí sus declaraciones de tono subido. Primero exageran sus posibilidades en materia de armas nucleares, luego amenazan con borrar de la faz de la tierra uno de los Estados miembros de la ONU y ahora llaman a una guerra absurda contra un espantajo cinematográfico.

En resumidas cuentas, todo tiene su fin. Los pretextos y dilaciones iraníes hace ya tiempo que no sirven, francamente, todos los participantes en el proceso de negociaciones con los iraníes ya están hartos. A finales de mayo se celebrará otra reunión del Consejo de Seguridad de la ONU sobre Irán que traerá, ¿por qué no?, más sanciones. Supongamos que Irán se apriete el cinturón y lo aguante. ¿Qué puede pasar después? Pues, como ahora, que una simple historieta puede irritar. 

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