La Semana: El Rey se anticipó a Ibarretxe, mientras crecen las barricadas salmantinas y huele a campaña electoral socialista

La última semana del año, el final de 2004, viene cargada de acontecimientos de una enorme trascendencia social y política para el futuro de España. Son acontecimientos de cuyo análisis se desprende claramente un futuro pleno de incertidumbres y de una sensación muy cercana al ¿aquí qué va a pasar? del “tardofranquismo”. Son acontecimientos que dejan un mal sabor de boca y que presagian un 2005 demasiado denso y con un regusto de final de etapa. Ya tenemos plan Ibarretxe. Se ha abierto el camino a la independencia del País Vasco y lo ha hecho, como era lógico, la formación abertzale de Arnaldo Otegui. Estaba cantado aunque se haya disfrazado de “votación yenka”, dos no y tres sí y no se sabe qué cosas más. Es seguro —nadie trata de ocultarlo- que el plan del Lehendakari no colma, ni mucho menos las aspiraciones de la izquierda separatista y antiespañola, pero es de una claridad meridiana que para Socialista Abertzaleak ya se ha levantado la valla que les impedía comenzar a caminar. Después, en la andadura, ya se verá cómo pondrán al propio PNV en apuros y que discreparán abiertamente en muchos aspectos, pero sólo los ingenuos pensaban que los proetarras no iban a apoyar el plan. Frente al calado del plan secesionista del PNV, el denominado pucherazo electrónico de Atutxa o los significativos resultados del Euskobarómetro han sido sólo una escaramuza. En el propio Parlamento de Vitoria se comentaba que todo podía estar calculado y que, con el calendario de sesiones en la mano, se tenía la seguridad de que la cacicada para aprobar los presupuestos del Gobierno Vasco y el -no menos bochornoso- archivo de la causa seguida contra Atutxa por negarse a acatar una sentencia del Tribunal Supremo, pasarían a un discreto segundo plano. Lo sucedido en Vitoria el día 30, eclipsa cualquier otro desmán del Presidente de la Cámara vasca. Queda muy lejos, casi olvidado, el mensaje de S.M el Rey a los españoles el día de Nochebuena que —como siempre- desató todo tipo de opiniones y de polémicas. Don Juan Carlos fue claro y terminante cuando se refirió a la Constitución, a la unidad de España y a la diversidad de sus tierras y de sus gentes, pero no son pocas las voces de ciudadanos que se comienzan a preguntar sobre la eficacia de esas declaraciones por rotundas que sean. Y el analista, que intenta sacudirse el golpetazo del plan Ibarretxe, contempla la mascarada de los expertos en el asunto del Archivo de Salamanca y cómo de esa mascarada se aprovecha, una vez más, Carod-Rovira con la complacencia de un Gobierno especializado en crear tensiones dónde no las había. Cuando se contempla la fotografía de la puerta del archivo salmantino rodeada de vallas, la palabra barricada viene a la mente aún sin querer y las blanduras de la oposición suenan, cada vez más, a hueco. Y también se enfrenta el analista al despropósito de las carreteras cortadas y los pueblos aislados por una nevada previsible y prevista y en la que la Administración, por no prever ni tan siquiera previó las declaraciones posteriores de los Ministros y Directores Generales que han dejado al Gobierno bastante malparado. Demasiado verbo “prever” a lo largo de estos días blancos. En los Ministerios responsables se comenta abiertamente que la falta de medios es clamorosa y que —hecho el cálculo por “quién corresponda”- se puede haber llegado a la conclusión de que para cuatro días al año no merece la pena la inversión. Y para colofón el olfato del analista se llena de un olor como de elecciones anticipadas: las disculpas de Rodríguez Zapatero: Los ciudadanos tienen razón al quejarse, sus visitas intempestivas a Protección Civil o al dispositivo de seguridad puesto en marcha durante los días navideños y las palabras -sospechosamente contemporizadoras- de algunos miembros del Gabinete y del PSOE, suenan a campaña, pero como estamos sólo a nueve meses del comienzo de la legislatura, la razón pudiera estar en un enorme sentimiento de desconcierto y de debilidad en el seno del propio Gobierno, que aprovecha el último Consejo de Ministros del año, para aprobar las uniones homosexuales y equipararlas al auténtico matrimonio de varón y hembra, al que -no lo olvide nadie- alude sin eufemismos la propia Constitución.

 
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