EN PAUSE CON RODRIGO SOROGOYEN, director y guionista de cine

“Luchar contra la mediocridad de la sociedad occidental nos interpela a todos”

Rodrigo Sorogoyen es el director de El reino, la película española que ha llevado a la gran pantalla la corrupción política sin sectarismo. Joven con solera y una beta de cine con conciencia social sin bandos. Es una equis XXL en las quinielas de los próximos Goya

Rodrigo Sorogoyen ha hecho con ‘El reino’ una película de Goya y examen de conciencia social. Foto: Álvaro García Fuentes (@alvarogafu)
Rodrigo Sorogoyen ha hecho con ‘El reino’ una película de Goya y examen de conciencia social. Foto: Álvaro García Fuentes (@alvarogafu)

Gran reserva del 81. A caballo-films entre ética, estética y buen cine. Tres películas al timón en cinco años, y siempre hay aplausos y premios en la sala. En el año de la moción de censura, ha traído El reino de la política corrupta española y lo ha puesto sin almíbar ante los espectadores. Sin azúcar y sin partidismos, pero con un Antonio de la Torre con cara de Goya-ya-por-fin. Tiene el talento de aglutinar talento. Y el talante de no caer en la tentación de la autocensura. Guionista y director vacunado contra el virus de lo tendencioso. Novel maduro. Alérgico a la mediocridad envolvente de un “presente gris”. Y al pan y circo. Apuesta por creadores con conciencia y con la obligación moral de aportar luz al mundo sin postureos de salón. Tiene alma de 15-M, estructuras de puente y hechuras de director con recorrido. El naturalismo en sus películas. La naturalidad sin maquillaje en directo. Como sin darse importancia.

Es viernes y estamos en las inmediaciones de Tirso de Molina. Plano general. En el Café del Patio nos dejan un reservado cañí para un zumo natural con Rodrigo Sorogoyen. Acaba de terminar de rodar Madre, con El reino todavía en las salas, en las rotativas, en Génova, en Ferraz y en las conversaciones de la gente que va al cine a ver reflexiones con arte en pantalla grande.

Justo en estos días han salido las candidaturas de los Goya, y el hijo preferido de Sorogoyen tiene 22 reconocimientos, uno detrás del otro. Incluidos los de mejor película y mejor director. El 12 de diciembre saldrán las nominaciones definitivas. Y este martes, los omnipresentes Javis anunciarán los señalados por la prensa para los Premios Feroz, y seguro que El reino está que arde.

Flash back. Hace 10 años que Sorogoyen codirigió su primer largo: 8 citas. Después vino torear en solitario, con pionero micromecenazgo, para hacer Stockholm. El primerizo se llevó tres premios del Festival de Málaga, incluido el de mejor batuta, y un galardón del público en el Chicago International Film Festival. Tres años después vino Que Dios nos perdone, con Roberto Álamo y su Goya, y Sorogoyen e Isabel Peña como mejores guionistas en el Festival de San Sebastián.

Ahora, con El reino, ha explotado la burbuja del consentimiento ciudadano sobre la corrupción política. Plano detalle de Antonio de la Torre poniendo el cazo como Manuel, vicesecretario autonómico de un partido equis.

Había que conocer al valiente

Plano americano de un cineasta español entrando en cafetería. Mientras enfocamos a la calle, a la gente, y a esa vida real que las cámaras, a veces, prefieren disfrazar de extremos, le damos al rec. Sonido. Esto, más que una voz en off, es una persona en on-fire.

Espero que no esté cansado de hablar de El reino. Lleva dos meses en cartelera y los medios tampoco nos cansamos. Una buena película necesaria. ¿Late dentro el espíritu más constructivo de un 15-M sin intereses politizadores?

Sí, está claro. Los mismos guionistas cogimos algo del 15-M y lo metimos en Que Dios nos perdone porque nos interesaba. En El reino, ese interés persiste, porque hay una afinidad con ese movimiento social que considero que cualquier ciudadano sensible debe tener. Después podemos estar más o menos de acuerdo con la deriva de esa explosión de hartazgo, pero los guionistas de esta película son los mismos ciudadanos que consideran que lo que reivindicaba el 15-M sigue vigente y tenemos que cambiarlo entre todos.

La cultura del siglo XXI se caracteriza, entre otras cosas, por lo fácil que es autocensurarse, aunque después exijamos libertades sin límites. Lo políticamente correcto y el magma del poder hacen que muchos referentes de la opinión pública echen sus frenos de mano. Después de hacer esta película, ¿compensa arriesgar para decir las cosas sin extremismos, pero con mucha libertad?

 

Si la película la hubiera visto todo el mundo, podría contestar con más convencimiento… A mí me ha compensando, aunque, de momento, no ha tenido el gran eco que queríamos tener. La autocensura era algo con lo que estábamos asustados antes de escribirla, hacerla y sacarla, porque para nosotros era muy importante hacer bien lo que estábamos buscando, pero lamentablemente no la ha visto la gente necesaria para que fuera un fenómeno y se hablase de ella. Desde el principio tuvimos la autocensura como una tentación en la que no quería despeñar el proyecto, y estamos contentos porque nos la hemos saltado.

Aunque en salas no haya sido un fenómeno, lo cierto es que en estos dos meses sí se ha hablado en medios y redes de la película.

Los medios la han visto y se han hecho bastante eco.

Seguramente es una película que verá mucha gente en su casa cuando esté en alguna plataforma de contenidos.

Eso espero. Es curioso, pero hay una crisis total en el número de espectadores que van a ver este tipo de cine español. El reino es una película como muchas otras, pero que antes se veían muchísimo.

Parece que no es un problema de la película, sino de esa tendencia creciente de ir al cine para ver musicales, comedias o fenómenos audiovisuales…

Exacto.

Su cine expresa una conciencia social fuerte. Si sus películas reflejan lo que le palpita dentro, ¿cuáles son sus señas sociales de identidad?

Tengo una enorme sensibilidad con lo que pasa de verdad en la calle, y una cierta indignación con lo que ocurre o ha ocurrido con lo que representa la extensión de la corrupción política, pero tampoco me considero un activista, y a veces me jode, porque me gustaría hacer más. Uno de los grandes males de nuestra sociedad occidental es la pasividad: demandamos mucho y actuamos poco. Los ciudadanos deberíamos tener más poder, no para atacar, sino para liderar un diálogo sano entre todos.

Usted es director y guionista. ¿Cuáles son sus virtudes como jefe? ¿Qué aporta al clima de un rodaje para que el resultado final sea el de la actuación de un equipo brillante?

Me resulta un poco presuntuoso responder a esa pregunta… La protagonista de Madre, Marta Nieto, me dijo el otro día que tengo talento para aglutinar a gente con talento, simplemente.

Rodrigo Sorogoyen. Foto: Álvaro García Fuentes (@alvarogafu)

En El reino, a usted y a Isabel Peña les interesaba sobre todo el retrato moral. Hablar de moral está regular visto, sobre todo cuando lo hace un cura, pero son temas de fondo que interesan. ¿Qué eco le ha llegado de los espectadores?

El reino es una película que gusta a los espectadores. Hay otras que triunfan en taquilla, pero que tampoco conquistan al público. El reino, sí. Sé que los espectadores que van a verla la disfrutan, y con eso me quedo muy contento. Una de las cosas que más les gusta a quienes la han visto y se han puesto en contacto conmigo es que se hable de la corrupción de esa manera, y la impresión de que, por fin, el tema se ha puesto definitivamente encima de la mesa. En la ficción española había un vacío al hablar de estas cuestiones desde las pantallas.

En Andalucía hoy tienen cita electoral. ¿El reino sería una buena película ver antes de votar?

Sí. No creo que moleste. Ver una película el día de reflexión es cojonudo, porque se supone que te ayuda y te sugiere muchas cuestiones. Después, ya que cada cual que opine y vote lo que quiera.

Con Ocho apellidos vascos, Rovira y compañía consiguieron destensar muchas cuestiones latentes de aquí y de allí. ¿El reino será un antes y un después en nuestra manera de transigir con la corrupción de los políticos?

La hemos hecho con ese objetivo, entre otros muchos. Si conseguimos que sirva en algo a despertarnos, sería genial. ¡Ojalá! La ficción ayuda a eso. Contar historias te permite dialogar con la sociedad y abrir la mente para ver la realidad desde otro punto de vista que, a lo mejor, no nos habíamos planteado. De todas formas, para que ese efecto surja el paso previo es que la gente vea la película.

Su película aborda un tema colateral que está particularmente bien reflejado: la mediocridad de muchos políticos. Todo un reto, hacer cine sin héroes ni villanos, sino con mediocres… Si el servicio público está en manos de gente gris, ¿nuestro futuro es gris-gris?

Nuestro presente es gris… Tampoco quiero generalizar, pero, mayoritariamente, entre los representantes públicos hay mucha mediocridad, como sucede en el resto del mundo. Luchar contra la mediocridad de la sociedad occidental nos interpela a todos. Yo supongo que muchas veces soy también mediocre. Hay mediocridad en el servicio público, en la justicia, en el periodismo… Es una pena admitir que nuestra sociedad refleja cosas maravillosas, pero también tiene bastante de mediocre.

El reino surgió de su indignación, pero está hecha sin sectarismos. Eso también es una lección interesante para una sociedad que no encuentra puentes que pasen por el punto medio…

Los guionistas de El reino no somos de ningún partido, pero tenemos una ideología muy marcada. Cuando empezamos a escribir esta película, entendimos desde el principio que debíamos dejar nuestras ideas a un lado. El reino no es una película sobre ideologías o sobre política. Nos fascinaba la vida de esos políticos mediocres, sean de la ideología que sean, entre otras cosas porque yo no creo que sean personas ideológicas en la vida real. Mi impresión es que han caído en un partido, se han hecho fuertes ahí, se lo creen, porque se lo tienen que creer, y ya.

A nosotros nos interesaba ver cómo se van a dormir personas que se llaman a sí mismas “políticas”, que trabajan para la polis y para los ciudadanos, mientras están podridas. Nos interesaba reflejar cómo nace esta situación que vivimos, de casos particulares que se extienden al conjunto, dentro en sociedad en declive de valores morales. Ponemos el objetivo para contar la historia de esos señores y esas señoras que quieren ganar dinero y deciden que el camino es meterse en política, y viven bien, de una forma paralela a la que marcan los principios con los que se les llena la boca.

El reino nació como una cierta indignación contra una parte de la clase política, pero certeramente vimos pronto que habría sido un error poner el punto de mira solo en un partido o en una ideología.

El reino es otra puerta grande para Antonio de la Torre, el español medio en nuestras pantallas. Usted ha dicho que en Que Dios nos perdone le dio pena no sacarle más partido, y eso que allí el tartaja de Velarde lo borda también. ¿Qué tiene De la Torre que le convierte en un actor tan querido por los directores, por el público y por los medios?

Si nos remitimos a lo estrictamente cinematográfico, su físico y su forma de ser y estar es la contraria a la de un actor. Antonio de la Torre es un español medio que, si fuera francés, sería un francés medio. Es una persona que no se convierte en sus personajes, sino que hace suyo a los personajes. Hay gente que intenta eso y le sale un poco peor… Él tiene una facilidad y una naturalidad admirables. Además, humanamente es un tipo increíble, un torbellino, un tío inteligentísimo, con una calidad personal brutal. Se desvive por los proyectos de los que forma parte, y por eso muchos directores queremos trabajar y repetir con él. Yo le comparo con Robert de Niro; y no por su forma de actuar, sino porque se transforma pocas veces en sus películas, pero es siempre un personaje distinto y creíble. A Antonio, le cortas el pelo y le dejas barba y es otra persona diferente, que no se disfraza. Si coges Tarde para la Ira y Que Dios nos perdone, rodadas el mismo año, te encuentras al mismo actor, con caracterizaciones similares, pero haciendo dos personajes absolutamente distintos, y siempre tíos de a pie a los que te crees perfectamente.

Dice que cuando conoció a De la Torre su preocupación era caerle bien. Parece que lo ha conseguido.

Demasiado…

¿Qué saca él de usted y qué saca usted de él?

A mí me mejora muchísimo. Al principio le tenía como un dios interpretativo. No éramos tan amigos, y yo estaba alerta. Mentalmente, es de las personas más rápidas que he conocido, y eso me hacía estar muy vigilante. Tenía que contestar a sus preguntas rápida y certeramente, para no decepcionarle y para convencerle pronto de mi punto de vista. Creo que ya le he cogido el ritmo y le tengo más pillado, pero a mí eso me ha potenciado mucho una aptitud. Por mi parte, creo que le doy tranquilidad. Él es muy expansivo y muy vertiginoso, y pienso que le tranquilizo.

Si de De la Torre le recuerda a Robert de Niro, a quién le recuerdan mucho:

Roberto Álamo:

Voy a decir una barbaridad, pero me recuerda a Marlon Brando.

Raúl Arévalo:

A Sean Penn, ¡es igual!

Ana Wagener:

Me ha venido a la cabeza la mala de Alguien voló sobre el nido del cuco… (Risas)

A mí, después de ver El reino, se me vinieron a la cabeza tres personas: Soraya Sáenz de Santamaría, Susana Díaz, y la actriz de Misery…

¡Total!

Bárbara Lennie:

Bárbara es la mejor actriz española de su generación. Es normal que trabaje tanto, porque es la naturalidad hecha técnica. La emparejaría con Catherine Denueve, por esa mezcla de belleza, elegancia y normalidad.

Javier Pereira:

Es capaz de bordar a un psicópata. Pone mucha concentración en lo que hace, porque es un actor muy mental. ¡Solo puedo compararle con Anthony Perkins!

Aura Garrido:

Es una actriz mucho más madura de lo que refleja su edad. Podría ser una joven Meryl Streep.

Dígame cuatro rasgos de personaje para conocer y valorar más el trabajo de Isabel de la Peña detrás de los guiones que tejen juntos.

Súper trabajadora, muy autoexigente. Me gusta que es muy oscura; no en la vida real, sino en la confección de guiones. Tiene una sensibilidad humana que conecta muy bien conmigo. A los dos nos interesan las mismas cosas del ser humano y de la sociedad.

¿El cine español debería estar más atento a las preocupaciones de la sociedad que reflejan los barómetros del CIS?

Creo que no, porque, para empezar, no me fío del CIS… “Démosle al público lo que quiere” es un dogma que destaca en la televisión y en el cine comercial con el que no estoy de acuerdo, porque de ahí salen programas como Sálvame…

Pan y circo.

Sí. Eso me parece muy peligroso, además de demagógico y populista. El otro día hablaba con una amiga sobre las series de Movistar. Me decía que no estaban funcionando, porque están contando solo con autores para desarrollarlas, como Alberto Rodríguez [La Peste] o Paco León [Arde!]… Me comentaba que deberían hacer una serie comercial, y yo no estoy de acuerdo. Creo que hay que educar al público. Si solo existiesen La Peste, Arde! o La Zona, la gente acabaría viendo esas series. Te gusten más o te gusten menos, todas esas cine-series están hechas por buenos profesionales. Es verdad que todas las series han pegado un salto de calidad, pero elevemos el nivel de nuestras demandas como público.

A veces me cuesta encontrar la conexión entre las indignaciones de directores, actores y actrices en Twitter, o en la calle, y el producto de sus trabajos, con temas a veces colaterales. ¿Las cuestiones de fondo no dan taquillazos? ¿Hay miedo a pisar en lo fregao? ¿Es, solo, una cuestión de no dar con la tecla en la manera de contar esas historias?

En el mundo del cine no es lo mismo el papel de un director que el de un actor. Tengo muchos amigos actores, y hay bastantes en una situación incómoda, a la espera de que les lleguen trabajos. Unos tienen la suerte de poder hacer papeles que pueden enseñar a sus colegas, porque están orgullosos de ellos, y otro no. Hay trabajos regulares, que sirven para comer y para entrenar, es lógico. Eso no tiene nada que ver con que en sus vidas privadas sean personas muy reivindicativas… Un director es otra cosa. Si un director se pasa el día hablando de grandes causas sociales y después lo que haces es un anuncio de Coca-Cola por un quilo, eso ya es otra movida…

Se me viene a la cabeza el caso de Leticia Dolera y sus principios feministas rodando fuera del guion…

Ese tipo de cosas nos pueden pasar a todos. Una cosa es criticar un hecho, si lo merece, cada cual desde su altura moral, y otra cosa es lapidar a una persona por un hecho, que es lo que está de moda.

Ni antes en las cumbres, ni después eternamente en los infiernos.

Exacto.

Rodrigo Sorogoyen. Foto: Álvaro García Fuentes (@alvarogafu)

Bastantes padres de nuestra generación no se toman en serio el cine español. No creo que lo consuman mucho, ni siquiera en Netflix. Mi generación confía más, aunque es consciente de que hubo una época en la que la politización era excesiva, rastrera y cansina. Parece que el cine español de ahora suelta lastre, ¿lo percibe así?

Así lo veo yo también. Cada vez hay menos lazos rotos entre los españoles y el cine que hacemos aquí. Es lógico, también porque vamos avanzando como sociedad. ¡Sería terrible que todo fuera una involución! En este país siempre ha habido dos Españas, también desde 1975, y las sigue habiendo en muchos casos. En mi generación persiste. La generación posterior a la mía está muy poco politizada, pero pienso que ya no da pie a una vida en bandos rotundos. A la mayoría de españoles que hoy tienen 20 años les da igual la Guerra Civil o esa España de derechas o de izquierdas. Como el contenido audiovisual es brutal, lo que debemos provocar es que la gente nos vea porque les gusta, y no porque tengan una ideología concreta.

Si alguien hubiera hecho El reino durante el mandato de Aznar, se habría ido a un extremo político.

Sí.

Ahora no. El cine también ha evolucionado hacia un punto medio de diálogo social.

Totalmente. Si los ciudadanos evolucionan, la gente que hace cine, que son unos ciudadanos más, también. Yo tengo una idea de guion sobre la Guerra Civil que no tiene nada que ver con las películas de ese tema que se han hecho. No las critico –bueno, cinematográficamente las puedo criticar mucho…-, pero en ellas se observa a directores de cine dolidos hablando de la herida que les sangra. Y eso termina siendo tendencioso. Nuestro deber es ser lo menos tendenciosos posible, aunque todo se entiende conociendo la historia de nuestro país.

El cine español también pierde el miedo a ser español sin caretas. Cunde el naturalismo, los paisajes, los tipos y los diálogos sin afectación hollywoodiense.

Nunca vamos a ser Hollywood, así que no tiene sentido imitarles más, por favor.

¿Esa es la buena dirección?

La dirección es hablar de nosotros: quiénes somos y cómo nos vemos. Huir de eso es absurdo, entre otras cosas porque no suele salir bien. Siempre puedes ser un gran artesano, pero el resultado será algo impostado y falso. Prefiero una película irregular, pero que me hable de tú a tú de algo cierto, que una película perfecta que esté vacía.

¿Las series españolas andan ya ese camino?

Las que más he visto son las de Movistar, y sí, porque son de autores, son de los mismos directores de cine que están dando con la tecla.

El reino es su hijo favorito, y ha nacido el mismo año que el hijo más aplaudido de Fesser: Campeones. Las dos películas reflejan que el cine español ahora es otra cosa. Las dos podrían ir a los Oscar perfectamente. ¿Serán las dos las favoritas de los Goya?

Junto a Quién te cantará y Todos lo saben, creo.

El 12 de diciembre se anuncian las nominaciones definitivas a los Premios Goya. De las 22 candidaturas recién anunciadas, mi quiniela es que El reino estará nominada a Mejor Película, Mejor Director, Mejor Guion, Mejor Actor Principal, Mejor Actriz de Reparto y Mejor Montaje.

¿Solo seis?

No está mal…

¡Dame también Mejor Música!

Bueno, todo apunta a que esas nominaciones son premios casi seguros, aunque es posible que si Campeones va a los Oscar se lleve aquí la mejor película.

Mi apuesta clara es que el Goya al Mejor Actor Principal se lo llevará Antonio de la Torre.

Hasta ahora, ¿Antonio de la Torre ha sido mal tratado en los Goya y en los Feroz?

Totalmente.

¿Reconocemos a De la Torre como un clásico que ya no necesita premios y se los damos a los noveles para auparles?

A Antonio le ocurre que, como está nominado siempre, parece que tiene muchos Goya, y solo tiene uno, el de su primera nominación con AzulOscuroCasiNegro. Pero lleva sin parar de currar diez años, así que tampoco le pongamos de pobrecito… De todas formas, pienso sinceramente que se le debe un Goya. Además, si siempre ganan los mismos, esto es un peñazo…

Entonces, ¿Mejor Música también? Le he leído sus laudes a la música de El reino, pero reconozco que, cuando la vi, me fijé en Antonio de la Torre, en Ana Wagener, y en seguir el ritmo, y no me fijé en la música…

¡Pero si está súper presente!

Lo sé, pero…

Pues a mí eso me encanta. Sentirla la has sentido, pero no has percibido su presencia. ¿Y Luis Zahera no te ha gustado?

Sí, pero Antonio y Ana son los que más me han llamado la atención. Además, debo decir que como periodista me pasé toda la película viendo quién era quién en la vida real…

Claro.

Y Mejor Montaje, ¿también, no? La escena de los 10 minutos en Andorra es muy elocuente.

Sí.

Los Premios Feroz seguro que este año le hacen la ola… Los periodistas nos hemos sentido interpelados también con esta película.

¿Ah, sí?

Si los críticos de cine le dan el Mejor Director, ¿le gustaría que se lo entregara Ana Pastor?

Con ella tengo una estupenda relación, pero si me cayera el premio eso me daría igual.

El cine de Sorogoyen genera incomodidad. Es como levadura que aflora lo malo para vomitarlo a la salida del cine y volver a empezar. ¿Teme a veces que esa incomodidad lleve a la gente al spa y les aleje de las salas?

Lógicamente, se ve que la mayor parte de los espectadores no quieren ir al cine para que les hagan sentirse incómodos. Obviamente, si yo apuesto por ese cine, a cambio daré otras cosas. Si es solo incomodidad, entiendo la reacción. Sinceramente, creo que en mis películas hemos ofrecido otros extras. Lamentablemente, cada vez la gente está menos dispuesta a pagar 10 euros para ir al cine. Me hace mucha gracia cuando se dice que el cine es caro, cuando ver una película cuesta lo mismo que tomarse un cubata. ¡Pues beba menos y disfrute de 120 minutos de historias buenas viviendo otras vidas en otros mundos, que es más sano!

Su corto Madre también es incómodo y será la primera escena de su próximo largo ¿Qué se puede adelantar de esa película?

Es muy distinta a El reino y a Que Dios nos perdone, lo cual me alegra muchísimo porque estaba un poco cansado de películas tan racionales y tan de género. Madre no sabría decir a qué género pertenece. La historia sigue la aventura de esta mujer en busca de su hijo y es mucho más emocional. Está rodada en Las Landas, en bosques y en playas. Hay interiores, pero la naturaleza tiene mucha fuerza. Es una historia de amor con un giro muy radical que me apetecía muchísimo y espero que os guste. Ahora hay que montar, pero estoy encantado con el material.

¿Es un thriller?

No. Tiene algo de suspense, pero para de vez en cuando, y después coge carrerilla.

¿El tema “madre” es importante en la obra de Sorogoyen? ¿Por qué?

Tengo una relación muy estrecha con la mía.

¿Se ve fichando por Netflix o Movistar para una serie de terror, por ejemplo?

Me encantaría hacer terror… Aclaro que estas plataformas no fichan series, eres tú el que presentas proyectos. Nosotros estamos intentando colocar una en Movistar. ¡Ojalá!

¿Qué palos no tocaría nunca en el cine?

Me gustan todos. Me encantaría hacer una peli de cada género.

Usted considera que el mundo es un lugar por el que vale la pena luchar. ¿Pero cómo hacerlo tendiendo puentes y dejando de cavar cruces?

El cine y la creatividad son instrumentos de diálogo. Lo malo de los instrumentos es que tenemos que estar preparados para usarlos bien, y cada vez lo estamos menos. No se trata de ver qué películas hay que hacer o qué libros hay que escribir, el tema somos nosotros, que debemos saber mirar, estar dispuestos, vivir abiertos. Es una cuestión de educación. En los países sin 40 años de dictadura se observa otra realidad. La vida y el mundo tienen seres, vivencias y decisiones estupendas que nos hacen la vida más sencilla y más habitable, pero por otro lado nos estamos cargando el planeta, que es lo único que tenemos.

¿Un director tiene la obligación moral de hacer cine para construir?

Me parece un tema interesante para una larga conversación. Yo creo que un narrador tiene una obligación moral con la sociedad en la que vive. No se trata de pretender cambiar el mundo, porque eso es absurdo, pero sí de contribuir desde su punto de vista al avance de nuestra sociedad. Un narrador tiene la obligación, moral al menos, de preguntarse cómo puede hacerlo, o si esta película o este libro ayudan en algo. En el planteamiento creativo también hay algo ególatra, porque cada cual quiere contar su historia, pero ambas cuestiones pueden ser compatibles. En realidad, creo que cualquier ser humano tiene el derecho moral de hacer su mundo más habitable; lo cual significa algo tan concreto como pensar cómo podemos dejar de molestar al vecino…

¿El actor “puede” ser frívolo y el director “tiene” una responsabilidad moral más pronunciada?

El deber moral es el mismo, aunque cada cual, en su parcela, tendrá más o menos poder.

El reino nos enseña en la gran pantalla que todos tenemos un precio. ¿Cuál es su plato de lentejas?

Voy a decir una moñada, pero lo único que quiero es tener la sensación de que he aprovechado mi vida al máximo sin joder a nadie. Me da mucha tristeza, pena y miedo que esto dure tan poco.

REBOBINANDO

A título de créditos.

Se lo leí el otro día a una crítica de cine: “¿Por qué la gente no hace cola para ver El reino?”. Yo también me lo pregunto.

Una película apta para cualquier persona con uso de razón. Una película donde el guion es excelente, la interpretación es sobresaliente, el montaje es trepidante, y el resultado es un thriller necesario para la reflexión colectiva de un país a la vez aturdido y a la vez aburguesado por la sobredosis de corrupción.

Pocos directores valientes y capaces podían coger por los cuernos un tema que rebosa por las cañerías de los telediarios, y transformarlo en una lección magistral y oportuna. Pocos directores audaces podían tomar una cuestión así, corriente, por desgracia, como el agua, y convertirla en el vino de Caná con maestría y con actores brillantes. Pocos directores se atreven a convocar en una sala de cine a los espectadores y decirles –con arte- que esta crisis política de hombres y mujeres podridos por dentro es solo una punta del iceberg de la mediocridad social y la gangrena moral que nos afecta a todos.

La cuestión es que un director arriesga, pero la calle sigue dormida… ¿Por qué El reino no ha sido un fenómeno social? ¿Cómo es posible que el tema del que rajamos en todos los bares –incluido Twitter- no nos concilie ante la pantalla? ¿Preferimos desprotricar sin guion y sin sentirnos parte de la trama? La mejor película estrenada en 2018, con el apoyo de Atresmedia y la distribución de Warner Bros era una apuesta firme, y lo sigue siendo, diga lo que digan las cifras de taquilla.

Primerísimo primer plano de Rodrigo Sorogoyen. Ojos. Chispas de satisfacción por el trabajo bien hecho. Gesto de interrogante por la respuesta social. El cine de autor que educa con sus películas, por encima de las olas y de las tendencias, siempre tiene su eco.

El reino nos ayuda a ver y a vernos. Y el que no la ha visto también es noticia. Igual no encuentra a mano 10 euros para ir al cine. Igual no tiene tiempo, o modo, o ganas. Todo es posible. Pero ese desinterés por el buen cine se nota también en las urnas. Porque maduramos mucho en libertades, en capacidad de mostrar nuestra indignación, en opinar de todo en las redes sociales… pero seguimos escuchando por un oído y votando con el estómago.

El cine que no es frívolo tiene más riesgo de extinción, aunque siempre siga vivo con autores como Sorogoyen. Después, si boquea y solo ve infantilismos y adolescencias en su pantalla, no mire usted para otro lado.

Rodrigo Sorogoyen. Foto: Álvaro García Fuentes (@alvarogafu)

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