ZP, un político de futuro

Me refiero al tiempo de los verbos. Nadie como Rodríguez Zapatero y los miembros de su Gobierno, conjugan los tiempos futuros de los diferentes verbos: garantizar, cambiar, esperar, corregir, lograr…

Es una gestión política de futuro. Posiblemente de futuro imperfecto, pero de futuro. Ni una sola acción en presente. José Luis Rodríguez Zapatero desconoce el presente y prefiere mirar al horizonte del ‘próximamente, en breve, tal vez, quizás, a lo mejor’. Y se lo ha contagiado a sus ministros.

Chaves, el flamante vicepresidente de los dineros para Montilla, afirma: ‘no dejaremos en la estacada a las familias castigadas por el desempleo’. Futuro.

Zapatero: ‘no habrá despido más barato ni recortes de protección social’. Más futuro. Y además el presidente afirma rotundo que ‘la inversión publica ofrecerá resultados en breve’. Futuro ambiguo.

El día que Rodríguez Zapatero o alguno de sus ministros afirme que nadie en el paro está abandonado a su suerte, que no hay un solo recorte en servicios sociales, que la inversión pública ya está dando resultados… Ese día creeremos en lo que afirma el presidente y los miembros del ejecutivo y ese día dejaremos de tener la sensación de que lo que hace el responsable del Gobierno es huir hacia delante, ganar tiempo y engañar descaradamente a los ciudadanos.

Pero aún es más grave que esa visión de futuro imperfecto sea el producto de la vaciedad de ideas, de la nada en planteamientos económicos y de la negación de la más mínima inteligencia política.

Con más de cuatro millones de parados en la calle, un Gobierno que se dedica a jugar a la oca: de elección en elección y sigo por que me toca, es un auténtico peligro nacional. Un gobierno que sólo habla de lo que va a hacer y no de lo que ya está haciendo ahora y aquí y un Gobierno que además nunca hace lo que promete, se tiene que plantear su propia continuidad.

Si un político en ciertas circunstancias no se plantea su continuidad es una expresión gráfica no sólo de la incompetencia sino de la ignorancia o de la maldad política.

 
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