Ahora toca la universidad

Manuel Castells.
Manuel Castells.

Pues resulta que Castells no estaba muerto (políticamente, por supuesto) que, como decía Peret, estaba de parranda. O sea, perpetrando una ley para hacer una universidad a imagen y semejanza de Sánchez, preparada para plagiar tesis por internet.

En su obsesión por el adoctrinamiento de nuestros niños y jóvenes, tras los desaguisados de la ley de educación –y siguiendo con el alumbramiento de leyes ideologizadas para un cambio social sin que apenas se entere el poder legislativo y que los españoles se encuentran de sopetón- Sánchez ha decidido que ahora le toca a la universidad.

Toda la actuación tiene su lógica. Sánchez vive políticamente para mantenerse en el poder; está en continua tensión electoral, siempre en campaña y no olvida que en la escuela están los futuros electores y en la universidad los votantes primerizos y los inmediatamente siguientes y, como diría el propio Sánchez, no hay que dejar a ninguno atrás.

Y para eso nada mejor que unas leyes que, ideologizaciones aparte, supriman el esfuerzo, el mérito, la excelencia, y acaben con la memoria que será sustituida por las banalidades generalizadas del internet.

Cuanto menos criterio, menos formación, menos interés por aprender y mentes más vacías, más fácil presa de la propaganda electoral y electoralista de Sánchez serán nuestros jóvenes.

Para eso Sánchez echa mano de la maldad retórica de Celaá, de la inanidad política de Alegría y hasta de la nebulosa personal e intelectual de Castells. 

Resulta que Castells no estaba muerto (políticamente, por supuesto) que (como cantaba Peret) estaba de parranda. O sea, perpetrando una ley para hacer una universidad a imagen y semejanza de Sánchez, preparada para plagiar tesis por internet. De parranda con tuna o coro de alguna de las prestigiosas universidades que luce en su palmito de profesor y en las que  debió aprender la biología del papagayo, para demonizar la memoria que, quiera o no quiera Castells, es una facultad y una potencia del intelecto del ser humano.

Se ha dicho que se ideologiza la universidad,  que se desprecia el esfuerzo, que se ningunea al Rey, que se ataca a las privadas…y todo eso -y más- es cierto. Pero el gran problema y la suprema falacia, es que se hurtan a la universidad sus características más esenciales y su gran razón de ser: la enseñanza de saberes universales, el afán por buscar la verdad, el fomento de la investigación en todos los campos, el intercambio de conocimientos o la formación de maestros en las distintas disciplinas.

Todo ese despojo se camufla con la demagogia que supone la cantinela de que hay que preparar a los jóvenes en función de las demandas empresariales y de los posibles empleadores.

 

Nadie puede negar la necesidad de facilitar a los egresados de la universidad el acceso al empleo, pero de ahí a centrar los objetivos de su aprendizaje en las supuestas exigencias del mercado laboral, va un abismo porque con ese planteamiento lo único que se consigue es el empobrecimiento intelectual y el deterioro de la propia universidad como institución docente.

Si a todo lo anterior se añade la práctica desaparición de las humanidades, con lo que suponen para el desarrollo de la mente, la adquisición de conocimientos y la capacidad de análisis crítico, el objetivo de Sánchez estará más que conseguido.

La carcajada: Dice Montero (la de Igualdad) a propósito de la situación de las mujeres en Afganistán: “Eso pasa en Afganistán en relación al acceso a la educación, la sanidad y el trabajo, pero pasa también en España”.

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