Los PGE se negocian en el País Vasco y en las cárceles

otegui eh bildu
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Las exigencias repugnantes que, con toda seguridad van a ser atendidas por Sánchez, y ocultadas con el correspondiente camuflaje, serán banderas de enganche en mítines, y señuelos en la captación del voto en las autonómicas.

Dice Zapatero que en el asunto de la ETA y de Euskadi, hay que mirar al futuro y no al pasado. Aparte de que él sabe muy bien por qué lo dice y sus razones tendrá, lo cierto es que sobre el pasado ya está todo dicho con más o menos vergüenza y con más o menos desmemoria y con más o menos  transparencia e información para las jóvenes generaciones, y no está de más contemplar lo que puede ocurrir en un futuro no muy lejano.

Y la realidad es que para oprobio de toda una Nación, que es España, y para vergüenza de un Gobierno desvergonzado, los Presupuestos Generales del Estado se están negociando en las cárceles y con partidos descendientes de terroristas y formaciones separatistas y que apenas suman 600.000 votos en las últimas elecciones generales,

Supuesta y sabida la desfachatez y la hipocresía de Otegui y sabidas y supuestas las mentiras habituales de Sánchez, convendría analizar una situación que hace depender la Ley más importante de cualquier legislatura, de las exigencias de unos partidos políticos que, trayectorias incalificables al margen, han comenzado ya la campaña electoral para las elecciones autonómicas en el territorio vasco.

Tanto PNV como Bildu van a exigir a Sánchez, sin ruborizarse y sin que tampoco Sánchez se ponga colorado, desde bicocas económicas hasta la excarcelación de etarras, pasando por el blanqueo de dirigentes aún pendientes de juicio. Y esas exigencias que con toda seguridad van a ser atendidas por Sánchez, y ocultadas con el correspondiente camuflaje, serán banderas de enganche en mítines y señuelos en la captación del voto en las autonómicas.

A su vez Sánchez cierra el círculo -no ya vicioso sino repugnante por canallesco- con la necesidad imperiosa de aceptar todo tipo de chantajes y de extorsiones, aunque condicionan los presupuestos, para seguir en La Moncloa.

Ese es el futuro al que el lobbista Zapatero dice que hay que mirar. Lo que pasa es que mirarlo daña la vista de cualquier español de bien.

La carcajada: Dice Borrell: “Unas elecciones en Venezuela no pueden ser como en Suiza”.

 
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