Por fin se sabe de qué se ríe Torra

Carles Puigdemont y Quim Torra
Puigdemont y Torra.

El espectáculo, las invectivas, los razonamientos, los insultos y los discursos del Gobierno, diputados y senadores, cada vez que se trata el asunto de Cataluña en el Congreso o en el Senado, tiene que producir la más explosiva hilaridad en Torra.

Siempre es una incógnita saber de qué se ríen nuestros políticos. Con ocasión y sin ella, venga o no venga a cuento, ya sea en su deambular por los pasillos parlamentarios, por la calle, en platós de televisión o en mítines y apariciones públicas, todos lucen una sonrisa estereotipada, como de envasado al vacío y no se sabe si con fecha de caducidad.

Naturalmente hay sonrisas de todo tipo, pero es justo reconocer que ninguna sonrisa tiene tanto “encanto” como el estúpido rictus de Torra cada vez que abre la boca, siempre en catalán excepto cuando quiere lanzar un mensaje más o menos serio, que lo hace en español.

Que semejante individuo, con lo que tiene encima sonría (o lo que sea), no deja de tener su morbo para quienes se preguntan el motivo de su jocosidad, de disfraz de “jaloguín” (que diría el maestro Antonio Burgos).

Pues ya se ha despejado la incógnita, porque el espectáculo, las invectivas, los insultos, las divisiones, los razonamientos y los discursos del Gobierno diputados y senadores, cada vez que se trata en las cámaras del asunto catalán, tiene que producir en Torra la más explosiva hilaridad.

Para un independentista -“odiador profesional” de España y de los españoles- ver en cada sesión la desunión, los enfrentamientos, las disensiones, los insultos, las incoherencias y las falsedades que en sus señorías provocan sus actos contra España y contra lo español tiene que ser gratificante y hasta reconfortante, pese a lo que se le pueda venir encima, y suponer un alivio indudable para el fracaso más que evidente del proceso que defiende con uñas y dientes.

Torra se ríe de ver como su odio a España, provoca ataques a las Instituciones, desprestigio de personas y entidades, dudas sobre la identidad nacional, ataques a la Constitución, conatos de legislaciones hechas a medida de quienes dicen no ser españoles, falsedades e incomprensiones en el extranjero y hasta dudas sobre la tipificación de delitos perfectamente descritos en nuestros códigos. Vamos, que Torra se desternilla y además se siente triunfador porque muchos de sus objetivos, se quiera o no, se están logrando.

Por fin sabemos de qué se ríe Torra o cual es el motivo de esa mueca indescifrable que luce.

Uno se imagina a Torra ante el televisor, viendo una sesión parlamentaria, intuye la mueca convertida en carcajada y hasta entran escalofríos.

 

Como en “jaloguín” ( que diría el maestro Antonio Burgos ).

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