Rescatar la ética

Acabo de publicar un libro, que lleva por título “Rescatar la ética”. En este libro he reunido 75 artículos que he publicado en los últimos 3 años en diversos medios de comunicación. Los he agrupado en 5 capítulos –derecho a la vida, enseñanza, medios de comunicación, la religión y la solidaridad-, que sintetizan lo que pretendo que sea mi aportación en estos momentos de algo más que crisis económica.

Durante años se ha descuidado la formación ética, tal vez por la concepción errónea de que es algo subjetivo, ornamental y sin repercusiones sociales. Al menospreciarla o deformarla en los diversos ámbitos –educativos, empresariales, financieros, etc.-, creció una codicia desmedida, con decisiones inversoras alocadas y un consumismo exagerado, que se extendió por todas las capas sociales. Se menospreció, e incluso ridiculizó en algunas ocasiones, a quien defendía el trabajo bien hecho, la austeridad, el esfuerzo, el mérito y la solidaridad. Abandonado el aprecio ético, creció el afán de lucro, sin reparar en daños a corto o medio plazo, gestando una asfixia creciente por no reconocer que la economía es reflejo de la sociedad y no se debe desgajar de la ética. Diferentes “burbujas” de esta fiesta alocada fueron apareciendo, y así llegamos a la crisis económica mundial de 2007.

Pretendo transmitir un optimismo realista. Puesto que por olvidar la ética hemos llegado a la actual situación de crisis, par salir de ella es preciso rescatar la ética, renovándolo y actualizándola. Los “rescates” económicos no deben ocultar que el principal es el ético: no basta con aquello de “a la fuerza ahorcan”, pues los recortes económicos o el drama del paro no bastan para construir una nueva sociedad, aunque muchas voces proclaman que de la crisis saldremos necesariamente con una nueva mentalidad, más humana, más ética, a la vista de los múltiples excesos y engaños cometidos.

Tengo mis serias dudas de que eso sea así –que necesariamente salgamos reforzados éticamente- porque eso requiere un esfuerzo, que no veo que estemos haciendo. No me llegan noticias de que se esté abordando la formación ética en las Universidades, ni en las Escuelas de Negocios, y la que se imparte en la enseñanza media suele ser muy insuficiente e inadecuada. Ni tampoco del mundo empresarial. Ni de los medios de comunicación. La respuesta la he escuchado alguna vez ya: “¡para cuidar la ética cuando se trata de sobrevivir y sacar adelante mi empresa o mi puesto de trabajo!”

Hablo de la ética como conjunto de principios objetivos comunes a todo hombre, no de una ética sin códigos, subjetiva o utilitarista. Una ética que arranca de la dignidad del hombre. ¿Es rentable económicamente? Hay quien defiende que sí lo es; yo pienso que puede serlo o no, según los casos, pero no ha de plantearse como inversión rentable necesariamente. Es cierto que impulsa a trabajar bien, pero a la vista está cómo se enriquecen a veces los que no trabajan bien, con tretas o información privilegiada, o cómo toman decisiones algunas empresas sin tener en cuenta el factor personal ni mucho menos familiar.

Puede desalentar a muchos escuchar afirmaciones como “no todo vale por la audiencia”, “hay que educar en valores”, “en esta empresa prima la persona”, y luego vemos la realidad de la comunicación, de la enseñanza o de la economía. Con cierto desdén, algunos pueden pensar en la ética como algo ilusorio, utópico o sin exigencias concretas. Son quienes piensan que lo único que vale en la sociedad es la legislación, pero olvidan aquello de “hecha la ley, hecha la trampa”. Ilusos pueden resultar quienes se refugian sólo en lo legal, porque es evidente que la aplicación de la ley también presenta muchas lagunas, a veces porque un juez tarde 18 meses en dictar sentencia, como ha sucedido recientemente.

La ética es más amplia que la legislación: lleva a mejorarla, aplicarla bien y rellenar los inevitables vacíos legales, porque la vida es mucho más amplia y rica que lo legal, ya que no se pueden prever todos los supuestos y las múltiples circunstancias en leyes, decretos ni órdenes administrativas. Legalistas y escépticos sobre la ética son casi un lastre similar o mayor que los que aparcan la ética y se refugian en las leyes del mercado.

La ética se acalla con pretextos de realismo, modernidad o sentido práctico. Cuanto he escrito responde a convicciones personales, estén o no de moda. Es un libro para inconformistas, sin miedo a pensar un poco y con coraje para ser coherentes.

 
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