Gente tóxica

El otro día acudí a unos grandes almacenes para realizar unas compras. Estaba frente a la caja registradora, dispuesto a pagar, cuando la dependienta que me estaba atendiendo comenzó una conversación con la compañera que se encontraba a su lado. Fue espectacular.

Mientras pasaba por el lector el código de barras de los productos que me iba a llevar, se dedicó a poner de vuelta y media a la jefa de planta que acababa de llegar. Al menos, eso me pareció entender.

Todo empezó con una inocente pregunta de su colega:

-- ¿Qué piensas de “la nueva”?

La empleada vino a decir más o menos lo siguiente:

-- No la he visto todavía. Pero no me hago ninguna esperanza. Va a ser como la anterior. Ya verás. Lo que yo te diga. Estoy a punto de estallar. Me estoy mordiendo la lengua porque no quiero montar un circo. Yo a lo mío... pero la nueva, ¿qué vamos a esperar de la nueva? Menudo pájaro. Será como la anterior...

No quiero elaborar una tesis a partir de un retazo de conversación, pero reconozco que me vino a la cabeza el hartazgo de un amigo cuando me relató el ambiente infernal que existe en su trabajo por culpa de los chismes y de la gente que pone a parir al jefe, al colega, al botones, al camarero...

Es cierto. Quizás los españoles seamos algo más propensos que el resto a criticar al vecino, al pullazo barriobajero, a la retranca con sorna contra el que no está presente... No lo sé. Pero muchos coincidirán conmigo en lo enrarecido que se vuelve el ambiente familiar, social, laboral... cuando hay cerca un aficionado a la murmuración.

Mi amigo me explicaba que, por sistema, pone tierra de por medio cuando esa persona de su trabajo hace acto de presencia en la sala que comparten. No es mala persona pero tras permanecer unos minutos escuchándole, se le termina por poner un mal cuerpo... Y añadió: “es que hay gente tóxica”.

 

Hace un par de años, un psicólogo argentino llamado Bernardo Stamateas publicó un libro en España con ese título: ‘Gente tóxica’.

Trataba de esas personas dotadas de una gran personalidad que se sitúan cerca de otras con menos presencia de ánimo y se dedican a minar su autoestima (agigantando sus errores, por ejemplo, con sutiles comentarios), a erosionar la confianza en sí mismos, y a potenciar sus propias opiniones. Su objetivo: tomar el control de las vidas de los demás.

Según relata el autor, una de las estrategias utilizadas por este tipo de personas es precisamente la difusión indiscriminada del “chisme” y el recurso frecuente a la “queja”. Una de las soluciones que ofrecía a sus pacientes es la apuntada más arriba: huir, alejarse, tomar distancia.

Puede que no sea un mal consejo.

Más en twitter: @javierfumero

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