Y me atendió un español

No salgo de mi asombro. Llevo años renegando, en público y en privado, de los servicios de atención al cliente de esas empresas que, tras eliminar los costes de mantener tiendas en las ciudades, se han parapetado detrás de un número de teléfono, normalmente un 902 de pago.

Porque no es lo mismo tratar con un dependiente que con un operador. No es lo mismo. Y si encima el ‘call center’ está instalado en Marruecos o Barranquilla (Colombia), los problemas se complican exponencialmente. El interlocutor ni conoce tus costumbres, ni se hace cargo de tus necesidades, ni sintoniza igual.

De hecho, y es una muy buena noticia, las compañías están dando marcha atrás en este apartado. Hay noticias recientes en ese sentido y hay que felicitarse por ello.

Pero a todo esto, llegó la crisis. Y con ella, una pugna encarnizada por el cliente.

En el sector de las telecomunicaciones la lucha se ha vuelto especialmente agresiva. Telefónica y Vodafone están teniendo que cambiar (y deprisa) para evitar la canibalización de su negocio por la competencia. Orange y Yoigo han roto el mercado con tarifas a la baja y (otra vez la misma idea) mejorando la atención al cliente.

Quizás esto explique lo que me pasó ayer.

Llamé al número de información de Movistar que, en este caso, (y hay que agradecerlo) es gratuito.

No fue un arrebato. Previamente había escogido el momento idóneo: tenía una hora de margen por delante, sin citas, ni compromisos previos. Iba dispuesto a la brega porque mi intención era revisar por completo mis facturas, de fijo y móvil, después de bastantes meses sin optar a descuentos ni ventajas.

Mi sorpresa fue total nada más empezar: al constatar que, con sólo dos respuestas (no diez) a un operador mecánico, me pasaban con un comercial.

 

Era un español de España, es decir, hablaba bien castellano, conocía la ciudad en la que vivo y se hacía perfectamente cargo de mis necesidades y demandas. Revisó mientras hablábamos mis condiciones, me confirmó que mis tarifas eran mejorables, por antiguas. Y, atención, me señaló que, para no hacerme esperar, iba a realizar un estudio del caso y que me llamaría. Hasta fijamos una hora.

Volvimos a hablar por la tarde. Había escudriñado en todas las partidas. Me ofrecía un plan a medida, atendiendo a consumos y prioridades. La gestión de todo los cambios corría a su cargo. Se ponía en marcha de inmediato. Ni esclavitudes de contratos de permanencia, ni juegos malabares, ni cláusulas a traición. Me voy a ahorrar un buen pico al mes. ¿Qué les parece?

Al menos la crisis ha servido para algo. Hay quien se ha puesto las pilas y de qué manera.

Por cierto, para los suspicaces: Movistar no me abona ni un sólo euro por este comentario. Eso no iba incluido en el pack de rebaja. Es, simplemente, lo que me ha pasado.

Más en twitter: @javierfumero

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